Festival de cine INSTAR

Notas

Festival INSTAR anuncia la selección oficial para su quinta edición

Por CUBANET – 11 de septiembre de 2024

CUBANET

Cartel del festival / cartel de una película. (Fotos: sitio web del festival)

MADRID, España.- El Festival de Cine INSTAR, un evento cinematográfico de creciente relevancia internacional, presentó este martes la selección oficial de películas que competirán en su quinta edición, programada para realizarse entre el 28 de octubre y el 3 de noviembre de 2024.

Este año, 15 películas conforman el programa “En concurso”, con obras provenientes de una diversa gama de países como  Cuba, Hong Kong, Haití, República Dominicana, Palestina, China, Ucrania, Guinea-Bisáu, Rusia, Croacia y Costa Rica. La amplitud geográfica de los participantes subraya el carácter transnacional del festival, que contará con sedes en ciudades como París, Múnich, Barcelona y Berkeley, California. En Cuba, los espectadores podrán acceder a las proyecciones a través de la plataforma en línea Festhome.

El Festival de Cine INSTAR, organizado por el Instituto de Artivismo Hannah Arendt (INSTAR), liderado por la artista cubana Tania Bruguera, tiene como objetivo explorar y cuestionar las problemáticas del sur global a través del cine.

José Luis Aparicio, director artístico y programador del festival, explicó a Diario de Cuba que el enfoque de este año se centra en cineastas que trabajan en la intersección entre el cine y el artivismo, manteniendo así la línea filosófica del Instituto. “Las 15 obras en concurso abordan algunas de las temáticas más urgentes y complejas de sus respectivos contextos sociopolíticos, desde una perspectiva experimental con el lenguaje audiovisual”, comentó Aparicio. Asimismo, destacó que el festival ha priorizado a artistas que trabajan bajo regímenes dictatoriales, en zonas de guerra o aquellos que han sido forzados a vivir en la diáspora.

Entre las obras de realizadores cubanos que estarán en concurso se encuentran Souvenir, de Heidi Hassan; Parole, de Lázaro J. González; La historia se escribe de noche, de Alejandro Alonso; y Petricor, de Violena Ampudia.

Mientras que de otras latitudes sobresale An Asian Ghost Story (2023), un documental experimental del artista chino Bo Wang. La obra explora los recuerdos de la modernización de Asia en el siglo XX, con un enfoque en la exportación masiva de pelucas durante la Guerra Fría. Este filme ha sido premiado en eventos como el DOK Leipzig y el Festival de Cine Documental y Experimental de Yakarta.

Otro filme destacado es Smoke of the Fire (2023), dirigido por la cineasta ucraniana Daryna Mamaisur, quien desde Portugal narra la experiencia de la diáspora provocada por la guerra en Ucrania. Este corto ha tenido una destacada participación en festivales como FIDMarseille y Visions du Réel. La película combina imágenes de archivo y videos personales para retratar la realidad dividida de aquellos que buscan refugio en el extranjero mientras sus hogares permanecen bajo el constante peligro de la invasión rusa.

Asimismo, Solo la luna comprenderá (2023), de la directora costarricense Kim Torres, es otra de las obras en competencia. Este cortometraje, ambientado en un pequeño pueblo costarricense, se ha presentado en festivales como Locarno, Nueva York y Valdivia, y explora la noción del tiempo y el espacio en una comunidad aislada.

El jurado de esta edición estará compuesto por figuras reconocidas del mundo del cine y las artes. Joanna Montero, editora de destacadas películas como Santa y Andrés y Mafifa, formará parte del panel, junto a Jonathan Ali, director de programación del Third Horizon Film Festival de Miami y asesor curatorial de Criterion Channel. El cineasta italiano Francesco Montagner, reconocido por su filme Brotherhood, que ganó el premio Cineasti del Presente en el Festival de Locarno, también integrará el jurado.

El galardón principal del festival es el Premio Nicolás Guillén Landrián, que será otorgado a la película que mejor aborde un tema tabú de su contexto sociopolítico desde el lenguaje audiovisual. Este premio, que incluye una dotación de 3.000 dólares, busca apoyar el desarrollo de la próxima obra del cineasta galardonado.

En la pasada edición del festival, el documental Mafifa (2021) de la directora cubana Daniela Muñoz Barroso fue reconocido con este prestigioso premio. Igualmente, se otorgó una mención especial a La opción cero (2020), del cineasta cubano Marcel Beltrán.

El Festival de Cine INSTAR continúa consolidándose como un espacio fundamental para la promoción del cine independiente y crítico, proporcionando una plataforma para voces que emergen de contextos difíciles y que utilizan el arte cinematográfico como herramienta de resistencia y denuncia.

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Películas de once países concursarán en la quinta edición del Festival de Cine INSTAR

Por RIALTA – 10 de septiembre de 2024

RIALTA

Still de Dreams about Putin (2023); Nastia Korkia y Vlad Fishez.

Quince películas integran el programa “En concurso” de la quinta edición del Festival de Cine INSTAR, que tendrá lugar en varias ciudades del mundo entre el 28 de octubre y el 3 de noviembre. Aspiran esta vez al Premio Nicolás Guillén Landrián realizaciones de Cuba, Hong Kong, Haití, República Dominicana, Palestina, China, Ucrania, Guinea-Bisáu, Rusia, Croacia y Costa Rica (sin mencionar aquellos países vinculados en coproducción). Se confirma así el carácter transnacional del evento, que ya anunció sedes para este 2024 en París, Múnich, Barcelona, Berkeley, California. En Cuba, como en ediciones anteriores, las obras se podrán ver en línea a través de la plataforma Festhome.

El festival, auspiciado por el Instituto de Artivismo Hannah Arendt, que lidera la artista Tania Bruguera, da continuidad con esta selección a su voluntad de “cartografiar zonas críticas y vulnerables del sur global a través de la cinematografía”. Los organizadores precisaron en redes sociales que esta edición “será un espacio para apoyar la producción independiente internacional y privilegiar audiovisuales con propuestas estéticas y narrativas arriesgadas, en especial las producidos en contextos dictatoriales o autoritarios”.

A propósito del programa “En concurso”, el realizador José Luis Aparicio, director artístico y programador del festival, comentó a Diario de Cuba que el foco se ha puesto “en aquellos realizadores que se encuentran en la intersección entre el cine y el artivismo”, con el objetivo de seguir “la línea general del Instituto”. Y agregó: “Las 15 obras en concurso abordan algunas de las temáticas más urgentes y complejas de sus respectivos contextos sociopolíticos, y lo hacen desde la experimentación con el lenguaje audiovisual. Nos concentramos, sobre todo, en artistas que trabajan en regímenes dictatoriales o autoritarios, bajo el asedio de la guerra, o que han sido forzados a vivir en la diáspora”.

Este año el jurado estará compuesto por la editora Joanna Montero, cuya filmografía incluye títulos relevantes como Santa y Andrés, Mafifa y La mujer salvaje; el curador de cine y escritor Jonathan Ali, director de programación del Third Horizon Film Festival de Miami, asesor curatorial de Criterion Channel y colaborador de la revista Sight and Sound, y el cineasta y mentor cinematográfico Francesco Montagner, autor de obras significativas como Asterión (2022) y Brotherhood (2021), que ganó el Cineasti del Presente en la 74 edición del Festival de Locarno. 

La selección incluye An Asian Ghost Story (2023, 37 min.), del artista chino Bo Wang. Se trata de un documental experimental que, según la sinopsis, indaga en “los inquietantes recuerdos de la modernización de Asia a finales del siglo XX, a través de la exportación a gran escala de pelucas durante la Guerra Fría”. Entre otros eventos, el filme ha participado en el DOK Leipzig, donde obtuvo el Premio Golden Dove, y en el Festival Internacional de Cine Documental y Experimental de Yakarta, donde consiguió los premios Arkipel y Forum Lenteng. Bo Wang, quien reside actualmente en Ámsterdam, es también artista visual, y su obra se ha expuesto en sitios tan importantes como El Guggenheim y el Museo de Arte Moderno de Nueva York.

Otros filmes con un destacado recorrido internacional que prestigian la competencia de INSTAR son Smoke of the Fire (2023, 22 min.), de Daryna Mamaisur, artista visual y cineasta nacida en Kiev, y Solo la luna comprenderá (2023, 18 min.), de la directora costarricense Kim Torres. Smoke of the Fire estuvo en FIDMarseille, DOK Leipzig, Visions du Réel, entre otras citas de importancia en el circuito global de festivales. Desde Portugal, Mamaisur urde este ensayo fílmico “a partir de [su propia narración], clases de idioma, videos personales e imágenes de archivo de Kyiv”, bajo el propósito de revelar “la realidad dividida de quienes buscan un lugar seguro en el extranjero mientras anhelan su hogar, que está en constante peligro de guerra”. En Solo la luna comprenderá, Torres evoca “diferentes líneas temporales [que] se entrelazan en el misterioso y estancado pueblo de Manzanillo [en Costa Rica]”, advierte la sinopsis. Este cortometraje se ha presentado en los festivales de Locarno, New York y Valdivia, entre otros.

De Nastia Korkia (de origen ruso radicada en Alemania) y Vlad Fishez (de origen ucraniano radicado en Francia) es el documental animado Dreams about Putin (2023, 30 min.), que participó en el International Documentary Film Festival de Ámsterdam (IDFA), y es “un ensayo sobre el inconsciente, las pesadillas y las esperanzas de muchos rusos”, así como “un intento de reflexionar sobre el tema de la represión a través del prisma del arte”. Su producción mira directamente al momento de la invasión rusa a Ucrania, cuando “muchas personas comenzaron a soñar con Vladimir Putin y a compartir estos sueños en los medios”.

También de China se presenta “En concurso” Republic (2023, 107 min.), documental de Jin Jiang que registra un espacio secreto en el centro de Pekín hecho a la medida de una juventud que desea escapar de esa sociedad. Como si fuera un terreno suspendido en el tiempo, Republic acoge una juventud particular, en la cual advierte el director “una faceta inexplorada de la China contemporánea”.

Junto al filme de Jin Jiang, otros dos largometrajes (de ficción) hacen parte de la competencia: Ramona (2023, 82 min.) y Nome (2023, 117 min.). El primero se estrenó en la sección Generation 14plus del Festival Internacional de Cine de Berlín. Su realizadora, Victoria Linares Villegas, “explora historias queer sobre el trauma transgeneracional y la opresión sociopolítica”, se destaca en su perfil. Ramona ilumina la experiencia de una actriz que –para preparar un personaje– “decide sentarse con jóvenes dominicanas embarazadas”. Añade la sinopsis que “[a] lo largo de este proceso, a medida que las chicas presentan la historia de sus vidas ante la cámara, ellas mismas comienzan a influenciar la producción de la película, alterando su rumbo”.  

Nome es obra de Sana Na N’Hada, un realizador nacido en Guinea-Bisáu​ en 1950 y formado en el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC). Su trabajo, según la ficha biográfica para el evento, “se construye […] en un ir y venir entre la memoria de la ocupación portuguesa, las luchas por la independencia y una reflexión sobre la destrucción de las sociedades tradicionales en Guinea-Bisáu​”. En tanto, el argumento de Nome se ocupa de las experiencias del personaje homónimo tras regresar a su aldea años después de salir de ella para unirse a la resistencia contra el ejército colonial portugués. 

El director haitiano Samuel Suffren, autor de Agwe (2022), repite en esta cita de INSTAR. En Dreams Like Paper Boats(2024, 19 min.) se ocupa de los efectos de la emigración en quienes permanecen en la isla caribeña cuando sus familiares dejan el país en busca de una mejor vida. El relato testimonia los días de un padre que debe cuidar a su pequeña hija mientras espera noticias de su mujer después de cinco años de ausencia.

También aborda el tema de la familia, pero desde una perspectiva radicalmente diferente, Three Promises (2023, 60 min.), en el cual un muchacho “vuelve sobre [su] pasado” a través de las imágenes filmadas por una madre sobre la vida cotidiana de su familia justo en los días en que “el ejército israelí toma represalias contra la Segunda Intifada en Cisjordania”. Según la sinopsis, Three Promises es “una película desgarradora que transmite la angustia de los niños y sus padres, obligados a elegir entre la seguridad y la angustia emocional”. Yousef Srouji, su director, se centra habitualmente “en comprender las dinámicas de la ocupación en Palestina y la resiliencia comunitaria en zonas de conflicto”. 

De Cuba participan este año en la sección competitiva La historia se escribe de noche (Alejandro Alonso, 2024, 20 min.), Parole (Lázaro González, 2024, 25 min.), Petricor (Violena Ampudia, 2022, 9 min.) y Souvenir (Heidi Hassan, 2024, 11 min.). 

En este último filme, su realizadora tiende una nueva mirada sobre la experiencia migratoria para explorar el fetichismo ideológico de ese turismo internacional que todavía observa a Cuba como un parque temático comunista, indiferente a la represión y la precariedad económica experimentados por sus ciudadanos. A su vez, Petricor es calificado como “una página de diario suspendida en el tiempo”, que sirve a la realizadora para sondear “el desarraigo lejos de Cuba”; un tema presente también en las películas de Hassan y González, si bien enfocados desde otras perspectivas.

La historia se escribe de noche es un ejercicio plástico que utiliza los apagones eléctricos que azotan las noches de los cubanos para alegorizar/denunciar la situación distópica que vive la isla. Mientras, Parole anuda el registro visual de la cotidianidad del realizador en San Francisco, Estados Unidos –donde enfrenta “la disonancia de los desafíos académicos y el constante zumbido de las preocupaciones por el alquiler”–, con los mensajes de audio que le envía su madre desde una Cuba cada vez más precaria.

Completan el programa Still Free (2023, 31 min.) y Wild Flowers (2022, 11 min.). Dirigido por Vadim Kostrov, cineasta ruso establecido en París, Still Free muestra escenas de una pareja –Katya y Kostya– en un lago, y esas imágenes con el tiempo habrían de cobrar “implicaciones políticas”, puesto que “Kostya estaba a punto de unirse al ejército ruso, una decisión de la que más tarde se arrepentiría”. Wild Flowers, documental de la croata Karla Crnčević, “explora la política de las imágenes y el sonido a través de diversos formatos y condiciones de trabajo”. Este filme se construyó a partir de la digitalización de grabaciones en VHS realizadas por el padre de la autora hace treinta años.

INSTAR anunció, además, que esta quinta convocatoria del festival tendrá dos secciones colaterales: un “Panorama del cine cubano” y una “Retrospectiva”, que ofrecerá una muestra de cine independiente chino.

En la primera, se juntan “algunas de las obras más recientes del cine independiente cubano, que siempre ha sido uno de los focos principales de nuestro festival desde su primera edición”, explicó Aparicio a Diario de Cuba; es decir, se proyectarán obras “que ya han pasado por ediciones anteriores y también películas de los últimos dos años realizadas por cineastas de la diáspora y otros que viven en Cuba”.

“La otra sección paralela [es] realizada en colaboración con el Chinese Independent Film Archive (CIFA)”, y reúne “siete películas chinas, incluyendo las dos del concurso, que nos permiten entender la evolución, la diversidad y las dificultades que ha atravesado este movimiento alternativo en China, realizado al margen de las instituciones oficiales, y también nos permitirá establecer un diálogo o una relación de espejo entre este y la diversidad del cine independiente en Cuba”.

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Filmes cubanos compiten por el premio de INSTAR, también una película sobre los sueños de Putin

Por YOLANDA HUERGA – 10 de septiembre de 2024

MARTÍ NOTICIAS

El festival del Instituto de Artivismo Hannah Arendt (INSTAR) comenzará el 28 de octubre y se extenderá hasta el 3 de noviembre con actividades y proyecciones simultáneas en diferentes ciudades del mundo.

Entre los filmes de factura cubana quedaron finalistas “La historia se escribe de noche”, de Alejandro Alonso; “Parole” de Lázaro J. González; “Petricor” de Violena Ampudia y “Souvenir” de Heidi Hassan.

El Festival de Cine INSTAR acaba de publicar la selección de películas que estarán en concurso por el premio “Nicolás Guillén Landrián”, que se entrega en homenaje al documentalista y pintor cubano, a la obra “que mejor refleje y explore un tema tabú de su sociedad correspondiente”.

El lauro viene acompañado de $3.000 dólares para “apoyar el desarrollo de la próxima obra del artista galardonado”, informó Instar.

“Como es costumbre, la curaduría se centra en la obra de cineastas que producen dentro de contextos autoritarios o que se han visto forzados a vivir y a trabajar en la diáspora, que se concentran en problemáticas claves, delicadas, de las situaciones sociopolíticas de sus diferentes sociedades y que también hacen esto desde una exploración del lenguaje cinematográfico, desde la búsqueda de nuevas formas de hacer cine político y de reflexionar sobre el estado del mundo actual”, dijo a Martí Noticias, el cineasta José Luis Aparicio, director artístico de la fiesta anual del cine contestatario.

Entre los filmes de factura cubana quedaron finalistas “La historia se escribe de noche”, de Alejandro Alonso; “Parole” de Lázaro J. González; “Petricor” de Violena Ampudia y “Souvenir” de Heidi Hassan.

También fueron seleccionadas para el certamen la producción chino holandesa “An Asian Ghost Story”, de Bo Wang; “Dreams about Putin”, de Nastia Korkia, Vlad Fishez y “Ramona” de la dominicana Victoria Linares Villegas.

La obra ganadora será anunciada al cierre del evento.

Organizado por el Instituto de Artivismo Hannah Arendt (INSTAR), fundado y dirigido por la artista cubana Tania Bruguera, el evento comenzará el 28 de octubre y se extenderá hasta el 3 de noviembre con actividades y proyecciones simultáneas en diferentes ciudades del mundo: Madrid, Barcelona, París, Munich y el Archivo Cinematográfico del Pacífico de la Universidad de Berkeley en California.

“Nuestro objetivo siempre es crear un espacio de diálogo e intercambio para los cineastas que trabajan en contextos donde las libertades de expresión, de creación artística, están amenazadas. Queremos dar visibilidad a sus obras y crear un espacio también de discusión, de debate sobre esta intersección entre el arte, el cine y el activismo”, indicó.

Como en ediciones anteriores, los filmes se podrán ver en Cuba a través de la plataforma online Festhome, durante toda la semana del festival.

Además de piezas del cine cubano independiente, el festival contará con películas de América Latina y el Caribe, Europa del Este, África y Asia.

“Tendremos una retrospectiva de cine chino independiente contemporáneo de los últimos 20 años y hemos establecido una colaboración para mostrar una serie de obras que reflejan el desarrollo de ese movimiento de cine hecho al margen de las instituciones oficiales en China”, apuntó Aparicio.

