Putin invade los sueños
Por ÁNGEL PÉREZ – 2 de noviembre de 2024
RIALTA
Nastia Korkia y Vlad Fishez devienen psicoanalistas en Dreams about Putin, una película de su autoría acogida por el Festival de Cine INSTAR, cuya quinta edición concluye este domingo. En el filme –una excelente contribución al exclusivo dominio del animated documentary–, ambos realizadores ejecutan ante nuestros ojos una inmersión en el imaginario colectivo ruso, justo allí donde resulta atenazado por la esencia totalitaria del gobierno de Vladimir Putin. Dreams about Putin es también una radiografía del punzante malestar que acecha y somete la conciencia de Rusia.
La película reúne un conjunto de sueños que tuvieron algunos ciudadanos rusos con el presidente tras la invasión a Ucrania; sueños escogidos entre miles compartidos en redes sociales. Pero sueños no es la palabra correcta, más bien se trata de pesadillas; son pasajes oníricos que dejan ver cómo el dominio de Putin se ha ramificado al punto de acribillar, incluso, la mente de las personas. Ya no es suficiente el control y la vigilancia de los cuerpos. Fuera del imperio de la razón, en el sueño es donde se expresa involuntariamente esa asfixia cotidiana, ese temor que derrota todas las ilusiones. Y es el terreno donde se hace manifiesto lo latente: el desprecio y el miedo que provoca el oligarca. Al mostrar cómo irrumpe Putin en el espacio privado de los sueños, este filme diagrama el trauma de una sociedad bajo los efectos del autoritarismo. Al propulsar la publicación de estas pesadillas, el conflicto bélico hizo constatar a muchas personas las inusitadas dimensiones que pueden alcanzar los desatinos del “zar” ruso.
Una mujer soñó, por ejemplo, que era esposa de Putin y vivía aislada dentro de las murallas del Kremlin, atormentada por la presencia de cientos de prisioneros encerrados en el sótano, donde eran “tratados como insectos”. Alguien más cuenta que, en su sueño, residía en un búnker junto a su familia y al presidente, quien se acostaba con mujeres que accedían a sus deseos acosadas por el miedo. Una niña dice haber soñado que intentaba escapar del gobernante por los callejones de su barrio, mientras él, omnipresente, se aparecía en cada rincón, a la vuelta de cada esquina… Estos y otros relatos oníricos, mucho más catastróficos y trágicos, parecerían excesos fantasiosos estimulados por la ansiedad, el pánico, el asco. En puridad, son pasajes típicos de una realidad donde un grupo de autócratas dispone de la realidad a su antojo, al punto de administrar, en cierto modo, incluso el inconsciente de los ciudadanos.
Mientras escuchamos en off estos relatos oníricos –narrados con una cierta parquedad que, quizás, encarna la impotencia de las personas frente al estado de las cosas–, vemos en pantalla animaciones en 3D que los grafican. No se trata de representaciones estrictas de esos testimonios, ilustraciones realistas de los mismos. Son esbozos que escenifican las narraciones mientras expanden virtualmente la violencia psicológica que condiciona esos mismos sueños. Esta materialización animada en 3D de las pesadillas aprovecha las claves gráficas propias del programa con que fueron generadas, Unreal Engine (concebido originalmente para el modelado de videojuegos). Y, con tales cualidades de fondo, se despliegan unos ambientes expresionistas, oníricos, grotescos, sin demasiado acabado, crudos… Se pudiera pensar que Nastia Korkia y Vlad Fishez deseaban que la arquitectura visual secretara los estertores inconscientes de los propios ciudadanos entregados a relatar sus pesadillas.
Pero Dreams about Putin no acaba en la recopilación de estos sueños y su representación animada. Los directores insertan entre las narraciones fragmentos de videos de archivo donde se observa a Putin en actividades comunes, recreacionales, deportivas… Y es justo en el contraste entre las escenas animadas y las imágenes de archivo –tomadas de YouTube– donde esta película consigue su gesto político más elocuente. Estos segmentos dibujan una apariencia cercana, humana, ordinaria del tirano, aunque acá son sutilmente manipulados para exhumar el auténtico carácter absurdo y ridículo de su comportamiento. Pero cuando son enfrentados/contrastados estos videos con las pesadillas animadas, se desnuda todavía más la desfachatez y la obscenidad del oligarca. Esa vida idílica de un Putin que pesca con arpón en un lago, o escala una montaña, o se entretiene rodeado de grullas en una vasta llanura, resulta más artificiosas que las imágenes animadas. Son la puesta en escena de un heroísmo, de un sinflictivismo, de un estado de normalidad que oculta la tragedia experimentada por los individuos. El héroe satisfecho que fijan esos registros de archivo se alimenta del miedo desencadenado en la ciudadanía.
La animación es un recurso tan elocuente no solo por el ingenio de la iconografía desarrollada por Nastia Korkia y Vlad Fishez para dar cuerpo a estos sueños con Putin, no solo por el brío visual y figurativo de esas recreaciones en 3D medio desmañadas. Los realizadores han probado, una vez más, la idoneidad de la animación como recurso para documentar la subjetividad. En términos expresivos la animación resuelve testimoniar esos rincones inaccesibles de la sensibilidad; en este caso, la violencia psicológica ejercida por la figura del dictador. Al contrastar el registro analógico de los archivos de YouTube y la artificialidad plástica de la animación digital, el filme transparenta el valor de esta última para aprehender una verdad del totalitarismo que se fuga muchas veces de la aparente realidad que se extiende ante nuestros ojos.
Dreams about Putin cierra con un material de archivo en el que vemos al presidente ruso entre rejas, en una corte, a punto de ser juzgado. El video también fue tomado de YouTube, donde parece haber circulado en calidad de fake news. En su momento, quizás, no podía aún ser leído como una escenificación de los deseos reprimidos de esa ciudadanía para la cual Putin es una pesadilla. Ahora resulta el mejor colofón para Dreams about Putin, en tanto proyecta en la vigilia los deseos latentes en los sueños: eliminar al tirano y encarar la libertad.
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