El festival inaugura la sección paralela “Panorama del cine cubano”, donde se exhibirán “películas cubanas recientes de la movida independiente”, subrayó el director artístico.

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El Festival INSTAR regresa en octubre con más películas y una revista de cine

Por DEAN LUIS REYES – 10 de septiembre de 2024

DIARIO DE CUBA

Cartel del V Festival de Cine INSTAR

El Instituto de Artivismo Hannah Arendt (INSTAR), que dirige la artivista cubana Tania Bruguera, presentó la selección oficial de películas en concurso de su V Festival de Cine, que tendrá lugar entre el 28 de octubre y el 3 de noviembre próximos en pantallas de Europa y América, e incluye muestras colaterales y la presentación de una revista impresa bilingüe.

El programa de películas en concurso, que compiten por el Premio Nicolás Guillén Landrián, dotado con 3.000 dólares para apoyar la próxima obra de su realizador, incluye 15 títulos producidos por cineastas de Cuba, Hong Kong, Haití, República Dominicana, Palestina, China, Ucrania, Guinea-Bisáu, Rusia, Croacia y Costa Rica.

El cineasta cubano José Luis Aparicio, curador del festival, precisa para DIARIO DE CUBA los principios que rigen esta selección.

“Los criterios de selección del V Festival de Cine INSTAR son básicamente los mismos que trazamos a partir de la edición anterior, que fue la primera en ensayar una estructura transnacional, con proyecciones y otras actividades en múltiples ciudades alrededor del mundo”, precisa. 

“En sintonía con la línea general del Instituto, decidimos enfocarnos en aquellos realizadores que se encuentran en la intersección entre el cine y el artivismo. Las 15 obras en concurso abordan algunas de las temáticas más urgentes y complejas de sus respectivos contextos sociopolíticos, y lo hacen desde la experimentación con el lenguaje audiovisual. Nos concentramos, sobre todo, en artistas que trabajan en regímenes dictatoriales o autoritarios, bajo el asedio de la guerra, o que han sido forzados a vivir en la diáspora”, añade Aparicio.

La selección en concurso incluye los cortometrajes cubanos La historia se escribe de noche (2024, Alejandro Alonso); Parole (2024, Lázaro González); Petricor (2022, Violena Ampudia), y Souvenir (2024, Heidi Hassan). Todos, producidas por creadores que viven en la diáspora.

Se suman a estas Nome (2023, Sana Na N’Hada), un largometraje del realizador considerado el primer cineasta guineano; Ramona (2023, Victoria Linares Villegas), una película que mezcla ficción y documental, dirigida por una de las voces más destacadas del cine dominicano de hoy, y Republic (2023, Jin Jiang), rodada de manera clandestina en un lugar secreto del centro de Pekín.

Además, aparecen en el concurso An Asian Ghost Story (2023, Bo Wang), un examen de la modernización de Asia a través de un negocio singular: la exportación a gran escala de pelucas durante la Guerra Fría; Dreams about Putin (2023, Nastia Korkia y Vlad Fishez), un ensayo sobre el inconsciente colectivo a partir de la invasión de Ucrania por Moscú, y Dreams like paper boats (2024, Samuel Suffren), sobre un padre y su hija viviendo en el Puerto Príncipe actual.

Se incluyen Smoke of the Fire (2023, Daryna Mamaisur); filme-ensayo autoreferencial sobre una cineasta ucraniana emigrada a Portugal; Solo la luna comprenderá (2023, Kim Torres); Still Free (2023, Vadim Kostrov); Three Promises (2023, Yousef Srouji), y Wild Flowers (2022, Karla Crnčević).

“En cuanto a las muestras colaterales, inauguramos una nueva sección que se llama Panorama del Cine Cubano”, señala Aparicio. “Es no competitiva, y allí exhibiremos algunas de las obras más recientes del cine independiente cubano, que siempre ha sido uno de los focos principales de nuestro festival desde su primera edición. En esta sección exhibiremos algunas obras que ya han pasado por ediciones anteriores y también películas de los últimos dos años realizadas por cineastas de la diáspora y otros que viven en Cuba”.

“La otra sección paralela no competitiva será nuestra Retrospectiva de Cine Independiente Chino Contemporáneo, realizada en colaboración con el Chinese Independent Film Archive (CIFA). Serían siete películas chinas, incluyendo las dos del concurso, que nos permiten entender la evolución, la diversidad y las dificultades que ha atravesado este movimiento alternativo en China, realizado al margen de las instituciones oficiales, y también nos permitirá establecer un diálogo o una relación de espejo entre este y la diversidad del cine independiente en Cuba”, comenta.

“Esta muestra se realizará particularmente en nuestra sede de Múnich, en el espacio del Museo Villa Stuck, como una de las actividades de la exhibición ‘The Condition of No’, que es una muestra de Tania Bruguera que ya fue inaugurada en esa institución y durante el fin de semana de noviembre 1 a noviembre 3 incluirá estas películas”, precisa Aparicio.

Además de este museo alemán, las sedes confirmadas por ahora para el V Festival de Cine INSTAR son Madrid, Barcelona, París y Berkeley, en California, Estados Unidos. A ello se suman las proyecciones online para Cuba, a las que podrán tener acceso los residentes en la Isla, como en años anteriores, a través de la plataforma Festhome.

Aparicio enfatiza que la selección de 2024 del festival potencia el contacto, el diálogo y la retroalimentación entre un cine realizado por creadores en contextos autoritarios, de conflicto con el poder y de diáspora, como el cubano.

“Nos parece que eso lo podría enriquecer, y nos podría también ayudar a encontrar nuevas estrategias, a vernos reflejados en los otros, a romper un poco este círculo endogámico que puede ser a veces el cine cubano, o la cultura y el arte cubanos”, apunta.

El V Festival de Cine INSTAR tendrá a partir de esta edición una revista impresa, Fantasma material, de frecuencia anual, que será presentada el 26 de octubre en la Filmoteca de Madrid. Este primer número incluye un dossier dedicado al cineasta Nicolás Guillén Landrián y otro a cartografiar la situación del cine cubano actual, a cargo de autores de varios países.

Durante esa ocasión, será exhibida en la Sala Azcona de la institución madrileña, a las 7:30PM, el filme Mafifa, de la cubana Daniela Muñoz Barroso, que se alzó con el principal premio en la IV edición del festival, celebrado en diciembre de 2023.

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Una muestra de cine independiente cubano presentará “visiones de una isla fragmentada” en Madrid

Por RIALTA – 8 de septiembre de 2024

RIALTA

Souvenir (2023) de Heidi Hassan

Cuatro películas cubanas se proyectarán en Casa de América, Madrid, el próximo 18 de septiembre bajo el rótulo “Cuba: visiones de una isla fragmentada”. El programa invita a descubrir “un país escondido más allá de sus límites geográficos”, según palabras de su curador, el cineasta José Luis Aparicio. Los filmes seleccionados son producciones terminadas entre 2023 y 2024 por realizadores independientes de la isla radicados actualmente en España.

Souvenir (Heidi Hassan), La historia se escribe de noche (Alejandro Alonso), El espacio roto (Gabriel Alemán & Eduardo Eimil) y Cuatro hoyos (Daniela Muñoz), son los cortometrajes escogidos, los cuales, según Aparicio, “son apenas cuatro esquirlas de un paisaje nacional cada día más complejo y fragmentado”. Estas películas son recibidas por la prestigiosa institución madrileña en el marco de su ciclo regular “No por corto menos cine”, consagrado, justamente, a dicho formato fílmico que en años recientes ha ganado espacio en certámenes internacionales, tal como demuestra el exitoso recorrido de estas mismas obras cubanas por algunos de los festivales más importantes del mundo.

“A partir de muy diversas estrategias cinematográficas (el ensayo autorreferencial de Souvenir; la distopía experimental de La historia se escribe de noche; la ficción de género de El espacio roto; el documental interactivo en clave de comedia de Cuatro hoyos), estas obras exploran cuestiones esenciales de la experiencia cubana contemporánea: la aguda crisis social y política que atraviesa el país; el fetichismo ideológico respecto a la Revolución cubana; la crisis de valores al interior de la familia; la emigración y los encuentros insospechados que propicia”, detalló el curador.

Efectivamente, el público asistente a Casa de América podrá disfrutar esta vez de títulos ilustrativos de las ambiciones creativas y de las preocupaciones temáticas que motivan en el presente a los creadores cinematográficos de la movida independiente cubana. 

Además, se constatará allí la vitalidad del cine cubano emprendido desde la diáspora. Cuatro de estos realizadores –excepto Eduardo Eimil– residen hoy en España, empujados a dejar la isla en diferentes momentos de sus vidas debido la agudización de la crisis económica y, asimismo, la creciente represión política. En medio de las dificultades que supone crear en condiciones de emigración, todos ellos han sabido encontrar nichos para sacar adelante estas producciones que se encuentran a la vanguardia del cine cubano.

Vale destacar que tres de las películas corrieron a cargo de Estudio ST, proyecto independiente que, asentado igualmente en España, contribuye a forjar un ecosistema más sólido para los creadores isleños. La singularidad expresiva de La historia se escribe de noche, El espacio roto y Cuatro hoyos evidencia la certera visión estética que privilegia Estudio ST. El éxito de esos filmes en festivales internacionales certifica la validez de las estrategias que se traza dicha productora para visibilizar la creación independiente cubana en un panorama global.

Souvenir es definido por la propia Heidi Hassan como “un grito melancólico que denuncia la pobreza y la represión en Cuba, dirigido hacia aquellos que justifican los fracasos del régimen”. La realizadora de A media voz (codir. Patricia Pérez) resignifica colectivamente una experiencia migratoria personal, atenta al golpe que supone la separación y al peso de la memoria afectiva en quienes se ven forzados a dejar el país. A partir de ahí emprende una reflexión sobre cómo el turismo ideológico cosifica a Cuba, hace de la nación caribeña un parque temático del comunismo en un grotesco gesto de estetización que suprime el dolor, el trauma y la violencia experimentados por los cubanos en nombre de la Revolución. Souvenir ha participado en el Festival Internazionale Segni della Notte, en Urbino, Italia, así como en el Festival Cinélatino de Toulouse, Francia. 

Alejandro Alonso en La historia se escribe de noche empalma registros de las noches cubanas azotadas por los cortes de electricidad que cada día se vuelven más comunes en el país, para moldear una metáfora de la situación en que este se encuentra. El filme entrega un paisaje sensorial de sonidos industriales e imágenes de la oscuridad donde se divisa un tiempo histórico abocado a la desaparición. Según la sinopsis, el documental muestra imágenes de “los habitantes [que] intentan escapar de la penumbra mientras el fuego de las hogueras parece anunciar el fin de una época”, y estas alternan con una conversación entre el realizador y su madre, quien “cuenta una visión que desde hace años le atormenta”. La historia se escribe de noche se estrenó en el Festival de Rotterdam, donde integró la Tiger Short Competition. Entre sus galardones está el Premio a Mejor Cortometraje en Vienna Short (Austria), que dio al filme la posibilidad de optar por los laureles de la Academia de Hollywood, los Premios de Cine Europeo y los Premios BAFTA.

“Un excosmonauta roba una grabación de voz de carácter histórico. Al intentar venderla, descubre que su decisión puede afectar el destino de su familia”, dice la sinopsis de El espacio roto. Sus realizadores esculpieron un mañana distópico donde un hombre, aplastado por sus sueños del pasado, tiene fuerzas todavía para imaginar la posibilidad de un mundo mejor. Acerca del corto, Eduardo Emil y Gabriel Alemán han comentado: “Fabular sobre el posible hallazgo de una grabación de la voz de José Martí […] es adentrarnos en un cuestionamiento crítico de la realidad cubana actual. ¿A dónde va Cuba como nación? ¿Cuál es nuestro futuro? El título del corto hace referencia a un poema del héroe nacional cubano, «A los espacios», sobre la necesidad de cultivar la sensibilidad como único antídoto contra la desidia. El espacio roto sería entonces ese lugar indefinido en el interior de cualquier ser humano que puede ser dañado por la pérdida de valores”.

Cuatro hoyos es la primera película de Daniela Muñoz fuera de Cuba. El documental testimonia un emotivo encuentro entre la directora y un jubilado español que dedica sus días a jugar golf en las afueras de Madrid, en un pequeño campo improvisado por él. Más que el retrato de dos personalidades, la película es el dibujo de un encuentro entre dos personas de edades y países diferentes que, sin embargo, se reconocen, quizás por la pérdida de la audición que ambos padecen. A propósito de Cuatro hoyos, Muñoz explica: “Tengo una pérdida progresiva de los sonidos agudos. No escucho los pájaros ni los silbidos ni la lluvia. Mi hipoacusia ha ido cambiando la forma en que percibo la realidad y me relaciono con los otros. Hace un par de años vine a vivir a Madrid. Encontrar a José y su campo de golf en medio de un terreno baldío, y descubrir que tampoco podía escucharme bien, despertó un interés irremediable por quedarme, hacerle compañía e intentar escucharle”.

José Luis Aparicio ha afirmado en sus palabras de presentación de “Cuba: visiones de una isla fragmentada”que esta sesión fílmica en Madrid resulta “una nueva oportunidad de apreciar la riqueza e inventiva del cine independiente cubano”. Además, precisó que se trata de “un adelanto del programa de películas del V Festival de Cine INSTAR, que tendrá lugar del 28 de octubre al 3 de noviembre en múltiples ciudades alrededor del mundo”.

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“Visiones de una isla fragmentada”: muestra de cine cubano independiente llega a Madrid

Por ÁRBOL INVERTIDO – 3 septiembre, 2024

ÁRBOL INVERTIDO

Casa América, Madrid

Este 18 de septiembre en Casa de América (Madrid), se proyectan los cortometrajes cubanos Souvenir (Heidi Hassan), La historia se escribe de noche (Alejandro Alonso), El espacio roto (Gabriel Alemán, Eduardo Eimil) y Cuatro hoyos (Daniela Muñoz), seguidos de un coloquio con los realizadores.

El evento es curado por el también cineasta José Luis Aparicio. Según sus propias palabras, esta muestra puede considerarse un adelanto del “programa de películas del V Festival de Cine INSTAR, que tendrá lugar del 28 de octubre al 3 de noviembre” en varias ciudades del mundo, entre ellas Madrid y Barcelona.

“Los cortos que integran esta sesión, todos estrenados durante el último año”, continúa Aparicio, “son apenas cuatro esquirlas de un paisaje nacional cada día más complejo y fragmentado.”

De acuerdo con el curador de la muestra, “estas obras exploran cuestiones esenciales de la experiencia cubana contemporánea” tales como “la aguda crisis social y política que atraviesa el país; el fetichismo ideológico respecto a la Revolución cubana” o “la crisis de valores al interior de la familia”. Asimismo,estas piezas exploran las causas y consecuencias de “la emigración y los encuentros insospechados que propicia”.

La proyección de estos materiales tiene lugar el 18 de septiembre de 2024, a las 18.30 en la Sala Iberia de la Casa de América, en Madrid. La entrada es libre hasta completar aforo de 50 localidades y se comenzarán a distribuir los tickets una hora antes del comienzo de la proyección.

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“Cuba: Visiones de una isla fragmentada”: Cine independiente cubano en Madrid

Por CUBANET – 3 Septiembre, 2024

CUBANET

Casa de América. (Foto referencial: CC)

MADRID, España.- El próximo 18 de septiembre, Casa de América en Madrid será el escenario de la muestra “Cuba: visiones de una isla fragmentada”, una selección de cortometrajes de cine cubano independiente contemporáneo. Este evento forma parte del ciclo “No por corto menos cine”, organizado por la institución perteneciente al Ministerio de Asuntos Exteriores de España, y presentará cuatro cortos producidos entre 2023 y 2024 por cineastas cubanos radicados en España.

La proyección tendrá lugar en la sala Iberia de Casa de América a las 6:30 de la tarde, con entrada libre hasta completar el aforo de 50 personas. Las entradas se distribuirán una hora antes del inicio del evento.

La curaduría de esta muestra estuvo a cargo del cineasta cubano José Luis Aparicio, quien ha seleccionado obras que abordan temas esenciales de la experiencia cubana actual. Los cortometrajes que se proyectarán incluyen Souvenir de Heidi Hassan, La historia se escribe de noche de Alejandro Alonso, El espacio roto de Gabriel Alemán y Eduardo Eimil, y Cuatro hoyos de Daniela Muñoz.

A pesar de sus diferencias estilísticas y temáticas, estos cortometrajes comparten un enfoque común: la exploración de la compleja realidad social y política de Cuba. A través de diversas estrategias cinematográficas, como el ensayo autorreferencial, la distopía experimental, la ficción de género y el documental interactivo, estas obras profundizan en cuestiones como la crisis social y política, la emigración, y la pérdida de valores dentro de la familia cubana.

José Luis Aparicio ha destacado que esta muestra representa “una nueva oportunidad de apreciar la riqueza e inventiva del cine independiente cubano”. Además, señaló que servirá como un adelanto del V Festival de Cine INSTAR, que se celebrará del 28 de octubre al 3 de noviembre en diversas ciudades del mundo, incluidas Madrid y Barcelona.

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El cine cubano independiente vuelve a Casa de América de Madrid

Por DIARIO DE CUBA – 3 Septiembre, 2024

DIARIO DE CUBA

Fotograma de Souvenir, de Heidi Hassan / Imagen: Cinemateca Brasileña

“Cuba: visiones de una isla fragmentada” es el título de una muestra de cine cubano independiente que será exhibida en Casa de América, de Madrid, el próximo 18 de septiembre, y que está compuesta por cuatro cortometrajes producidos entre 2023 y 2024.

La selección reúne películas de cineastas cubanos radicados en España: Souvenir (Heidi Hassan), La historia se escribe de noche (Alejandro Alonso), El espacio roto (Gabriel Alemán, Eduardo Eimil) y Cuatro hoyos (Daniela Muñoz).

El programa, curado por el cineasta cubano José Luis Aparicio, forma parte del espacio “No por corto menos cine”, dedicado a ese formato audiovisual y que organiza regularmente la institución, perteneciente al Ministerio de Asuntos Exteriores de España.

“Acercarse a la Cuba de hoy es encontrar un país escondido más allá de sus límites geográficos. Los cortos que integran esta sesión, todos estrenados durante el último año, son apenas cuatro esquirlas de un paisaje nacional cada día más complejo y fragmentado”, indica el programa de la selección.

“A partir de muy diversas estrategias cinematográficas (el ensayo autorreferencial de Souvenir; la distopía experimental de La historia se escribe de noche; la ficción de género de El espacio roto; el documental interactivo en clave de comedia de Cuatro hoyos), estas obras exploran cuestiones esenciales de la experiencia cubana contemporánea: la aguda crisis social y política que atraviesa el país; el fetichismo ideológico respecto a la Revolución cubana; la crisis de valores al interior de la familia; la emigración y los encuentros insospechados que propicia”, agrega. 

Según Aparicio, la proyección es también “una nueva oportunidad de apreciar la riqueza e inventiva del cine independiente cubano”, al tiempo que supone “un adelanto del programa de películas del V Festival de Cine INSTAR, que tendrá lugar del 28 de octubre al 3 de noviembre en múltiples ciudades alrededor del mundo, entre ellas, Madrid y Barcelona”.

Souvenir, el regreso a la realización de Heidi Hassan, laureada junto a Patricia Pérez por su largometraje A media voz (2019), señala en su sinopsis: “Turistas fascinados se pasean por el museo dedicado a la memoria de la RDA (la extinta República Democrática Alemana) como si fuera un parque de atracciones, indiferentes a las dolorosas historias acontecidas bajo el régimen comunista. Su desenfadada atracción por lo vintage, su cómoda desmemoria y su necesidad de utopía los vuelven ingenuos cómplices de la realidad cubana actual”.

Hassan ha definido esta pieza de 11 minutos como “un grito melancólico que denuncia la pobreza y la represión en Cuba, dirigido hacia aquellos que justifican los fracasos del régimen”.

Por su lado, La historia se escribe de noche tiene una trama que podría resumirse como sigue: “Un gran apagón ha sumergido a Cuba en la oscuridad. En las calles, los habitantes intentan escapar de la penumbra mientras el fuego de las hogueras parece anunciar el fin de una época. Refugiados en el interior de nuestra casa, mi madre me cuenta una visión que desde hace años le atormenta”.

En cuanto a El espacio roto, un corto de ficción con un elenco que incluye a Delvys Fernández, Osvaldo Doimeadiós, Beatriz Viña, Brayan Alejandro Hevia y Belissa Cruz, fabula en torno al hallazgo de una grabación de audio con la voz de José Martí.

Finalmente, Cuatro hoyos sigue a Pepe, un anciano español que ha improvisado su propio campo de golf en las afueras de Madrid. Daniela, una joven cineasta, descubre su rutina mientras intenta retratarlo. Ambos tienen pérdida auditiva. Al borde de un espacio condenado a desaparecer, la cámara traduce este improbable “diálogo de sordos”. Dos generaciones y culturas muy distintas se encuentran aquí a través del cine.

Sobre el proyecto, dijo Daniela Muñoz, su directora: “Tengo una pérdida progresiva de los sonidos agudos. No escucho los pájaros ni los silbidos ni la lluvia. Mi hipoacusia ha ido cambiando la forma en que percibo la realidad y me relaciono con los otros. Hace un par de años vine a vivir a Madrid. Encontrar a José y su campo de golf en medio de un terreno baldío, y descubrir que tampoco podía escucharme bien, despertó un interés irremediable por quedarme, hacerle compañía e intentar escucharle. Cuatro hoyos es la primera película que hago fuera de Cuba: el retrato de un encuentro”.

El programa fílmico será exhibido el miércoles 18 de septiembre de 2024 a las 6:30PM en la sala Iberia, cine de Casa de América, con entrada libre hasta completar el aforo de 50 localidades. Las entradas se comenzarán a distribuir una hora antes del comienzo de la proyección.

Al finalizar esta, habrá un coloquio con los cineastas.

En junio de 2023, la Casa de América organizó la muestra “Cine independiente cubano: nuevos imaginarios”, que sesionó durante un mes y se convirtió en una de las selecciones más amplias y representativas de audiovisual de la Isla en los últimos años.

La curaduría en esa ocasión incluyó las ficciones Gloria eterna (Yimit Ramírez, 2018); El rodeo (Carlos Melián, 2021) y Tundra (José Luis Aparicio, 2021); así como los documentales La opción cero (Marcel Beltrán, 2020); Petricor (Violena Ampudia, 2022); Los puros (Carla Valdés León, 2020); Umbra (Daniela Muñoz, 2021); Home (Alejandro Alonso, 2019) y Los perros de Amundsen (Rafael Ramírez, 2017).

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Pásame el mando: Los intrigantes programas del BAMPFA celebran Los Ángeles, Cuba, Hong Kong y China

Por RANDY MAYERS – 26 agosto, 2024

BAY CITY NEWS

Un vídeo viral lanza a Yolanda (Lola Amores) a una búsqueda desesperada en «Mujer salvaje», parte del ciclo «Cine cubano sin fronteras».

El Museo de Arte de Berkeley y el Archivo Cinematográfico del Pacífico llevan al público a un viaje de placer cinematográfico con paradas en Los Ángeles, Cuba, Hong Kong y China. 

Abróchate el cinturón, coge tus entradas y disfruta de estos cinco ciclos en los próximos meses. 

«Ciudades y cine: Los Ángeles» (6 de septiembre-3 de octubre): La ciudad donde los sueños suceden, o se truncan, atrae la atención de muchos cineastas por diversas razones. El PFA celebra las diversas representaciones de la Ciudad de los Ángeles y sus habitantes con proyecciones de joyas bien conocidas —el clásico noir perfecto de Roman Polanski «Chinatown» (19.00 h., 6 de septiembre) y el musical homenaje a «La La Land» de Damien Chazelle (19.00 h., 20 de septiembre)— y otras de las que quizá no haya oído hablar. También se proyectará el clásico de culto «Smog» (18.30 h., 14 de septiembre), de Franco Rossi, que utilizó 80 localizaciones diferentes de la ciudad para contar la historia de un abogado italiano que, durante una escala en un vuelo, recibe una visita guiada de unos expatriados italianos; y «Water and Power» (19.00 h., 25 de septiembre), de Pat O’Neill, un documental que complementa el enrevesado argumento de «Chinatown» al mostrar el tira y afloja entre la naturaleza y las necesidades industriales.  

«Trilogía Apocalipsis adolescente de Gregg Araki» (28-29 de septiembre): Araki levantó un dedo (y ya sabemos qué dedo era) a la era Reagan/Bush, cuando los piadosos conservadores se enzarzaron en una guerra cultural que intentaba amordazar a los artistas al tiempo que raramente abordaba la crisis del sida. Las tres producciones rebeldes de Araki mezclan indignación, violencia y sexo caliente con un intrigante elenco de personajes de la contracultura hartos del sistema. El actor James Duval protagonizó los tres largometrajes atemporales de Araki: Totally F***ed Up» (1993, 17:30 h., 28 de septiembre), “The Doom Generation” (1995, 20:00 h., 28 de septiembre) y “Nowhere” (1997, 19:00 h., 29 de septiembre). ¿Sólo puede hacer una? Vea «The Doom Generation», el punto álgido de la serie. Además, Duval estará presente en todas las proyecciones. 

«Cine cubano sin fronteras» (23 de octubre-16 de noviembre): Patrocinado por el Instituto de Artivismo Hannah Arendt, que promueve la justicia social en Cuba, y el Departamento de Cine y Medios de Comunicación de la Universidad de California Berkeley, este programa que invita a la reflexión muestra a cineastas (entre ellos Nicolás Guillén Landrián, que desafió la censura y fue encarcelado por su pensamiento crítico) que ofrecen una mirada realista y sin tapujos sobre cómo era y es la vida en Cuba. El programa incluye el documental de Ernesto Daranas Serrano «Landrián 2023» (19.00 h., 10 de octubre), sobre el empeño del director por restaurar las películas de Landrián; y «Landrián restaurado» (19.00 h., 24 de octubre), una colección de cortometrajes de Landrián. Otro largometraje que suena intrigante es «Mujer salvaje», de Alán González (27 de octubre, 19.00 horas), un drama de 2023 en el que una madre se enfrenta a la crudeza del machismo después de que su amante y su marido se peleen y el altercado se haga viral.  

«Cine de Hong Kong con Paul Fonoroff» (del 17 al 27 de octubre): Fonoroff, coleccionista de cine, crítico y actor, presentará una ecléctica selección de películas en las que participó entre los años ochenta y noventa. Yo compraría inmediatamente una entrada para la épica de artes marciales «Érase una vez en China II» (19 de octubre, 19 h), de Tsui Hark, de 1992, con el icónico y ágil Jet Li haciendo picadillo a un grupo de malos con movimientos de lucha gloriosamente coreografiados. ¿Te apetece una comedia romántica? ¿Qué tal Now You See Love, Now You Don’t (Ahora ves el amor, ahora no), de Alex Law y Mabel Cheung (7 p.m., 25 de octubre), con el duro Chow Yun-Fat («Hard Boiled») mostrando su lado más tierno como un tipo que se reencuentra con su amor de la infancia?  

«Jia Zhangke: Cineasta residente» (del 7 al 30 de noviembre): Este ciclo de 12 películas promete ser una de las mejores delicias cinematográficas de la temporada. (El aclamado y galardonado cineasta capta tanto el espíritu inquieto de sus personajes como los inquietos cambios que se están produciendo en China. Además, Jia aparecerá del 7 al 13 de noviembre, comenzando con la proyección de su drama de 2024 «Atrapados por las mareas» (7 p.m.), una aventurera fusión de documental y narración que describe la vida de una mujer soltera desde su juventud hasta la madurez. Otra película que llenará el Barbro Osher Theater de la PFA es la épica de 2018 «Ash Is Purest White» (13 de noviembre, 19.00 horas), un drama potente y absorbente que abarca la cambiante relación de 20 años entre un delincuente de pueblo y una mujer resistente, en el contexto de los cambios que está experimentando China.   

Para comprar entradas (10-14 $) y consultar todos los programas, visite bampfa.org/on-view/film-series.

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II Festival de Cine INSTAR: “Por la salud del cine cubano”

Por EDGAR ARIEL – 07 agosto, 2021

RIALTA

Cartel del II Festival de Cine INSTAR / Cartel de INSTAR (Facebook)

El Instituto de Artivismo Hannah Arendt, en colaboración con el colectivo Cine Cubano en Cuarentena (CCC), organiza la segunda edición de su festival cinematográfico, a desarrollarse en La Habana del 1 al 7 de noviembre de 2021. Abierta a obras realizadas desde 2019 en adelante, la convocatoria del evento permanecerá vigente hasta el 30 de septiembre próximo.

El II Festival de Cine INSTAR aspira a reunir materiales audiovisuales de cualquier nacionalidad, extensión, género y formato, “más allá de las clasificaciones y las divisiones taxonómicas”, según advierte la nota divulgada en redes sociales.

Abocados a una experiencia transgenérica, los organizadores establecerán una sección competitiva única que agrupará largos, medios y cortometrajes. De igual manera, tendrán cabida nuevas estéticas audiovisuales relacionadas con el cine expandido, experimental y otras más apegadas a las artes visuales.

Cada autor puede presentar cuantos filmes estime pertinentes, los cuales serán valorados por un jurado internacional que concederá un premio a la mejor obra en competencia y, asimismo, reconocerá las categorías de dirección, guion, fotografía, montaje, banda sonora y actuación. Adicionalmente, las películas cubanas en concurso podrán ser consideradas para el premio de distribución del Fondo PM que otorga INSTAR.

A fin de obtener el formulario de inscripción, los interesados pueden comunicarse a través del siguiente correo electrónico: festivalcine@instar.org. La selección oficial se dará a conocer el 30 de octubre en el sitio web del instituto.

Con la intención de apoyar el audiovisual cubano independiente, la primera edición de este festival de cine alternativo organizado por INSTAR tuvo lugar del 6 al 8 de diciembre de 2019, gracias al impulso de la actriz Lynn Cruz.

En aquella ocasión, la también realizadora cubana declaró a Rialta Noticias: “Esta propuesta parte de mi propio inconformismo. Las experiencias que tuve como actriz dentro de los espacios oficiales me hicieron desear un sitio donde se prioricen a los cineastas y a los actores de nuestro país, por el bien de nuestro propio cine”.

INSTAR –con sede en la calle Tejadillo #214, entre Aguacate y Compostela, La Habana Vieja– se fundó el 20 de mayo de 2015. Desde entonces se ha desarrollado, bajo la dirección de la artista Tania Bruguera, como un “centro de educación cívica” y un espacio “democrático y horizontal” que promueve el artivismo a favor de la memoria histórica del arte y la sociedad civil en su conjunto.

Para conocer cómo se han configurado las líneas curatoriales del II Festival de Cine INSTAR, el cineasta José Luis Aparicio y la poeta Katherine Bisquet, coordinadores de CCC, tuvieron a bien responder un breve cuestionario.

El pasado 1 de julio fue lanzada la convocatoria al II Festival de Cine INSTAR. Hoy, a más de un mes de su publicación, quisiéramos saber cómo se ha desarrollado la recepción de las obras. En este sentido, ¿cómo prefiguran la programación del festival?

La primera edición del Festival de Cine INSTAR tuvo un modelo completamente distinto al de esta edición. Esta vez el festival sacó una convocatoria pública para recibir obras que no se limitan al cine cubano. Nos interesa no sólo el cine cubano hecho en Cuba o por autores cubanos en la diáspora, sino de todas partes del mundo.

Hemos recibido proyectos de España y Colombia. Hemos recibido proyectos de cubanos que residen y crean en Cuba y de cubanos que residen y crean en el extranjero.

La curaduría de este festival consistirá básicamente en una sección competitiva donde se premiará la mejor película, más allá de las distinciones genéricas tradicionales. Predominará una visión del audiovisual sin taxonomías, abierta, plural. Queremos que ese sea el espíritu del II Festival de Cine INSTAR.

En esto incide el hecho de que INSTAR es un espacio más vinculado al mundo de las artes visuales, donde ya estas fronteras genéricas se han borrado de muchas maneras. Por eso queremos asumir obras de artistas que se salgan, incluso, de los esquemas más asentados, como el videoarte, la videoinstalación y la videocreación. Estamos abiertos a experiencias sui géneris.

Nos interesa incluir, además, un grupo de obras que se están generando, con mucha fuerza, en Cuba y fuera. Nos referimos a obras de realidad virtual, de realidad aumentada, de experimentación con estos límites de la creación audiovisual.

Estamos pidiendo películas que se hayan estrenado en una fecha posterior a 2019. Esto lo hacemos con el objetivo de recibir la producción más reciente, mediada por la pandemia. ¿Cómo se han traducido en la creación audiovisual los límites extremos de la actual crisis sanitaria? Es una pregunta que nos hacemos como colectivo curatorial.

El Festival de Cine INSTAR no tiene requerimientos de estreno. Pueden presentarse películas que se hayan proyectado tanto en Cuba como en cualquier festival del mundo, aunque también es este un festival que podría estrenar películas.

Lo que queremos que prime en la curaduría es la calidad artística de las obras. Nuestro interés es que sean obras arriesgadas, que exploren la idea de lo insólito, de lo experimental: los límites en la creación cinematográfica. Queremos películas que susciten experiencias conmovedoras y que no dejen a los espectadores indiferentes. Teniendo en cuenta los mismos preceptos de INSTAR como institución, nos interesa un tipo de creación que cuestione y problematice su realidad, la sociedad en que se inserta. Obras que incidan en el espacio cívico.

Como programadores estamos dispuestos a sorprendernos con lo que aparezca y a presentar el programa más variado, inclusivo y arriesgado posible.

¿Qué otras actividades tienen previstas además del visionado de los filmes?

Aparte de la programación competitiva habrá otras secciones de presentación de obras fuera de competencia. Queremos hacer retrospectivas relacionadas con la historia del cine cubano desde un punto de vista alternativo. Es de nuestro interés romper la visión canónica sobre el cine cubano: esa recurrencia de autores, obras, visiones e ideas de cómo entender el cine nacional.

Este trabajo lo comenzamos desde antes, con CCC, a fin de ensanchar la idea del cine cubano, bastante limitada debido a la hegemonía del ICAIC [Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos], como entidad de la cultura oficial, desde hace más de sesenta años.

Podrán verse retrospectivas que resaltarán obras y autores que han quedado al margen de esas narrativas oficiales desde las décadas de los cincuenta y sesenta hasta el día de hoy. Podrán entrar incluso piezas que no pertenezcan a cineastas, entendidos de una manera convencional: artistas visuales, por ejemplo, y en general creadores autodidactas que han logrado una obra audiovisual digna de ser mostrada y discutida.

También habrá presentaciones especiales de películas. Algunos autores serán invitados a dar clases magistrales, talleres y conferencias sobre temas muy variados. Tampoco faltarán momentos de intercambio entre el público y los cineastas. Igualmente, queremos realizar una exposición de artes visuales que establezca un diálogo con el mundo del audiovisual.

Por supuesto, todo ello está sujeto a las circunstancias de la actual pandemia de COVID-19.

¿Cómo CCC se insertó en la programación y acompañamiento del II Festival de Cine INSTAR?

CCC ha sido invitado por el equipo de INSTAR a ocuparse de la curaduría de este segundo festival. Como mismo Lynn Cruz se encargó de la curaduría del primero, nosotros nos encargamos de la curaduría del segundo. Quizá sea una práctica que INSTAR implemente en el futuro, ya veremos. Cada festival podría estar curado por una sensibilidad, perspectiva y visión diferente.

Creemos que es una idea muy interesante porque rompería lo que ocurre en muchos festivales del mundo: al tener un mismo director artístico y equipo curatorial durante muchos años se genera una identidad que a la larga es una camisa de fuerza, limita las posibilidades de crecimiento, la sorpresa y las búsquedas alternativas que deben incluir los festivales de cine. La idea es no petrificarse con una idea determinada, disecada, acerca de lo que es el cine o el audiovisual contemporáneo, y estar en constante transformación. Si INSTAR se propone seguir con estas curadurías múltiples, escaparía a ese esquema tradicional, bastante anquilosado, de los festivales de cine.

En este caso CCC, en colaboración muy estrecha con el equipo de INSTAR, se encarga de la programación y la curaduría del evento, así como del diseño de las demás actividades, más allá de las proyecciones.

Desde CCC lo vemos como una extensión del trabajo que venimos realizando hace ya más de un año. Creemos que el próximo paso evolutivo de todo este conocimiento, todo este saber, todo este trabajo de mapeo, es verterlo en eventos cinematográficos y curadurías para exposiciones, bienales y todo tipo de actividades donde se pueda socializar, no sólo desde el espacio virtual, para seguir ensanchando y complejizando las visiones sobre el cine cubano.

¿Qué importancia tiene la presencia de un festival como el de INSTAR en el paisaje de la cinematografía cubana?

No queremos exagerar al decir esto, pero es necesario, fundamental, que existan festivales como el de INSTAR para el crecimiento del cine y el audiovisual cubanos. Estamos hablando de un panorama bastante deprimido, no sólo por las condiciones extremas y limitantes que ha impuesto la pandemia en el mundo entero.

Por ejemplo, desde antes de la pandemia ya un evento fundamental como la Muestra Joven ICAIC se había postergado indefinidamente; cayó en una especie de limbo. Su equipo gestor ha dejado de trabajar prácticamente dentro del ICAIC. Es un evento cuyo futuro es bastante incierto.

El hecho de que exista el oasis de INSTAR, no sólo respecto al cine, sino en relación con toda la cultura cubana alternativa, es una suerte y dice mucho del trabajo incansable que hacen Tania Bruguera y su equipo.

El Festival de Cine INSTAR brinda un espacio al cine cubano; un cine que ha quedado un poco huérfano en los últimos años, que ha sido bastante maltratado por las instituciones oficiales, con importantes sucesos de censura y marginación. En tanto cineastas no nos sentimos protegidos ni respaldados por los funcionarios culturales de las instituciones que deberían responder a nuestras inquietudes.

Además, es importante no sólo que exista el espacio, sino que tenga esa filosofía tan abierta y democrática, con tanta libertad para pensar el concepto general. Es una gran oportunidad para CCC, y para seguir trabajando por la salud del cine cubano.

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Artista Tania Bruguera protagonizará conversatorio en Festival alternativo INSTAR, en el mes de diciembre en La Habana

Por MANU – 01 diciembre, 2021

CUBALLAMA

II Festival de Cine INSTAR, del 4 al 11 de diciembre.

Del 4 al 11 de diciembre se realizará la segunda edición del Festival de Cine INSTAR, organizado por el Instituto Internacional de Artivismo “Hannah Arendt” en alianza con el proyecto Cine Cubano en Cuarentena (CCC), que exhibirá de manera online 41 películas cubanas y latinoamericanas entre las que se encuentran Corazón Azul de Miguel Coyula, Quiero hacer una película de Yimit Ramírez y Sueños al pairo de Fernando Fragela y José Luis Aparicio, censuradas por las instituciones culturales cubanas debido a sus temáticas y posturas respecto a la política oficial cubana.

Este evento se convierte así en una plataforma alternativa para promover voces fílmicas nacionales mantenidas al margen de los circuitos de exhibición, distribución y promoción del Instituto cubano del Arte e Industria Cinematográficos y el Ministerio de Cultura, como la extinta Muestra Joven, el Festival Internacional de Cine de Gibara, el Almacén de la Imagen y el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. Precisamente, el Festival INSTAR se realizará paralelo a este último, que inaugurará la segunda parte de su edición 42 el próximo 3 de diciembre hasta el día 12.

La nota oficial del evento ofrece a los interesados las coordenadas para “asistir” virtualmente a las proyecciones, apuntando que “si usted es mayor de edad y vive en Cuba y le interesa sumarse a la experiencia online, le pedimos se ponga en contacto con los organizadores mediante la siguiente dirección electrónica  festivaldecine@instar.org. En el asunto escriba “Quiero asistir” y en el cuerpo de correo indique su nombre completo, su provincia y municipio de residencia, y un número de celular cubano, para poder orientarlo. Si usted reside fuera de Cuba en breve le daremos las indicaciones para participar del evento”.

El Festival INSTAR contará con dos conversatorios especiales, protagonizado uno por el artista suizo Milo Rau, y la creadora y activista cubana Tania Bruguera, fundadora del Festival de Cine y directora de INSTAR, quienes desarrollarán el tema “El rastro del documento”; y el otro será con el cineasta mexicano Alonso Ruizpalacios (Güeros, Museo), recientemente premiado en el 71º Festival de Berlín con el Oso de Plata a la Contribución artística sobresaliente por su documental Una película de policías (2021).

Entre las 33 películas de directores cubanos que contempla esta edición se exhibirán dos obras de corto metraje que contaron con el apoyo del Fondo PM para audiovisuales de Cuba, también organizado por INSTAR hace tres años para fomentar la creación fílmica cubana: Hora azul (Zoe García, 2020) premiada en 2018, y New Eva (Natalí Cardet, 2020) premiada en 2019.

Cinco mesas online discutirán los temas Cine cubano y migración, Distribución en el cine cubano, Cine de género en América Latina y el Caribe, y Queereme mucho. Audiovisual cubano sobre género e identidades divergentes. Este último complementará y se conectará con la sección temática Derivas Queer del Festival, que acoge películas como Pandēmos y Sexilio, de corto y largo metraje respectivamente, ambas del joven realizador cubano residente en Estados unidos Lázaro González, el largometraje Vulgarmente Clásica X de Nonardo Perea y la serie web Cuba también es queer de Nelson Julio Mairata. Todas de 2021.

Derivas queer es uno de los ocho ciclos temáticos programados por el Festival INSTAR, que incluyen La isla en peso, Mal de archivo, Derivas Queer, La otra Cuba, Cine-performance, Márgenes, Así de simple y Foco–Latinoamérica, donde se proyectarán seis películas de directores de México, República Dominicana, Colombia y España.

El programa incluye además dos talleres que expanden el alcance de las imágenes filmadas más allá de los campos comunes del Séptimo Arte: uno sobre videomapping para la experimentación con la imagen audiovisual y “Deconstruyendo el archivo visual de una comunidad”, este en alianza con la organización alemana HKW y su  Escuela del Nuevo Alfabeto #ContruyendoComunidad.

La primera edición del Festival de Cine tuvo lugar en el mes de diciembre de 2019, y su curaduría corrió a cargo de la actriz cubana Lynn Cruz, como conclusión de la Muestra Cine Independiente-Cine Pendiente, desarrollada en INSTAR por ella durante un año.

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A las puertas del II Festival de Cine INSTAR

Por RIALTA STAFF – 02 diciembre, 2021

RIALTA

II Festival de Cine INSTAR, del 4 al 11 de diciembre.

El II Festival de Cine INSTAR tendrá lugar, casi en su totalidad de manera telemática, del 4 al 11 de diciembre. Durante una semana, el Instituto de Artivismo Hannah Arendt (INSTAR) y el colectivo Cine Cubano en Cuarentena (CCC) proponen una cita inclusiva donde en buena medida se difuminarán las fronteras genéricas.

Según los organizadores, el encuentro se dividirá en varias secciones: “Mal de archivo”, “Derivas Queer”, “La isla en peso”, “La otra Cuba”, “Cine-performance”, “Márgenes”, “Así de simple”, y “Foco-Latinoamérica”. La programación comprende once ciclos temáticos, una retrospectiva dedicada a Manuel Marzel, realizador cubano radicado en España, y algunas presentaciones especiales. Entre estas últimas se anuncian las cintas A media voz, de Patricia Pérez y Heidi Hassan, así como Quiero hacer una película, de Yimit Ramírez, y Corazón azul, de Miguel Coyula, ambas censuradas en Cuba.

Serán exhibidos en total 41 filmes: 33 cubanos, y el resto de cineastas de México, República Dominicana, Colombia y España. También serán 33 las películas consideradas estrenos en la isla.

Asimismo, están previstas cinco charlas sobre cine cubano y migración, distribución en el cine cubano, cine de género en América Latina y el Caribe, el audiovisual cubano sobre género e identidades divergentes, entre otros tópicos.

Uno de los momentos que genera mayores expectativas es la conversación fijada para el sábado 4 a las 10:00 a.m. (hora de Cuba) entre la fundadora de este festival y directora de INSTAR, la artivista Tania Bruguera, y el creador suizo Milo Rau. Por su parte, el mexicano Alonso Ruizpalacios hablará, en fecha aún por definir, sobre su recorrido como cineasta.

Igualmente se anuncia un taller sobre videomapping y, en alianza con la organización alemana HKW y su Escuela del Alfabeto, el taller “Deconstructing a Community’s Visual Archive”.

La convocatoria del II Festival de Cine INSTAR fue lanzada para largos, medios y cortometrajes realizados a partir de 2019, “más allá de las clasificaciones y las divisiones taxonómicas”. El espacio se abrió también a nuevas estéticas audiovisuales relacionadas con el cine expandido, experimental y otras más apegadas a las artes visuales.

A fin de obtener mayor información, y con el interés de sumarse a la experiencia en línea, los interesados pueden comunicarse a través del siguiente correo electrónico: festivaldecine@instar.org.

Con el objetivo de apoyar el audiovisual cubano independiente, la primera edición de este festival de cine alternativo organizado por INSTAR tuvo lugar del 6 al 8 de diciembre de 2019, gracias al impulso de la actriz y realizadora Lynn Cruz.

En una reciente entrevista para Rialta Noticias, el cineasta José Luis Aparicio y la poeta Katherine Bisquet, coordinadores de CCC, destacaron que la curaduría de este festival estaba interesada en “que sean obras arriesgadas, que exploren la idea de lo insólito, de lo experimental: los límites de la creación cinematográfica”.

“Queremos películas que susciten experiencias conmovedoras y que no dejen a los espectadores indiferentes”, agregaron. “Teniendo en cuenta los mismos preceptos de INSTAR como institución, nos interesa un tipo de creación que cuestione y problematice su realidad, la sociedad en que se inserta. Obras que incidan en el espacio cívico”.

INSTAR –con sede en la calle Tejadillo #214, entre Aguacate y Compostela, La Habana Vieja– se fundó el 20 de mayo de 2015. Desde entonces se ha desarrollado, bajo la dirección de Tania Bruguera, como un “centro de educación cívica” y un espacio “democrático y horizontal” que promueve el artivismo a favor de la memoria histórica del arte y la sociedad civil en su conjunto.

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Comienza ya la segunda edición del Festival de Cine INSTAR

Por YANIA SUÁREZ – 03 diciembre, 2021

DIARIO DE CUBA

Lynn Cruz en un fotograma de 'Blue Heart' de Miguel Coyula. Imagen: BLUEHEARTFILM/ FACEBOOK

Auspiciado por el Instituto de Artivismo Hannah Arendt (INSTAR) y el proyecto independiente “Cine cubano en cuarentena”, se anuncia del 4 al 11 de diciembre la segunda edición del Festival de Cine INSTAR. En paralelo al Festival Internacional de Cine de la Habana, que organizan las autoridades del ICAIC, este evento alternativo tendrá lugar este año de manera casi completamente online y propone un programa que comprende 11 ciclos temáticos, una retrospectiva dedicada a Manuel Marzel  y tres presentaciones especiales.   

Dividido en siete secciones, el Festival de Cine INSTAR acogerá 41 películas de las cuales 33 serán cubanas, dos de ellas películas censuradas dentro de la Isla: Quiero hacer una película, de Yimit Ramirez, y Blue Heart de Miguel Coyula —que concurrirán como “presentación especial”, así como la multipremiada A media voz (Heidi Hassan y Patricia Pérez)—. Las películas foráneas que se exhibirán corresponden a México, República Dominicana, Colombia y España. Las secciones en las que se dividirá el Festival se han llamado “La isla en peso”, “Mal de archivo”, “Derivas Queer”, “La otra Cuba”, “Cine-performance”, “Márgenes”, “Así de simple” y “Foco-Latinoamérica”. Y 33 filmes serán presentados por primera vez en la Isla.

“Dos de las películas exhibidas en esta edición —agrega la nota publicada en la página de Facebook de INSTAR— han contado con el apoyo del Fondo PM para audiovisuales de Cuba, en la categoría de cortos de ficción: Hora azul (Zoe García, Premio PM 2018) y New Eva (Natalí Cardet, Premio PM 2019)”.

El Festival contará, además, con una parte teórica donde tendrán lugar cinco charlas que versarán sobre cine cubano y migración, distribución del cine cubano, cine de género en América Latina y el Caribe, y “Queereme mucho” (audiovisual cubano sobre género e identidades divergentes). Habrá un conversatorio entre el artista suizo Milo Rau y la artista cubana Tania Bruguera titulado “El rastro del documento” y otro con el cineasta mexicano Alonso Ruizpalacio que versará sobre su obra.

Dos talleres completan la lista de actividades del Festival de Cine INSTAR: uno sobre el video-mapping y otro llamado “Deconstruyendo el archivo visual de una comunidad”, que será en alianza con la organización alemana HKW y su  Escuela del Nuevo Alfabeto  #ContruyendoComunidad.

Los organizadores del Festival invitan al público de dentro de la Isla a sumarse a la experiencia online enviando una nota al correo festivalinstar@gmail.com que incluya en el cuerpo de correo su nombre completo, su provincia y municipio de residencia, y un número de celular cubano, para poder orientarlo. En el asunto deberán escribir “Quiero asistir”. Para más información, puede visitar la página de Facebook de INSTAR.

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II Festival de Cine Instar

Por 14yMedio – 06 diciembre, 2021

14YMEDIO

II Festival de Cine INSTAR

Fecha de inicio: 2021-12-04 03:00 am

Fecha de fin: 2021-12-11 17:59 pm

Ciudad: La Habana

Dirección: ‘Online’

Contacto: festivalinstar@gmail.com

Programado casi en su totalidad en formato ‘online’, el II Festival de Cine Instar, organizado por el Instituto de Artivismo Hannah Arendt de la artista Tania Bruguera, se celebrará del 4 al 11 de diciembre con un programa que se compone de 11 ciclos temáticos, una retrospectiva dedicada a Manuel Marzel y tres presentaciones especiales.

En la muestra serán exhibidos 41 filmes, 33 de ellos realizados durante 2019 por directores cubanos y otros 6 de México, República Dominicana, Colombia y España. Las instrucciones para participar y el costo de cada pase, se encuentra en esta página.

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‘El matadero’, documental del realizador cubano Fernando Fraguela, se estrena en el Festival de Cine INSTAR

Por ANGEL PÉREZ – 06 diciembre, 2021

RIALTA

Fotograma del documental ‘El matadero’, Fernando Fraguela Fosado, dir., 2021

El matadero (2021), la más reciente película de Fernando Fraguela Fosado, se estrena por estos días en el Festival de Cine INSTAR. Organizado por el Instituto de Artivismo Hannah Arendt y el proyecto Cine Cubano en Cuarentena (CCC), este evento dio inicio a su 2da edición el 4 de diciembre y se extenderá hasta el día 11, con una variada programación que incluye el estreno en Cuba de treinta tres filmes.

El documental de Fraguela Fosado hace parte de la sección titulada “La isla en peso” –en franco homenaje a Virgilio Piñera–, donde se agrupan algunos “alegatos fímicos sobre la Cuba contemporánea”, en los que se perciben “violencia política, precariedad material, frustración y desidia” como síntomas de un cuerpo social enfermo.

Ciertamente El matadero es un documento político. Pero su condición política está anudada al vigor de su concepción estética. Sus resortes expresivos, el repertorio lingüístico del audiovisual con que opera el realizador, persiguen una reconfiguración de los discursos y tramas simbólicas con que se presenta la imagen de la Revolución. Ese es un gesto creativo que moviliza a más de un director en la Cuba contemporánea, al punto de devenir un rasgo de dominancia cultural que explica muchas de las “formas” audiovisuales del paisaje cinematográfico cubano.

El matadero presenta el fracaso del programa revolucionario, la demagogia de su discurso triunfalista, la precariedad a que está sometida la cotidianidad del individuo como resultado de los condicionamientos económicos de un proyecto de sociedad en absoluta decadencia. Pero su mirada se enfoca –y es ahí donde cobra potencia el gesto político– en los reductos de la subjetividad; se inclina a contemplar la huella que el fracaso ha dejado en la familia, en el mundo de los afectos individuales, en el espacio de los deseos y las expectativas de futuro.

En materia de realización, Fraguela Fosado recurre a una solución narrativa que también se ha vuelto característica del documental contemporáneo cubano: el subrayado del yo como sujeto de la enunciación. Todo cuanto vemos en pantalla –la realidad y el mundo de los otros– está condicionado por las percepciones de una voice over que expone sus contrariedades personales, su mundo interior, sus crisis de identidad… Y es que poco interesan los perfiles disímiles desde los que se puede interpretar o leer la realidad y las circunstancias existenciales atendidas en la película; cuanto verdaderamente importa es el punto de vista, la mirada, el pensamiento que ese yo tiende sobre el mundo. El afuera (las imágenes documentadas, las fotografías y videos de archivos, los discursos de Fidel Castro) son motivos, objetos, residuos que explican el modelado de la identidad de un ser, el estado de un imaginario.

La película registra la dinámica de un barrio de Pinar del Río, y se detiene especialmente en Dusniel Pereda Pérez, amigo de la infancia de Fraguela Fosado. El paso constante de planos generales de la comunidad –donde se observan los bloques de edificios que metaforizan ya la petrificación del proyecto de “hombre nuevo”– a primeros planos y planos detalles de los individuos, del entorno y, sobre todo, de la porqueriza donde Dusniel ve pasar sus días, con la esperanza de escapar de la isla, explican la voluntad alegórica del director. El micromundo del barrio –con sus movimientos cotidianos incluidos, que, aunque brevemente, son bien retratados por el realizador–, y el destino particular de Dusniel, devienen una metáfora del país todo.

Dusniel tiene un acentuado alcance genérico; más que su individualidad, al filme le interesa su condición social, su posición en el comportamiento histórico de Cuba… Él es un símbolo resonante de las disyuntivas que en la actualidad marcan las vivencias de muchos jóvenes, y de los no tan jóvenes. Dusniel puede ser cualquier cubano inmerso en una insondable crisis de futuro, convencido de que no existe otra posibilidad de vida que escapar de la isla.

A propósito de la perspicacia con que Fraguela Fosado argumenta la descomposición de un país y sus individuos, habría que destacar también la fotografía que llama la atención allí donde consigue arrancar del espacio un habitus, de la descripción física del entorno una explicación del estado de vida de la gente. Escasamente vemos rostros en la película; cuando aparecen, se ven a distancia o a contraluz. Bastan sus cuerpos, cuerpos genéricos de un país.

Es interesante la superposición de texturas y registros audiovisuales que trenza el director. Al comentar los intentos de Dusniel de escapar del país en lancha, utiliza un grupo de imágenes tomadas de un videojuego; estas decisiones –los irónicos segmentos de animados sobre la voz de Fidel– caracterizan emotivamente la anécdota referida y reportan riqueza expresiva al documental, sobre todo dada la organicidad con que el montaje las integra. Al ser el documental, en puridad, una confesión íntima, las imágenes resultan corolario de la palabra, de la voz en sordina del realizador que contrasta con los estentóreos discursos de Fidel.

Fraguela Fosado mira el barrio, mira a Dusniel, para intentar comprenderse a sí mismo –el servicio militar, las actividades escolares, la avidez por emigrar, la escasez material, son facetas que han modelado su conciencia–. El matadero pone a circular así, nuevamente, la desvalorización del individuo y la crisis existencial de la juventud, problemáticas determinantes para la Cuba actual.

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Festival de Cine INSTAR: Augurios y presentes del audiovisual cubano

Por ANTONIO ENRIQUE GONZÁLEZ ROJAS – 07 diciembre, 2021

HYPERMEDIA MAGAZINE

Del Festival…

Que la segunda edición del Festival de Cine INSTAR exhiba filmes como Quiero hacer una película (Yimit Ramírez, 2020), Sueños al pairo (Fernando Fraguela y José Luis Aparicio, 2020), Corazón azul (Miguel Coyula, 2021), Vulgarmente clásica X (Nonardo Perea, 2021) y Now! (Eliécer Jiménez, 2016), evidencia la utilidad de una plataforma de visibilización y cartografía de las imágenes en movimiento concebidas por realizadores nacionales, que se piensa y sucede paralela a los espacios institucionales cubanos. Algo bien sabido, pero que nadie se había decidido a emprender antes; quizás, muchos aún aferrados desde un romanticismo a la pátina utópica de la Muestra Joven. Otros, sencillamente por falta de recursos o hasta miedo. 

La obediencia última a una agenda política excluyente —más allá de las flexibilizaciones dialógicas y las blanduras tolerantes que se aplican convenientemente para sosegar tensiones excesivas— hace que entidades como el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) y el ex-Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) —hoy rebautizado con un título incómodo y nada pegajoso— nieguen sus salas, pantallas y presupuestos a tales discursos que interpelan y discuten directamente la superestructura de valores, sacralidades, mitos y tabúes en que el poder cubano se asienta como sobre columnas de turbio aire. 

Películas como las mencionadas someten a revisiones, cuestionamientos e impugnaciones las mismas esencias de su pantagruélico capital simbólico. Indagan desnudeces, revelan erosiones. No tienen cabida en un modelo del mundo que desconoce, silencia, anula y condena todo lo que objete directamente “con nombre y apellidos” su panteón y sus tablas de la ley. Por eso no serán incluidas en ninguna muestra, festival o programación cinematográfica monopolizadas por las instituciones e ignorados, por tanto, en todas las cartografías que se hagan de la cinematografía cubana desde esta posición. Quedan fuera del cine cubano canónico, exiliadas, como tantas otras filmografías que les precedieron, las de Jiménez Leal, Ichazo, Canel, Villaverde, Almendros et al. 

La extinta Muestra Joven ICAIC —no creo que sea ya de otra manera, y no creo que deba resucitársele— fue la alternativa y gesto dialógico más efímero que longevo, de un poder hegemónico por naturaleza y principio, que buscó flexibilizar su campo de acción, mantener a sus enemigos potenciales más cerca que a los propios amigos, tener a buen recaudo a los cuervos de afilados picos y listos para punzar ojos. Nunca pasó de un espacio limitado, una zona de tolerancia, un gueto, un premio de consolación por el veto de la exhibición masiva que el ICAIC impuso a casi todas las obras contempladas en sus programas. Hasta que los muros no pudieron mantenerse invisibles por más tiempo y se revelaron paulatinamente, con los affaires de Revolution (Mayckell Pedrero, 2010), Despertar (Ricardo Figueredo, 2011), de la propia Quiero hacer…, y Sueños al pairo. Para mencionar los casos más escandalosos. 

El Festival de Cine de La Habana, primero que todo, no es un certamen de la fílmica cubana, aunque en su redil encuentren ideal oportunidad de estreno nacional numerosas películas —la mayoría de las no producidas directamente por el ICAIC casi siempre logran sus premieres mundiales en eventos fuera del país—, y oportunidades de visibilización entre los públicos cubanos, potenciales distribuidores y críticos que las fijen en panoramas analíticos e históricos. Pero igual no escapa a las influencias institucionales, que lo obliga a retirar películas como Santa y Andrés (Carlos Lechuga, 2016), luego de ser previamente escogidas, o incluye de repente, como sucedió con la selección oficial de su edición 42, filmes como El Mayor (Rigoberto López, 2020), sin explicar siquiera por qué no apareció en las listas originales, publicadas hace más de un año.  

La necesidad de muestras, festivales, circuitos de exhibición y distribución cubanas, en Cuba, no regidas por las instituciones oficiales, es un alarido de auxilio del audiovisual nacional, so pena de permanecer desconocido, inexistente, para la mayoría de los públicos. Estas iniciativas, como la organizada por el Instituto Internacional de Artivismo Hannah Arendt, tienen otras agendas, sin dudas. Tienen otras prioridades, concepciones, pero nunca será posible un espacio único de inclusión absoluta y utópica. Por eso esta se logra permitiendo y fomentando muchos espacios, cuyas respectivas exclusiones e inclusiones se complementen.

El Festival de Cine de INSTAR tiene que existir y provocar el surgimiento de otro más y otro y otro, de veinte muestras regidas por diferentes perspectivas, proyectos, conceptos de las calidades, lenguajes y posturas del cine. Y así el espacio de inclusión se va ensanchando y acercándose a la utopía de todos y para el bien de todos. Aunque todos, a su vez, busquen competir por legitimar sus propios “bienes”.

Incluso, el hecho de que varias películas sean seleccionadas por diferentes y divergentes plataformas de este tipo, sería un síntoma “utópico” de convivencia y aceptación entre eventos que no tienen por qué ser antagónicos. Hay y debe haber lugar para todos. La hegemonía nunca es la solución. Así, el Festival de La Habana y el de INSTAR coinciden en dos cortometrajes cubanos (sucedió parecido en 2019): Hora azul (Zoe Miranda, 2020) y Hapi Berdey Yusimi In Yur Dey(Ana Alpízar, 2020). Ambos se exhiben por partida doble como parte de las respectivas programaciones. No dejo de asumir con optimismo esta situación, pues el espacio de INSTAR se aleja del llano objetivo de “ir a la contraria”, de “yo acepto lo que rechazas y rechazo lo que tú aceptas”, que pudiera achacársele para disminuirlo. No quiero ni hablar de los pagos del enemigo, los golpes blandos y toda esa lata oxidada.

Si el ICAIC y el Festival desaparecen en algún momento tras el eventual cambio de régimen en Cuba, no debe ser por venganza de los desfavorecidos y los resentidos por la discriminación de que fueron objetos por la institución. Que sigan existiendo, a la par de numerosos otras entidades y plataformas no gubernamentales, será el signo más nítido de que el futuro puede ir más o menos bien. ¿Por qué no aspirar al paradigma martiano en estas horas oscuras en que todos piden las cabezas de todos —muchos con razones, otros con sinrazones?

Por otro lado, que la segunda edición del Festival de Cine INSTAR, concebida íntegramente online, exhiba películas como el ensayo audiovisual colectivo multinacional y multicultural Dancing in the Street. 11 grados de separación(2020), Amnesia colonial (avenencia) (Claudia Claremi, 2020) y A media voz (Heidi Hassan y Patricia Pérez, 2019) —también exhibida y premiada por el Festival de La Habana en previas ediciones—, indica que es un evento en vías de maduración y consolidación de una visión, de una identidad y de un riesgo artístico que trasciende el primer y significativo —histórico, en verdad— gesto de proponerse como una alternativa a las nociones institucionales del cine.

Igual que su primera edición de 2019, el evento transcurre a la par del Festival de La Habana —en este casi de “medio” Festival, por tratarse de la continuación de la edición 42º de 2020—, algo que, más allá de su indiscutible derecho a programarse en la fecha que más le venga en gana, no deja de caracterizarlo como una suerte de contrafestival, de desafío antagónico que a primera vista solo valga algo por este carácter contestatario y renegado; y no por valores autónomos curatoriales y conceptuales que al primer barrido analítico saltan a la vista. Incluso, si se hubiera programado esa primera edición en abril de 2019, paralela a la última Muestra Joven, el claro gesto antiinstitucional hubiera sido un poco más orgánico, pues se convertía en antípodas del certamen más importante del cine cubano fomentado y condicionado desde la institución. 

De las películas… (tres recomendaciones)

Dancing in the Street. 11 grados de separación, que forma parte de las presentaciones especiales del Festival, es una película proteica, transmutatoria, que discursa colectivamente acerca de la apropiación como acto creativo auténtico, gesto deconstructivo y estrategia discursiva. Discute con el mero concepto de lo original en el arte, en tanto esta asume casi siempre formas, cosas y fenómenos preestablecidos —incluso la zona abstracta—, previos a la creatura en sí que los recombinará en nuevos significados. Por lo que todo el arte termina siendo eminentemente apropiativo y referencial. Su autenticidad reside entonces en la resignificación que hace de estos elementos en el acto de alquimia semiótica que sería cada obra. 

Y una vez que las propias creaciones artísticas pasan a formar parte del universo a disposición de otros nuevos artistas, pues resultan susceptibles de ser resignificadas infinitamente cada vez que alguien vea en estas un potencial recurso expresivo para su tesis.

El cineasta estadounidense James Benning (13 Lakes, Twenty Cigarrettes), gurú unívoco del cine estructuralista, propone cinco planos en su consabido estilo contemplativo, filmados en Cuba, a donde el autor viene con frecuencia. Son cuatro espacios (un reloj, una calle, un edificio lleno de ventanas, un plano interior de una ventana lluviosa) y un rostro. Son cinco vías de acceso, de tránsito, de paso. 

El reloj, gran cronómetro del viaje hacia el futuro al que se arriba minuto a minuto, en cámara lenta, la tortuga constante e inquebrantable, sin Aquiles ni liebre. El rostro, en este caso del propio Benning, es la vía hacia las infinitudes de la mente, del alma, el raciocinio y el sueño, de la lógica y la poesía. Es una carta de navegación única del pensamiento de cada ser humano único, un paisaje en el que adivinar maravillas, una oportunidad de leer el pasado y los miedos por venir, mediante la aplicación de la fisiognomía, la morfopsicología y otras magias.

Las ventanas son alegorías de la posibilidad, del distanciamiento, de la invitación a trascender espacios hacia nuevas dimensiones, o bien el miedo consciente y cauteloso a afrontar estos riesgos. La carretera, que viene y va hacia destinos inescrutables, posibles e imposibles, es cardinal metáfora del movimiento ineluctable, fatal, inclemente, llena de adioses y bienvenidas efímeras. 

En el prólogo de la cinta Benning es definido como el grado 0, axis mundi a partir del cual otros once cineastas asumen sus pautas visuales y discursivas, y las transforman a sus imágenes y semejanzas. Filman en Cuba (Fabiana Salgado), Italia (Alessandro Focareta y Francesca Svampa), Colombia (Germán Ayala), Chile (Andrea Novoa), Brasil (Letícia Simões y Yuji Kodato), Argentina (Melisa Liebenthal), México (Gabriela Domínguez Ruvalcaba) y Estados Unidos (Yamel Thompson). Refieren, difieren, citan, se apropian, deforman, invierten, son consecuentes con el movimiento, con las variaciones dialécticas que propone el maestro estadounidense desde sus planos “estáticos”, cuyo dinamismo es de una vertiginosa delicadeza. Emergen nuevos conceptos, nuevas confesiones, reflexiones y narrativas. Nuevos conflictos. Nuevas tragedias y comedias.

En esta misma noción de lo apropiativo como base de toda creación cultural y artística humana se engarza Amnesia colonial (avenencia), y otras películas gestadas a partir de la reformulación de imágenes de archivo, también sobre el espíritu del ready made de Duchamp, como Causa No.1, 1989. Nosotros los acusados aquí… (Hamlet Lavastida, 2019) y 35 permutaciones en tres actos y un epílogo (Josué García y Marcos A. Yglesias, 2020). Confluyen las tres obras en la sección “Mal de archivo” del Festival de INSTAR. 

Amnesia… y 35 permutaciones… van, respectivamente, sobre la representación y la autorrepresentación de Cuba, del cubano, de los cubanos. La primera película parte de las visiones “domésticas” registradas por numerosas cámaras de turistas y la segunda se basa en grabaciones de VHS que los nacionales emigrados vieron como vía de comunicación más expedita y entrañable con sus familiares en la Isla, durante los años 90 e inicios de 2000.

Claremi opta por una puesta en escena de pantallas múltiples, al estilo de Timecode (Mike Figgis, 2000) u Open Windows(Nacho Bigalondo, 2014), que ponen en crisis las convencionales nociones de montaje, apelando a búsquedas más comunes en las zonas de la videoinstalación, o retrocediendo hasta las magnificentes proyecciones simultáneas en varias pantallas propuestas por Abel Gance a inicios del siglo XX. 

La simultaneidad de relatos que despliega Claremi sobre la pantalla invita a un ejercicio de montaje por elección, en parte guiado por la preeminencia de las pistas de sonido (al estilo de Figgis); o bien provoca una más pesimista perspectiva de multitud, de turba indiscernible, tautológica. Se reiteran hasta el infinito las perspectivas pintoresquistas, exóticas y muchas veces miserabilistas de innumerables turistas que entre 2012 y 2020 arribaron a las playas y pueblos cubanos, y filmaron a los isleños con la clásica curiosidad de los exploradores de la selva.

Los turistas observan cómo los cubanos pueden hablar, hacer algunos trucos sencillos, hasta usan ropas y caminan erguidos, y se exhiben en el mercado de las carnes lúbricas listas para consumir, para todos los gustos y apetitos erógenos. Coleccionan estereotipos, clichés. Confirman triunfalmente sus ideas coloniales sobre los cubanos de sonrisas enquistadas, sol, playa, maracas, sensualidad desbordada y chucherías. Juegan un poco con ellos, logran que se desvistan, que luzcan sus físicos tostados y atléticos. Se extrañan cuando confunden con otra turista a una cubana muy blanca, o descubren un pelirrojo que parece escandinavo. Suman estos episodios al repertorio de curiosidades que se llevan en sus equipos, y quizás no vean nunca más.   

Los turistas también graban las lógicas representacionales que siguen los cubanos ante sus lentes, sus plegamientos genuflexos a los caprichos de estos seres que reconocen superiores por el simple hecho de provenir de naciones allende los mares con sus armaduras, mosquetes que escupen fuego y cajas mágicas que atrapan imágenes y quizás roban el alma de quienes filman. La mente colonial colisiona con la mente subdesarrollada en estos videos reunidos por Claudia Claremi en la verdadera sinfonía de colonialismos que es Amnesia colonial (avenencia), trágica y urobórica, viciada y patética.

El Now! de Eliécer Almeida —aunque se ubica en la sección La isla en peso— se vale igualmente de las imágenes de archivo para estructurar su consciente manifiesto agitprop, que interpela, complementa y responde con su mirada endógena hacia las violencias policiales cubanas de la contemporaneidad nacional, a la mirada exógena e igualmente virulenta que tiene —no sin justicia y vastas razones— el prísitino Now! de Santiago Álvarez (1965) sobre las represiones de las fuerzas estadounidenses a los movimientos raciales reivindicatorios de esas épocas.

Como Dancing…, Almeida se sitúa también en un referente preexistente para desmenuzarlo, a la vez homenajearlo, reconocerlo con violencia, respetarlo agresivamente. Delatarlo como uno de las más geniales y contundentes miradas a la paja en el ojo ajeno que ha hecho la propaganda oficial cubana, mientras las vigas de las censura a PM (Sabá Cabrera Infante y Orlando Jiménez Leal, 1961), de los campos de trabajo forzado de la UMAP y de la homofobia institucional hendían con fuerza los globos oculares de la nación. 

Este Now! que exhibe el Festival de INSTAR también termina comulgando con la vehemencia de la mirada antimperialista de Álvarez y llama a aplicarla con el misma furor a las réplicas de estas estrategias violentas que se aprecian en las fuerzas policiales cubanas contra los que disienten. Aprueba su postura contra el poder hegemónico, hipócrita, que antes recibiera a Martin Luther King y ahora recibió a Barack Obama, otro líder negro estadounidense; mientras en ambas naciones se reprimían y se reprimen a mujeres negras, luchadoras por derechos y libertades civiles. Las semejanzas casi miméticas entre varias de las imágenes empleadas por Álvarez y Almeida llegan a dar un pavor que elimina de plano todas las distancias temporales, epocales, espaciales.   

Ambos audiovisuales, musicalizados por la Hava Nagila judaica en voz de Lena Horne, terminan conciliándose, uniéndose en un dueto que trasciende ideologías para enfilar sus agudezas audiovisuales hacia el poder abusivo y ambidextro que reencarna una y otra vez en gobernantes tanto diestros como pretendidamente siniestros. Las ideologías son pretextos y velos kitsch que se echan sobre las naturalezas rapaces e intolerantes de los autoritarismos. Los filosos gorjeos de la Horne los rasga y expone. 

Resulta saludable y plausible asumir ambos Now! como un díptico, una confluencia, un diálogo entre dos cubanos, entre dos cineastas que merecen ocupar por derecho propio un lugar en el panorama fílmico nacional. Uno no tiene por qué negar, solapar o exterminar al otro, justo por la plasticidad que demuestra tener el clásico de 1965 y su innegable influencia en el de 2016. Almeida es indiscutible epígono de lo mejor y más trascendente de la película de Santiago Álvarez, que seguirá siendo valiosa cuando de la Revolución que defendió rabiosamente no queden ni menudos pedazos. Y esta es la prueba que debe pasar Almeida, pervivir más allá de su justa militancia agitadora, de los motivos de su ira.  

De los exilios y las fugas…

Sobre la autorrepresentación en su arista íntima, emocional, fraternal, va la multipremiada A media voz, que se presenta de manera especial en el Festival, solo para públicos cubanos, según condicionó su distribuidor Habanero Films (igual sucede con Corazón azul). Esta película se articula a modo de diálogo entre dos amigas-hermanas cubanas que emigraron de Cuba en plena y lozana eclosión de sus potenciales como realizadoras. Es básicamente un acto de redescubrimiento, sanación y confesión. Van en pos de saldar la deuda eterna que el que se fue guarda consigo mismo, y con el Yo que en una realidad alternativa se quedó. 

A la vez, A media voz resulta una crónica de la reubicación y de la reconstrucción personal que demanda este proceso drástico, esta remoción de paradigmas y perspectivas asentadas en el espacio geocultural donde se nació y se creció. Es una recapitulación de consecuencias y posibilidades, articulada desde el cine ensayo, terreno de licitud creativa donde confluyen todos los recursos expresivos posibles del audiovisual, de lo visual, de lo sonoro, de lo dramático.

Heidi Hassan y Patricia Pérez establecen una suerte de epistolario de imágenes y palabras que entreteje grabaciones de archivo, fotos instantáneas y artísticas, recreaciones ficcionales (con actores incluidos), monólogos previamente guionizados ante el lente. La infertilidad que atormenta los cuarenta años de las dos protagonistas —dudas por un lado, intentos insistentes e infructuosos por el otro— es la metáfora más cabal y precisa de lo estéril que puede llegar a ser el proceso de reacomodamiento, de injerto sociocultural en un contexto ajeno.

La supervivencia es quizás la noción y la experiencia que más se modifica en estos procesos, a los cuales atinadamente Hassan y Pérez sustraen cualquier precisión cronológica —apenas se advierte el año 1988 en unas grabaciones que registran su niñez—. Así como dejan claro muchas veces que el entendimiento pleno de todo el abanico de conflictualidades sucede solo entre ellas. Para el espectador queda la cartografía de sensaciones y emociones derivadas de acontecimientos muchas veces sugeridos, enunciados, insinuados. 

Es definitivamente una historia de supervivencia y hasta de resistencia, mas nunca de arrepentimiento y fracaso. Estas heroínas han hecho y hacen sus caminos por un jardín mundial de senderos que se bifurcan hacia posibilidades nulas o posibles. Se llaman a susurros desde sus respectivos caminos. Hacen balance. Se fortalecen mutuamente al habitar de nuevo una patria íntima que han cultivado desde la infancia. Una patria portátil, cómoda, bien a la medida de sí mismas. Un terreno feraz donde todas las semillas germinan. Proyectan sus respectivas nostalgias sobre sí mismas.

Precisamente el exilio es uno de los ejes alrededor de los que se estructuran narrativas, ideas y alegorías en el Festival, rebasando la sección específica que parece habérsele destinado dentro del Festival, intitulada “La otra Cuba”, como sucede con la propia A media voz, rizomatizando así toda la muestra en su calidad de valor y fatalidad nacional, reflejo condicionado y alternativa extrema, castigo y flagelación, maldición y alivio. 

Un fantasma recorre el mundo. El fantasma de Cuba. Los cubanos fundan colonias íntimas en cada país que emigran. Son zonas de resistencia y nostalgia, refugios con aires de orfelinatos donde la inasible noción de cubanidad o cubanía se refuerza, se hace casi palpable más allá de los afeites costumbristas del ron, el tabaco y la rumba. La cubanidad de los exiliados se torna una abstracción coherente, una sensación inclasificable pero a la vez concreta, una fuerza en pugna y conciliación consigo misma, un paradigma ciego, una soledad multitudinaria, una agonía triunfal, un triunfo áspero.     

Los documentales Sueños al pairo y El gran impaciente (Carlos Arenal, 2020), y el cortometraje de ficción Alberto (Raúl Prado, 2019) integran un involuntario tríptico de migraciones y exilios de artistas e intelectuales cubanos. Dos músicos que se expresan a través de la guitarra (Alberto y Mike Porcel) y un intelectual devoto del cine (Germán Puig). Tres de los muchos cubanos que expanden la Isla a lo largo del planeta. 

Vulgarmente clásica X y Sexilio (Lázaro González, 2021) se ubican en la sección “Derivas Queer”, delatando al exilio como un conflicto comúnmente aparejado a los avatares de la comunidad LGTBIQ+ en la Cuba pos-1959, donde las ingles de varón apuntalaron una Revolución de los heterosexuales y para los heterosexuales. Incluso los placeres lúbricos fueron relegados a la esquina de las decadencias burguesas a erradicar en la nueva Revolución frígida, de machos bien cis pero asexuados. Una Revolución donde Fidel Castro, su líder y epítome, ocultaba sus relaciones con mujeres, a sus esposas, casado como estaba principalmente con su ego y con la proyección de este que era el proceso revolucionario. Fidel confesó durante el juicio de Marcos Rodríguez que se había hecho una revolución más grande que “nosotros mismos”. Más bien su ego fue el que resultó más grande que sí mismo, y aún lo sobrevive.

En la revolución de eunucos viriles no tenía cabida los gays, lesbianas, travestis, transexuales, más allá incluso de su preferencia sexual, sino por resultar lo sexual rasgo definitorio de sus identidades, de sus actitudes frente a la vida y principios existenciales. Un revolucionario no podía ser definido por el deseo, sino que debe dedicar todas estas energías a la construcción del futuro, como los sacerdotes y monjas católicas deben reprimir sus carnes para reforzar su dedicación a Dios y a Cristo.

Por eso, los homosexuales bien fuera de Cuba, ya que no pudieron ser reeducados en los campos de concentración de las UMAP en los 60. Que 1980 fuera un año de purgas y purificaciones de los cuerpos de la nación. Que el Mariel fuera el ano por el que el país evacuara definitivamente de sus entrañas los cuerpos raros, innecesarios, el detritus subhumano, los gusanos parasitarios, los que no tienen genes revolucionarios —esa raza superior y exclusiva de übermensch tropicales a la que el país y el mundo pertenece por derecho.    

Sexilio entrevista a dos de estos cubanos expulsados del país por sus preferencias sexuales, las cuales vetaban este derecho a ser revolucionarios, como explica uno de ellos. No se podía apoyar al proceso y gustar del sexo semejante. Por eso lo preciso del término que titula la película. Ambos abandonaron Cuba por el Mariel en 1980, el éxodo planificado del cual aún no se habla lo suficiente. Su sino trágico los acompañó hasta Estados Unidos, donde el Sida diezmó los números de sus amistades y amantes, a pesar de que otra vida les fue posible.

Michel, quien firma su película Vulgarmente… con el heterónimo de Nonardo Perea, era miembro del Movimiento San Isidro (MSI). Sufrió el acoso de la seguridad del Estado cubana por sus proyecciones políticas y creativas, hasta que la evasión del país fue la única solución para respirar. Ahora vive en España, acosado por la soledad. Con esta como inspiración y fuerza, compone un ensayo confesional hiperbólico, autorreferencial, abigarrado, bizarro, gozoso, trágico hasta las lágrimas, satírico, libelista por momentos, queer todo el tiempo. La obra afilada y las posturas radicales de creadores como Kenneth Anger, Bruce LaBruce, Pedro Lemebel y hasta Barbara Hammer, pendulan como espíritus tutelares, aunque el autor-protagonista mencione a Pedro Almodóvar.

Vulgarmente… es a la vez autoparodia, manifiesto de autorreafirmación y testimonio de vida, represión y fuga de un ser que se revela atormentado y alegre, débil y poderoso, optimista y deprimido. En la película exorciza su pasado inmediato de “entrevistas” de los agentes gubernamentales e intentos de reclutamiento para espiar al MSI. Parece ponerse en paz con este pasado incinerándolo, y sobre sus cenizas reconstruir su existencia, reunir y fundir los pedazos en nuevo molde. La nostalgia y la soledad pueden, en efecto, ser grandes aliadas, debilidades poderosas.     

35 permutaciones en tres actos y un epílogo, ubicada en “Mal de archivo”, va, como ya se dijo, de la construcción de la autorrepresentación del emigrado cubano, de la imagen que quiere ofrecer a sus familiares en Cuba, de cómo los quiere hacer partícipes de esta a través de crónicas audiovisuales domésticas, de cómo busca mostrarles el otro mundo posible allende el archipiélago de los sacrificios, con alimentos en abundancia y nieve. 

Estas grabaciones analógicas ajadas que reúnen Josué García y Marcos A. Yglesias en su documental son sobre todo testimonios de la búsqueda empecinada de la felicidad, de sistemas de valores sociales y familiares donde la emigración corona muchas veces las jerarquías. También son crónicas sutiles de la recuperación y la sanación de las heridas que Cuba les provocó, de la herida no cicatrizada que es Cuba  —o cuando menos una cicatriz dolorosa pero de la que no hay (no puede haber) arrepentimiento.       

Hapi Berdey Yusimi in Yur Dey, catalogada en el apartado “Así de simple” —concebido como vitrina para el cine cubano hecho por mujeres, con enfoque de género— es también una búsqueda quebrantada de la felicidad en tiempos de exilio. Es una fábula sobre los inxilios personales, sobre las violencias de género que no se solventan solo con el escape de los contextos, en tanto estas operan sin reparar en fronteras, nacionalidades, proyectos de vida o prosperidades. Yusimí (Yusilei Alfaro) huye de un mundo cubano donde ha padecido abusos, indiferencias familiares al respecto, se ha visto forzada a prostituirse. La emigración parece la clave de todo, y es clave para algunas cosas, pero otras vienen con la mujer para Estados Unidos y otras la esperan. 

Yusimí escapa de Cuba, pero no de sus subordinaciones patriarcales, las replica en Miami con un rostro más amable, una vida carnavalizada, inundada en lentejuelas, uñas artificiales y oro. Pero su relación con los hombres continúa siendo de sumisión y dependencia, ahora en un retablo rocambolesco. Proviene de una familia que siempre, como método de supervivencia a través de las generaciones, han apartado la vista de todo lo que quiebre la violenta y consensuada “estabilidad”. Como el pueblo hembra violado por el gobierno macho. Como el pueblo mujer sometido al gobierno hombre, que le da magro sustento y lo moldea con el hambre y los golpes.

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El futuro del cine cubano

Por ORLANDO ROJAS – 10 diciembre, 2021

RIALTA

Quiero hacer una película. Ilustración: Yimit Ramírez

Ayer vi una película que me tuvo la noche en vela. Se trata del film Quiero hacer una película, realizada por Yimit Ramírez y un equipo de intrépidos cineastas cubanos.

No estoy en condiciones ahora mismo de escribir una crítica de la película. Sobre todo porque es tan compleja, inteligente y original que para hacerlo necesitaría una segunda visión. Ello, sin embargo, no me impide pensar que mi futuro como cineasta, y el de tantos otros que como yo se han lanzado o han sido lanzados al vacío en el momento en que estaban alcanzando su definición mejor, depende de la suerte que corra este excepcional debut de Ramírez.

Quiero hacer una película es una obra fundamentalmente transgresora y, como tal, un ejercicio de libertad y coraje extremos. No hace falta vivir en Cuba ni conocer personalmente a Yimit (como es mi caso), para comprender que su film es el manifiesto de su honestidad como artista y, de paso, el manifiesto de toda una generación de cubanos. No quiero ser hiperbólico, pero no hallo otra obra en la filmografía nacional —institucional e/o independiente— que en ese sentido la iguale.

Yimit nos ha regalado, sin aspavientos ni falsas poetizaciones, un film que es émulo del Sin aliento de Jean Luc Godard, uno de los puntos de arranque de la Nueva Ola Francesa. Jugando con los dos términos más usados por el poder cultural y la crítica posrevolucionarios, siempre apurados en precisar un «deber ser» para el cine nacional, este film es responsablemente irresponsable.

Ramírez relata en su primer largometraje una emocionante historia de amor. Los que no lo comprendan así y prefieran clasificarlo como un film políticamente inconveniente o una película porno, tienen en la rutina múltiples razones para hacerlo. No hay tampoco en el cine nacional una historia de amor (o de amistad) que no haya necesitado de coartadas ideológicas, moralistas o aleccionadoras, para justificar su esencia romántica.

Con menos de lo logrado por Ramírez en QHUP, ha llegado el franco-argentino Gaspar Noé más de una vez al «olimpo» de Cannes, y con ello ha logrado espacios universales para un cine más innovador y arriesgado, tanto desde el punto de vista conceptual como formal.  

Pero sucede que el contexto en que tiene lugar el film es la Cuba de hoy, repleta de problemas, contradicciones, polarizaciones; una realidad que se antoja a muchos como laberinto sin salida. Ocurre además que uno de los personajes de la historia, el coprotagónico antihéroe, tiene criterios negativos acerca del «apóstol de la patria». Y acontece, por último, que el antihéroe, en su pasión por filmar lo que pasa a su alrededor, sorprende a cubanos exteriorizando opiniones controversiales durante acontecimientos reales, como la visita de Obama, el concierto de los Rolling Stones, o el anuncio de la muerte de Fidel Castro en un acto público.

Todos esos elementos han sido suficientes para condenar el filme al ostracismo y, lo más probable, para convertir a Yimit en un apestado. Al parecer, nuestros promotores culturales ignoran una máxima elemental: una obra no se «clasifica» por los «bocadillos» que diga un personaje. Parecen olvidar también que un Balzac monárquico fue considerado por Marx como el más perfecto de los historiadores. Así, en lugar de celebrar su nacimiento, las instituciones oficiales cubanas han decidido condenar la obra fílmica más importante de la reciente producción nacional a la muerte.

En la otra orilla, en la segunda ciudad más poblada de cubanos, la cinta hasta ahora está sufriendo el mismo castigo. En tiempos en que yo era el director artístico del Teatro Tower, de Miami, el film y sus autores hubieran gozado de una premier por todo lo alto y una amplia exhibición comercial. Así se hizo con otra obra notable, Santa y Andrés, de Carlos Lechuga.

Tal vez las causas del silencio miamense sean la pandemia de Covid-19, o el recrudecimiento de la sanciones contra la población cubana, que pica y se extiende.  Ojalá no sea que el Festival de Cine y el Teatro Tower, ambos bajo las alas del Miami Dade College, prefieran ahora promover panfletos políticos sin mérito artístico para satisfacer los gustos y sensibilidades de la parte del exilio cubano que aún maneja el timón ideológico de la ciudad.

¿Qué diría Martí si se enterara que por preservar su honra se está impidiendo al público cubano disfrutar la mejor actuación femenina que el cine nacional ha dado en toda su historia? ¿Qué diría si supiera que una decisión por parte de enajenados promotores le está cegando el camino al más original de los cineastas del momento?

El pistoletazo de la censura no solo atraviesa la obra censurada, traspasa de lado a lado el alma de su creador. Lo digo por experiencia. Es una herida que rara vez sana.

Ayer, cuando estaba a media película, sentí miedo. Miedo al vacío en que pueden terminar nuestras vidas. Y detuve la película. Me levanté y fui a tomar un poco de agua. Estaba sin aliento, como en el título de Godard. Y sentí envidia, una envidia desgarradora. Yimit, en noventa minutos cargados de sugerencias sutiles, sabiduría dramatúrgica, acuciosa dirección de actores y desbordado coraje, sin pretenderlo, me había enseñado lo que debía haber sabido desde siempre: que jugándose el todo por el todo es como único se conquista ese misterio que se llama arte.

Como el resentimiento, la envidia es un sentimiento inevitable. Pero ninguna envidia es sana. Por tanto, lo único que nos queda por hacer, a mí y a todos los que se han sentido sacudidos por el film de Ramírez, es ponernos los electrodos y darnos un electroshock; digo, si aún estamos a tiempo.

A veces por las tardes, cuando escribo el guión que supuestamente me llevará de regreso al cine de ficción, tengo la sensación de que, más que un acto de creación, es una sesión de terapia. Después de ver Quiero hacer una película, no puedo sin embargo conceder un segundo más a ese pesimismo. Si necesito verdaderamente volver a filmar, lo tengo que hacer aunque deba esconderme como Tony, el personaje del film, debajo de una cama.

Parafraseo de nuevo (y pido perdón si parece una lección): una república no se funda como un campamento, una república no crece pidiéndole a sus artistas que usen uniformes, una república perece si se oscurecen las pantallas del arte.

Gracias, Yimit Ramírez. Gracias Neisy Alpízar. Gracias, Tony Alonso. Por robarme el corazón.

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Proyectan películas censuradas en Cuba durante segundo Festival de Cine INSTAR

Por LÁZARO JAVIER CHIRINO – 08 diciembre, 2021

CIBERCUBA

Fotograma de ‘Quiero hacer una película’

El Instituto de Artivismo Hannah Arendt (INSTAR) realiza hasta el próximo sábado su segundo festival de cine, con obras audiovisuales independientes censuradas por el oficialismo cubano.

La muestra incluye títulos y autores como Quiero hacer una película (Yimit Ramírez, 2020), Sueños al pairo (Fernando Fraguela y José Luis Aparicio, 2020), Corazón azul (Miguel Coyula, 2021), Vulgarmente clásica X (Nonardo Perea, 2021) y Now! (Eliécer Jiménez, 2016).

Las presentaciones, totalmente online, comenzaron el 4 de diciembre último a través de una plataforma digital, en la que podrán inscribirse los interesados en disfrutar de un compendio creativo novedoso y transgresor.

Los cubanos que viven en la isla podrán disfrutar de las películas totalmente gratis, siempre y cuando realicen una serie de pasos previos y obtengan el código promocional que les da acceso a todo el contenido, tal y como se explica en la página de Facebook de INSTAR.

El crítico de cine Antonio Enrique González Rojas describió el Festival de Cine de INSTAR como una plataforma de visibilización y cartografía de las imágenes en movimiento concebidas por realizadores nacionales, que se piensa y sucede paralela a los espacios institucionales cubanos.

“La necesidad de muestras, festivales, circuitos de exhibición y distribución cubanas, en Cuba, no regidas por las instituciones oficiales, es un alarido de auxilio del audiovisual nacional, so pena de permanecer desconocido, inexistente, para la mayoría de los públicos”, escribió González Roja en Hipermedia Magazine.

En la muestra de cine también estarán presentes realizadores de otros países como México, República Dominicana, Colombia y España.

El Instituto de Artivisto Hannah Arendt fue creado en La habana por la artista y activista Tania Bruguera, y tiene como uno de sus objetivos trabajar con la gente que se encargará día a día de la construcción de la democracia en Cuba, demandando sus derechos y luchando por la justicia social en sus escuelas y trabajos; transformando a los espectadores en ciudadanos activos.

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El fondo PM de INSTAR para el cine independiente premia por tercera vez películas “incómodas” para el Estado Cubano

Por MANU – 14 diciembre, 2021

CUBALLAMA

II Festival de Cine INSTAR, del 4 al 11 de diciembre.

La tercera edición del Fondo PM del Instituto Internacional de Artivismo “Hannah Arendt” (INSTAR) premió con apoyos económicos a cinco proyectos de películas de realizadores cubanos en las categorías de Documental, Ficción, Nuevos Medios, Distribución convocada por primera vez para obras ya terminadas, y el Premio Nicolás Guillén Landrián para obras con “temáticas tabúes”.

Quiero hacer una película, de Yimit Ramírez, obtuvo el fondo de Distribución concedido en esta primera ocasión por el jurado que integraron Ricardo Acosta, Yaima Pardo La Red y el Emmanuel Martín.

La cinta formó parte de la recientemente celebrada segunda edición del Festival de Cine INSTAR, realizado de manera online del 4 al 11 de diciembre.

Caguayrán es el título del documental premiado en esta categoría genérica. Parece sangre fue la ficción galardonada y Apuntes para una película del destierro obtuvo el fondo PM en el apartado de Nuevos Medios. La película Omara recibió el premio Nicolás Guillén Landrián.

Los nombres de los autores y productores de estas obras no se han divulgado pues según declaró en exclusiva para Cuballama Noticias la coordinadora del Fondo, la artista Camila Lobón, INSTAR tiene “una política de confidencialidad, hasta ver el caso de cada contrato con cada director, cómo prefieren manejar el asunto. Sobre todo para los que están trabajando en Cuba y filmando en Cuba. Muchos prefieren mantener la confidencialidad de la naturaleza de los fondos hasta terminar el material porque, bueno, sabemos que pueden molestarlos, que la Seguridad del Estado puede meterse con ellos. Y para un poco protegerlos no damos los nombres específicos de los realizadores hasta no ver con cada uno, en cada caso, cómo quieren manejar el otorgamiento del fondo”.

Según reza el acta de los premios, publicada en las redes sociales de INSTAR, el jurado tomó en cuenta para premiar la “calidad conceptual de los materiales seleccionados”, así como la “factibilidad de llevar a feliz término lo que se proponía en los disímiles dossier que concursaban” y la “profesionalidad con que se crearon y diseñaron los dossier ganadores”.

El jurado propuso a los organizadores y coordinadores que para próximas ediciones se realicen talleres (workshop) previos a la aplicación definitiva, donde se otorguen las correctas herramientas a los noveles realizadores en aras de crear mejores dossiers”.

A su vez se reconoció la “inmensa importancia a que exista y persista dicho fondo y su hermano de causa, el Festival de Cine INSTAR; para el cine cubano independiente, y toda la diáspora que también lo conforma”.

En la actualidad, el panorama del cine cubano independiente se ha vuelto menos agresivo y estéril para las producciones de este cariz ante el fondo de fomento rectorado por los oficiales ICAIC y ex ICRT, pero el apoyo que brindan INSTAR y otras tantas entidades autónomas como las embajadas de Noruega y Holanda sigue siendo muy importante.

Camila Lobón comentó a Cuballama Noticias en este sentido que el “Instituto, en sentido general, desde su misión y desde sus bases, no se ha pensado como competencia de ninguna institución cubana, porque además es un proyecto pequeño sin fines de lucro. Pero sí ha intentado de alguna manera solventar y respaldar esas propuestas, esas producciones, y no solo en materia de cine, lo hacemos desde nuestros programas de residencias, desde los otros premios que tenemos. Esa producción y esa creación, que a nivel de contenido, por supuesto, no es asimilable por la institución cubana, no es respaldada, más bien marginada por las políticas culturales del país”, apuntó.

“En ese espíritu obviamente, lo que más respaldamos y apoyamos es la producción independiente, la producción que a nivel político es incómoda para el sistema”, explicó la artista y activista.

“Eso no es en ningún caso establecer una confrontación hacia la institución. Tampoco podemos ser competencia en lo económico, obviamente por los presupuestos que son aprobados a escala nacional para este fondo, por ejemplo del (ex) ICRT, pero en el caso del premio PM sí ha funcionado porque está enfocado precisamente en apoyar las producciones noveles, las producciones que además, desde el punto de vista presupuestario, como son independientes, son más experimentales y están dialogando directamente con contenidos a nivel político y social que no encontrarían otro respaldo por otras vías.”

“Entonces, ese es nuestro fondo, que fue inaugurado en 2018”, añadió. “No lo vemos como un adversario, ni como competencia de la institución. Simplemente hemos intentado desde el inicio, desde la fundación del Instituto, dar voz, respaldo el apoyo que podamos el punto de vista económico, conceptual, de trabajo, asesoría, a los proyectos que aplican. De hecho una de las características del premio PM es  intentar hacer un trabajo para las aplicaciones. O sea, un trabajo de asesoría y ayuda para el desarrollo de la presentación de los proyectos, porque en muchos casos son realizadores independientes, o que están comenzando, o son proyectos que por sus características no entran dentro de los cánones de la industria”.

El estatal “Decreto-Ley no. 373: Del creador audiovisual y cinematográfico independiente”, que entró en vigor el 27 de agosto de 2019, no contempla la distribución y la exhibición de las películas producidas con los fondos estatales destinados a estas. Por lo que el premio PM de INSTAR destinado específicamente a la distribución de cine cubre unas necesidades imperiosas.

Según Lobón, el fondo INSTAR “funciona de una forma bastante abierta y se va adaptando todo el tiempo a las necesidades de los proyectos que respalda, así que ha intentado hasta la fecha dar también seguimiento a los proyectos premiados y apoyarlos en todo lo que sea posible en materia de promoción, desde las plataformas del propio instituto hasta las redes de trabajo, de conexiones y de visibilidad que sea capaz de generar para mover estos proyectos”, explicó a Cuballama Noticias.

“En el caso específico de la distribución, abrimos desde esta última edición un fondo para distribución porque es una de las mayores necesidades que tienen los proyectos en Cuba. Es un trabajo que no solo está enmarcado en las bases del premio PM, sino que también ha ido realizando el instituto siempre que se ha acercado algún productor, algún cineasta, o algún realizador o creador con necesidades buscando el apoyo de INSTAR”, subrayó.

Lobon añadió que “el Instituto ha tenido siempre muy claro que su prioridad es poder acompañar y apoyar los proyectos en cada una de las disciplinas en las que ha abierto residencias, becas, fondos y premios. Lo que hemos priorizado es que siempre se puedan realizar las cosas a toda costa y en función de eso adaptar nuestras políticas de trabajo a las necesidades del contexto cubano, que obviamente son muy complejas y no se rigen por las normas en que se mueve una sociedad normal”.

En las dos ediciones anteriores de 2018 y 2019, el fondo PM acogió una treintena de proyectos, de los cuales este año se presentaron dos cortometrajes en el Festival de Cine INSTAR: Hora azul (Zoe García, 2020) premiada en 2018, y New Eva (Natalí Cardet, 2020). La primera se proyectó simultáneamente, como parte de la selección oficial del 42º Festival de Cine de La Habana.

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Homenaje al realizador cubano Manuel Marzel en el Festival de Cine INSTAR

Por ÁNGEL PÉREZ – 15 diciembre, 2023

RIALTA

‘A Norman McLaren’, Manuel Marzel, dir., 1990

La segunda edición del Festival de cine INSTAR acabó hace apenas tres días y, una vez más, el evento independiente contribuyó a visibilizar la pluralidad de voces presentes en la trama artística cubana, pese a que enfrenta un poder político hegemónico empeñado en regular la vida cultural del país. Entre el programa del Festival se destacó especialmente una retrospectiva del cineasta Manuel Marzel, integrada por versiones remasterizadas de tres de sus relevantes obras: A Norman McLaren (1990), Evidentemente comieron chocolate suizo (último rollo) (1991) y La ballena es buena (1991); merecido homenaje que coloca frente al lente de la crítica, nuevamente, a una de las voces más auténticas y audaces de nuestro cine.

Marzel es otro nombre en la nutrida lista de artistas cubanos malditos. Condenado a vivir en el exilio por una política que castiga el pensamiento diferente, este realizador ha fraguado una obra de inapreciable valor para el arte insular, que ha permanecido ya por demasiado tiempo en las periferias de la Historia de la cinematografía nacional. Su aventura estética –ciertamente dadaísta, como la ha calificado la crítica– desentonó demasiado con la cosmética favorecida por el poder, e inevitablemente pagó un precio bastante alto.

Este creador se jacta en la turbulencia de la experimentación. En el momento de su aparición, las películas que realizó fueron la apoteosis de la diferencia en el centro de un cuerpo cinematográfico demasiado estandarizado. Él era, entonces, uno de los signos de ruptura –quizás el más radical– que en ese instante avizoraba el advenimiento de lo nuevo.

Entrados los años noventa, A Norman McLaren, Evidentemente comieron chocolate suizo y La ballena es buena revisaban la tradición del cine experimental desde una genuina emancipación autoral. Frente a esas obras se revela un pensamiento fílmico auténtico, impactado por el mejor legado vanguardista. Al volver sobre ellas, el Festival ha querido posicionar a su autor en el justo lugar que le corresponde en el devenir del cine cubano; un gesto imprescindible en el proceso de reescritura que experimenta su Historia hace varios años.

Durante demasiadas décadas, la narrativa histórica del cine nacional se ha visto regida, primero, por los imperativos políticos del discurso “revolucionario”, y, segundo, por la autoridad de las narrativas y las estéticas privilegiadas por el mainstream cinematográfico –que reprime tanto la libertad misma del cine–. El rescate y la visibilización del trabajo audiovisual de Marzel es la demostración de que el cine cubano no ha sido monocorde jamás, y demanda ya un nuevo ajuste de su memoria y concepción.

Realizadas en el ICAIC, en la EICTV o al margen de cualquier institución, estas películas entroncan con una tradición del cine cubano todavía por contar con el debido rigor. Su concepción estética, en principio, desconoce el sociologismo que ha constituido la medida de la cinematografía insular. Marzel –junto a unos pocos que lo acompañaron en su época– tuvo la grande osadía de replantear las reglas del juego: no ya la manera en que se concebía/manejaba el lenguaje audiovisual, sobre todo los términos de la relación de ese lenguaje con lo real, con el curso de los acontecimientos históricos y la política.

En Cuba, el tipo de relación creativa que este realizador mantiene en sus películas con la imagen en movimiento –la burla del referente a favor de una autonomía de las formas y la catarsis continua del lenguaje–, se ha visto siempre subordinada frente a la necesidad de describir el mundo, el afuera. (Incluso la crítica se ha empeñado demasiado en leer los filmes desde un ángulo que prioriza sus vínculos con el contexto.) Al negarse de la manera más rotunda a participar de ese panorama, Marzel estaba potenciando la inventiva y la osadía artística. En sus filmes es posible advertir una audacia que redimía al cine cubano de un cerco programático que había condenado la rebeldía artística de que gozó en los años sesenta. La potente singularidad de este creador prometía hacer prodigiosa también la década del noventa.

A Norman McLaren, el primero de los extraordinarios cortometrajes de Marzel, deja ver un artista absolutamente resuelto. Es difícil encontrar una obra inicial que presuma, no ya del brío experimental y la irreverencia, fruto quizás de la juventud, sino de la aguda visión fílmica, la originalidad en el manejo de las formas, la organicidad y la riqueza imaginativa de esta película. Algunas técnicas de animación, descartes de películas y una precisa banda sonora, fueron suficiente para construir un ensayo audiovisual que ponía de cabeza todo lo que se estaba haciendo en el momento. El frenesí visual de A Norman McLaren es un derroche de sensibilidad heterodoxa que arremete contra todo molde y metodología. Lamentablemente se frustró ese camino que estaba ensanchando la mirada de nuestro cine en aquella época –incluso otros creadores que compartían el ánimo de Marzel no han vuelto a mostrar la virulencia que en ese instante dinamitaba todos los enclaustramientos–. Visto con el privilegio del tiempo, este cortometraje fue un explosivo en el centro mismo de la crisis de lenguaje vivida entonces por el cine cubano.

Luego, las ambiciones creativas latentes en Evidentemente comieron chocolate suizo, todos los recursos dispuestos para crear ese mundo caótico plagado de absurdo e ironía, evidencian una pródiga madurez creativa. En la naturaleza de la puesta en escena –marcadamente teatral–, en la dinámica de las acciones de los personajes, en el diálogo entre la imagen y la música (Amaury Pérez conduce con dos de sus canciones todo el metraje) hay una percepción muy esencial de aquello que pudiéramos llamar la cubanidad que al excesivo realismo de nuestro cine se le ha escapado.

Además, sin necesidad de apuntarlo en su argumento, este filme, como también La ballena es buena, fue capaz de aprehender la sensibilidad de una época cuyo modelo de sociedad se encontraba en plena decadencia, estremecido por contundentes acontecimientos históricos. En ambas obras, habría que advertir, todavía, para comprender su verdadera relevancia, la belleza y la expresividad de la fotografía; la elaboración tan precisa de los planos, tanto en su composición externa como interna. Ciertamente, la dinámica entre la acción de los personajes y el dueto fotografía/montaje resulta de una intrepidez extraordinaria en cada uno de los filmes.

A fin de cuentas, toda la filmografía de Marzel está atravesada por un ánimo de trasgresión que desconcierta al espectador incluso en la actualidad. La pasión de este director por las imágenes en movimiento injertaba en Cuba un replanteamiento del cine mismo. No se supo comprender…

A Norman McLaren, Evidentemente comieron chocolate suizo y La ballena es buena, y el resto de los filmes de Marzel, en su momento, fueron un grito de libertad creativa. Pero esa libertad no residía sólo en el carácter irreverente con que se instrumentaba el repertorio expresivo, ni en el principio lúdico que soporta la estructura del relato. Esa libertad se encontraba allí donde la poética forjada por el realizador resultaba impenetrable para el poder político; las imágenes de la obra de Marzel no podía ser capitalizadas por el atrincheramiento ideológico de ninguna época.

Al rescatar la obra de Marzel, el Festival de cine INSTAR deja una lección: mientras se privilegie los paradigmas tecnológicos, industriales, políticos, productivos o nacionalistas dictados por la norma para escribir la Historia, no se advertirá jamás con certeza la potencia estética de este creador, la puerta que su obra abrió para que el cine cubano se expandiera más allá de sí mismo, ni la complejidad real que ese mismo cine ha experimentado en el suceder del tiempo.

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Festival de Cine INSTAR, otra grieta en el muro de la censura en Cuba

Por DEAN LUIS REYES – 20 diciembre, 2021

DIARIO DE CUBA

La actriz Neisy Alpízar en una escena de 'Quiero hacer una película'. Imagen: Festival Rizoma

El Segundo Festival de Cine del Instituto Internacional de Artivismo Hannah Arendt (INSTAR), celebrado entre el 4 y el 11 de diciembre pasados desde Cuba, en simultáneo con la edición 43 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, demostró que un gran evento oficial puede coexistir con otro que se mantenga a buen recaudo de la censura que rige en la Isla.

Celebrar un encuentro virtual, que dejaba de lado la presentación en vivo de las películas y el intercambio con sus realizadores en la sede de la institución que dirige la artista Tania Bruguera, fue la primera decisión de los organizadores que puso en duda el éxito de la convocatoria. Pero, al cabo, terminó convirtiéndose en una de las claves de su acogida.

Asimismo, el Festival de Cine INSTAR puso en evidencia hasta qué punto lo más inquietante del audiovisual cubano independiente no pasa ya por el mayor festival de cine que se hace en Cuba. Y no lo hace por razones extra artísticas; en especial, el estigma que pesa sobre artistas y obras concretas de las que los funcionarios del Ministerio de Cultura cubano no quieren oír ni hablar.

De ahí que lo más visto del Festival INSTAR haya sido precisamente dos de los largometrajes de ficción cubanos recientes anatematizados por las autoridades: Quiero hacer una película (Yimit Ramírez, 2020) y Corazón azul (Miguel Coyula, 2021). El primero, centro de una agria discusión durante la Muestra Joven ICAIC de 2018; el segundo, la obra más reciente de un artista condenado a “muerte civil” en la Isla por oponerse a hacer concesiones. 

A ambos títulos, exhibidos en presentaciones especiales durante los días del encuentro, le siguieron en preferencia de los espectadores A media voz (Heidi Hassan y Patricia Pérez, 2019), Premio Coral al Mejor Documental del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de ese mismo año, aunque sin estreno en la Isla.

Pero, ¿cómo se ideó e hizo posible el Festival de Cine INSTAR? La periodista y activista Marta María Ramírez y el realizador José Luis Aparicio accedieron a revelarlo a DIARIO DE CUBA.

Ramírez, productora del festival, advierte que la idea de hacerlo presencial estuvo presente siempre, pero las limitaciones de movilidad a causa de la pandemia del Covid-19, así como la situación de hostigamiento de la sede de INSTAR en La Habana Vieja a manos de la Seguridad del Estado llevó a optar por una edición online.

“Descubrí Festhome, plataforma para festivales online, y aunque se revisaron varias similares, al final nos decantamos por esa”, cuenta.

Pero una vez decidido esto, quedaba el reto de cómo hacer que la gente en Cuba viera cine online, teniendo en cuenta la limitada conectividad y que Festhome exige al espectador un pago por el acceso al contenido.

“Se me ocurrió retomar la viejísima idea de los cineclubes para que pudieran verse las películas apoyando a una persona por casa, por punto de conexión. Y también financiar las invitaciones virtuales para que pudieran acceder desde Cuba sin tener que pagar. Igualmente se les brindó acceso a personas que sufren la privación de libertad dentro de sus casas y a cineastas y gente del medio”, explica.

“El propósito no era solo burlar la censura de contenidos, sino resolver cómo reunir más espectadores en un lugar seguro, cuidando las disposiciones sanitarias del país. Porque todas esas medidas se levantaron después que convocamos el festival online”, apunta. 

Como resultado del experimento, en los cineclubes creados para exhibir los títulos del festival, así como en otros ya existentes que se sumaron, las películas fueron vistas y además debatidas.

“Eso termina recompensando, porque si no llegamos a la cantidad de gente posible solo el hecho de que esa idea haya prendido y replicado es un mérito del festival”, dice Marta María.

Reinventar un festival

Al cineasta José Luis Aparicio y la poeta Katherine Bisquet tocó retomar la idea del Primer Festival de Cine INSTAR, organizado por la actriz Lynn Cruz en 2019, y que en 2020 fuera suspendido debido a la crisis sanitaria global. 

Aparicio participó en esa ocasión con su corto El secadero, y para 2020 había avanzado con Bisquet en la iniciativa Cine Cubano en Cuarentena, el mayor repositorio online de cine cubano hoy existente.

“Debido al hostigamiento contra Bisquet por la Seguridad del Estado, ella no pudo asumir la responsabilidad, así que me tocó terminar asumiendo la curaduría”, cuenta.

“Desde el inicio nos propusimos hacer un festival sin las divisiones taxonómicas tradicionales de los festivales de cine, entre documental y ficción, cine clásico y nuevas formas, etcétera. Tratamos de que las películas se vieran como lo que son, un poco bajo el concepto deleuziano de la imagen-tiempo. Por eso incluimos películas más próximas a las artes visuales, el performance, la videodocumentación, a experimentos entre el cine y el teatro. Invité a varios realizadores cercanos con obras realizadas de 2019 hasta hoy, años marcados por grandes eventos de censura, por la ausencia de la Muestra Joven ya durante dos años, la pandemia, más una crisis migratoria que ha acabado con los realizadores yéndose del país”.

Según el cineasta, el objetivo central fue enfrentar uno de los más graves problemas de la producción audiovisual cubana: su casi nula distribución y exhibición. “No hay espacios, cada vez hay menos para este tipo de película”, asegura.

El Festival acabó programando 42 películas, de ellas 33 estrenos para Cuba, y un puñado de secciones que cubrieron, según Aparicio, “asuntos sociales; la revisión crítica de la historia de Cuba; el cine queer en la Isla; la experimentación con los archivos; el cine hecho por mujeres con temática femenina; el audiovisual realizado en los márgenes sobre sujetos en los márgenes…”

Aparte de ello, dirigió el foco sobre el cine de Latinoamérica, presentando películas de los países más cercanos; una retrospectiva del realizador cubano Manuel Marzel; varias charlas; y un programa teórico con invitados internacionales como el realizador mexicano Alonso Ruizpalacios, Jorge Molina, Alejandro Fadel y Adrián García Bogliano, entre otros. Y además un taller de videomapping y otro sobre la deconstrucción del archivo visual de una comunidad para romper las narrativas tradicionales de países totalitarios.

Milos Rau, artista suizo Premio Nacional de Teatro en Austria, además de cineasta y periodista, fue asimismo entrevistado por Tania Bruguera durante otro de los espacios virtuales del encuentro.

El Festival de Cine INSTAR concluyó con la entrega de los premios para el fomento de la producción independiente, otra de las iniciativas de la institución para viabilizar la finalización y distribución de las películas que se producen fuera de los circuitos establecidos y/o que asumen enfoques estilísticos no convencionales.

“Hay que pasar a un plano donde los eventos alternativos no se definan por oposición a los oficiales, donde no haya como esta especie de pulsión de sustituir un evento con una hegemonía por otro, sino de oxigenar el panorama de exhibición dentro y fuera de Cuba”, concluye Aparicio.

“La idea es que este festival tenga sus propios propósitos, objetivos, líneas curatoriales, estrategias, y que no se sienta como una especie de prótesis. Es hora de crear una verdadera cultura alternativa fuerte, válida y legítima en sus propios derechos y aspiraciones. Hay que seguir generando espacios alternativos, no solamente en el cine, sino en todas las artes”, pide.

Según los organizadores, durante los días del festival la mayor parte de los espectadores estaban en Estados Unidos, Cuba, Reino Unido, Japón, España, Canadá, Italia, Suecia, México, Irlanda, Perú, Alemania, Argentina, Brasil, Puerto Rico, Austria, Países Bajos, Guadalupe, Colombia, Francia y Rusia. Todos reunidos para ver cine cubano.

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INSTAR lleva a Documenta 15 una Cuba donde el arte es una herramienta de cambio

Por JOSÉ LUIS REYES – 21 junio, 2022

DIARIO DE CUBA

Los proyectos que se acogen a la idea del "lumbung" que promueve el colectivo indonesio Ruangrupa. Documenta 15

Exhibición de obras, conferencias, un festival de cine, presentaciones de libros, entre otras actividades, lleva el Instituto de Artivismo Hannah Arendt (INSTAR), que dirige la cubana Tania Brugueraa la edición 15 de Documenta, la exposición de arte internacional que se celebra cada cinco años en Kassel, Alemania.

Con fecha de inicio el 18 de junio, el encuentro reúne este año alrededor de 1.000 artistas, principalmente de África, Asia y América Latina, en lo que se propone sea una mirada al sur global, y que dedica un espacio destacado al artivismo cubano y a las formas de resistencia desde el arte a la persecución del régimen.

El 18 de junio Bruguera, Ernesto Oroza y la crítico cubana Clara Astiasarán presentaron la Factografía Operativa, que los artistas proponen como un método de registro de las actividades de una comunidad; el 19 el periodista José Raúl Gallego presentó el proyecto de periodismo de datos Inventario; y el lunes la curadora Taiyana Pimentel presentó la conferencia “La transgresión de la institución como parte del pensamiento artístico desde los años 70”.

El programa de días venideros incluye la conferencia de Rafael Rojas “Breve historia de la censura en Cuba (1959-2021)”; un intercambio acerca de la intersección entre las artes y la lucha por los derechos humanos; una video performance de Sandra Ceballos, quien encabezará también un conversatorio sobre el proyecto habanero Espacio Aglutinador, que dirige; así como otro sobre el nuevo diseño gráfico cubano y sus intersecciones con el activismo.

Los eventos podrán ser vistos en el perfil de YouTube de INSTAR y el programa está disponible en su sitio oficial.

“Queremos dejarle claro al mundo que el buen clima no equivale a un buen Gobierno”, dijo Tania Bruguera a Deutsche Welle en referencia a la situación de Cuba que INSTAR hace visible.

Kassel acoge la Documenta hasta el 25 de septiembre, repartida en 32 salas de exposición de toda la ciudad. El enfoque de esta edición es menos las obras de arte individuales y más los procesos y proyectos. 

Comisariada por el colectivo de artistas indonesios Ruangrupa, este pidió a los proyectos invitados que abordaran temas como los derechos de los refugiados, la participación colaborativa y el poder de las comunidades que trabajan juntas.

Su principio rector se llama “Lumbung”, que se basa en un concepto indonesio de un granero de arroz donde el excedente de la cosecha se almacena y distribuye de forma comunitaria para el beneficio de todos.

Inspirándose en ese concepto, el colectivo de arte de Berlín ZK/U (Zentrum für Kunst und Urbanistik, o Centro de Arte y Urbanística) construyó un barco con un viejo techo de madera a dos aguas que pertenecía al grupo de artistas, arquitectos y curadores homónimo.

El barco, que fue bautizado como “Ciudadanía”, navega de Berlín a Kassel a lo largo de las vías fluviales de Alemania en un viaje que durará 60 días. Es uno de los muchos proyectos únicos asociados con el festival de este año.

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‘Tierra sin imágenes’. El cine cubano de lo ausente

Por JOSE LUIS APARICIO – 12 Julio, 2022

RIALTA

Prueba de proyección de ‘Land Without Images: The Absent in Cuban Cinema’, retrospectiva de cine cubano alternativo independiente

Lo propio del archivo es su laguna, su naturaleza horadada
Georges Didi-Huberman, Arde la imagen

Si juntásemos cada parte perdida,
haríamos el inventario de la ausencia del hombre.
Juan Carlos Flores, “La excavadora en la mina”

En el principio era el verbo. El verbo censurar. Y su razón, una película.

Que es lo mismo que decir: una piel delgada, diminuta.

Una membrana de luces y sombras.

La historia de la censura en la Cuba revolucionaria (el acto de retorcer y vulnerar una epidermis) se inicia con PM (1961), de Orlando Jiménez Leal y Sabá Cabrera Infante, un poema visual sobre el fin de la noche: ese trance que, en La Habana de ahora y la de entonces, antecede a la tiniebla más diurna y absoluta.

Orlando y Sabá fueron en busca del reverso, el envés de la isla luminosa y militante. Se adentraron en lo oscuro del pasado meridiano, y encontraron, entre la luz escasa y sucia de los bares del puerto, la Cuba febril de la música y el baile.

Un país decadente, pero más real que el de la propaganda.

La nación sudorosa de los pobres.

Que es lo mismo que decir: de los espectros.

Ante el horror matinal de una plaza vigilada se alzaba, como sueño húmedo, la noche de PM Fue regresar a los versos de José Martí (no a los versos del héroe nacional sino a los del poeta):

“Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche. ¿O son una las dos?”

Esta visión de la noche insular como la patria se terminó discutiendo en una asamblea.

“Dentro de la revolución todo, contra la revolución nada. […] Ningún derecho”, fueron las “palabras a los intelectuales”.

Fidel Castro declaraba la noche habanera contrarrevolucionaria.

P.M., nuestra primera película prohibida, era también nuestra primera película independiente. La primera que discutía a la Revolución su monopolio absoluto sobre la patria. Sobre sus formas posibles, sus transfiguraciones.

La nueva Cuba y su cine oficial se habían diseñado como un presidio concéntrico. El cine independiente cometió el pecado original: cruzó la franja que hacía discontinua la eficacia del panóptico.

En 1961 era la franja de la noche.

“El Máximo Líder anunció que una invasión de Estados Unidos estaba a la vuelta de la esquina. Cuba entró en un estado de guerra permanente. Todas las estaciones de radio y televisión se pusieron en cadena (a la que curiosamente se llamó la cadena de la libertad) para transmitir programas patrióticos y noticieros heroicos”, nos cuenta Orlando Jiménez Leal en El caso PM: cine, poder y censura.

“Enseguida hice un reportaje de cuatro minutos donde establecía un paralelo entre los milicianos que instalaban cañones en el Malecón y ametralladoras antiaéreas en los edificios públicos, y la gente que bailaba y se divertía en los bares”, agrega.

El pueblo de PM intentaba reconciliar “su responsabilidad histórica con la rumba”.

“En respuesta a la consigna oficial de Castro de Patria o Muerte, le oí una noche decir a una mulata en un bar mientras se contoneaba: Chico, ¿y por qué no Patria o Lesiones Leves?”, continúa Leal.

En el cine de un país donde todo se ve, la ceguera es siempre voluntaria, conveniente.

Como en aquel relato de Julio Cortázar donde lo real se hacía indistinguible de la ilusión novelesca, nuestro cine ensayó una temprana continuidad de los parques, arrimando un epicentro de La Habana intramuros a los más tranquilos prados del destierro.

Sin estar conscientes de su comunión, Orlando Jiménez Leal y Fernando Villaverde filmaron, con apenas un año de diferencia, el primer y el segundo rollo de una misma película.

In the Park (1962, dir. Orlando Jiménez Leal) y El parque (1963, dir. Fernando Villaverde) son las caras A y B de una ciudad bifurcada por los fantasmas de la ruina y el exilio. Al cabo el mismo fantasma, pues ¿qué es el exilio sino ruina desplazada, dividida?

Orlando captó a los emigrados en el Bayfront Park de Miami. Fernando registró a los habituales del Parque Central habanero. En ambos filmes se retrata la decadencia: el mito de la grandeza de un país venida a menos.

“A través de unas imágenes que parecen distantes, de la soledad de los viejos, y a pesar de la belleza del paisaje y de la alegría de los niños que juegan, se percibe la tristeza del destierro”, dice Orlando de su primera película en los Estados Unidos, donde había naufragado tras la censura de PM

En las imágenes se respira una atmósfera terminal, palpita la República: ceremoniales vacíos de un país que se intenta recobrar en el sopor y el cabeceo de un domingo de exilio. Orlando, tal vez sin saberlo, inauguraba un subgénero.

In the Park es quizás la primera gran película de la diáspora cubana.

El exilio, según Ricardo Piglia, “es la utopía. No hay tal lugar”.

La primera gran película sobre un lugar que no existe.

Tan ilusorio y a la vez tan doloroso, tan real, como la patria.

Este parque simbólico no guarda otra cosa que imposibilidad y tristeza. Acoge al que no pertenece, al que no le vale más que un único sitio para ser feliz y parte, pero ese sitio solo habita en su mente.

Es por eso que una escena común se torna apocalíptica: pasa un avión y los rostros se congelan en el gesto de mirarlo. Se escucha el avión, pero la cámara no sube: prefiere concentrarse en los tics de este teatro del exilio. En la añoranza como acto reflejo.

Seis décadas después, In the Park jamás se ha proyectado en Cuba.

En El parque no solo la mirada acaricia, también lo hacen las palabras. Su narración morosa, escrita por la cineasta Miñuca Naredo, compañera y colaboradora de Fernando Villaverde, es una suerte de correlato poético a las imágenes del Parque Central, ese que tiene la estatua de José Martí en el centro, aunque la cámara nunca sube a buscarla.

Le interesan más a Fernando las estatuas de las ninfas que escuchan.

Y los seres que semejan estatuas vivientes.

En medio del fervor revolucionario, El parque ansía fluir en otro tiempo, capturar una cadencia que se borra. Se detiene en aquellos que nada construyen, que no podrían integrarse a la sociedad nueva. Aquellos que más bien son vestigio o remanente.

Desplaza la mirada a los ancianos, a su limbo imperturbable.

Se sienta junto a ellos en la sombra.

Descifrar los ojos de estos seres vencidos podría ser una maniobra para quedar fuera del tiempo. Quedar fuera del tiempo, a ratos, es deseable en una época tan consumida por la Historia. Es fácil voltear la cabeza y mirar donde las cosas suceden. Es fácil desdeñar lo intrascendente.

Podría un país entero embriagarse de efervescencia.

No madurar: de la ingenuidad pasar al ocaso y a la muerte.

El parque apenas se salvó de la censura, pues en Cuba, según Fernando, se exhibe lo menos posible, como documental acompañante de las películas de los países comunistas que vacían los cines.

Fue seleccionado en el Festival de Leipzig de 1963, junto a otros documentales cubanos producidos por el instituto oficial de cine. Después de su proyección, el cineasta soviético Roman Karmen pidió a los organizadores que lo retiraran del festival por “pesimista”, entre otros pecados.

Con El parque también se iniciaba una especie de subgénero.

El del cine que mira al país colocándose afuera, aunque nazca bien adentro.

Un cine extrañado, que toma distancia, quizás desde una suerte de insilio.

Fernando Villaverde y su esposa Miñuca, un par de años y censuras más tarde, se unirían a Orlando en el destierro. Sus obras tempranas divisaron los gérmenes del fracaso, la duda y el desasosiego. Eran también premoniciones del país futuro.

Esta Cuba de hoy, avejentada e inmóvil, donde los jóvenes cineastas han comenzado a filmar a los viejos para dar fe del destartalo de un sueño. De la vivisección pasamos a la autopsia. De atestiguar la “utopía” a desarmarla.

No es país para jóvenes, cuando antes parecía no ser país para viejos.

En su ensayo Arde la imagen, Georges Didi-Huberman escribe: “No es posible seguir hablando de imágenes sin hablar de cenizas”.

A modo de paráfrasis pudiéramos decir: No es posible hablar de cine cubano sin hablar de sus películas negadas o perdidas.

“Si, por ejemplo, deseáramos escribir la historia del retrato en el Renacimiento”, aclara Didi-Huberman, “no sería posible comprender nada de este arte mayor si no se toma en cuenta la nada dejada por la destrucción en masa, en la época de la Contrarreforma, de la totalidad de la producción florentina de las efigies votivas de cera, incendiada en el claustro de la Santissima Annunziata”.

El archivo cinematográfico cubano, regido de manera hegemónica por las instituciones oficiales desde 1959, es un compendio de censuras y omisiones. El resultado de inacabables purgas y persistentes hogueras. Si deseáramos escribir su historia, no sería posible comprender nada sin tomar en cuenta sus ausencias.

Sin mencionar filmes como El parqueIn the Park o PM.

Apenas tres ejemplos.

Tres esquirlas punzantes de una imagen rota.

Según el creador y teórico cubano Julio García Espinosa: “un país sin imagen es un país que no existe”. Una lectura paranoica de sus palabras sostendría el intento de anular ciertas ideas o versiones de nación mediante el control y secuestro de una porción significativa de su imaginario.

País que no filmo es un país que no existe.

No por gusto García Espinosa, cineasta a la vez que funcionario, fue responsable de algunos de los más traumáticos casos de censura en la historia del cine cubano. Irónicamente, su doble papel de artista y censor no lo mantuvo a salvo de prohibiciones ni de ser removido de su cargo como presidente del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) tras defender una película maldita.

(Los intelectuales cubanos, según el Che Guevara en El socialismo y el hombre en Cuba, cometieron el pecado original: por no haber participado en la lucha “no son auténticamente revolucionarios”. Esta culpa es arrastrada por algunos artistas: los aboca a la contradicción y al ridículo).

El ICAIC fue la primera institución cultural fundada por la Revolución, apenas a unos meses del triunfo. Fidel Castro, igual que Lenin y Hitler, consideraba al cine como la más importante de las artes; al arte como la más eficiente propaganda.

Alfredo Guevara, dandy jacobino, ofició como su Goebbels tropical.

Este zar del cine azucarero, neorrealista trasnochado, impulsó un modelo cinematográfico con una fuerte orientación hacia el realismo socialista: tendencia que devino, rápidamente, en molde rígido, esquemático, como la política cultural a la que representaba. La exigencia discursiva se transformó en hegemonía estética. Cualquier diferencia era razón inmediata para censura y marginación.

El perfecto cine revolucionario es pura fórmula, programática.

Todo aquello que no resulte complaciente queda fuera de su campo visual.

Tanto los géneros fílmicos como el cine de aliento onírico y existencialista de las vanguardias europeas, se consideraban influencias nocivas para los nuevos cineastas, pues procedían de una concepción burguesa o capitalista de la cultura. Incluso estilos que trabajaban directamente con la realidad, como el cinema verité y el free cinema, se condenaron por ofrecer una visión espontánea, es decir, no controlada de lo real.

El cine oficial cubano fluctúa entre la comedia costumbrista, el melodrama social y el panfleto histórico-didáctico. Todo intento de búsqueda o experimentación debe ser consignado dentro de los límites de un discurso popular y naturalista, de fácil acceso a un espectador adoctrinado. El cine oficial “incómodo” negocia con el poder: rehúye la esencia, la causa real de los conflictos.

Lo “incómodo” en él es apariencia.

Un gesto verdaderamente crítico debe ser neutralizado.

Durante largas décadas, el monopolio casi absoluto sobre los medios de producción y la asfixia sucesiva del disenso permitieron al ICAIC producir una imagen falseada de la isla. Toda visión divergente o anómala fue depurada. Cada herejía encontró su castigo. En un proceso de autofagia que ya resulta cíclico, los cineastas que no se ajustan a la norma son condenados a la cárcel, al ostracismo o al exilio.

Sus películas, aquellas que sobreviven, se vuelven pasto de la desidia y el olvido.

La brecha, si bien proscrita y precaria, está en el cine independiente.

Un movimiento que intentan quebrar de manera sistemática, pero siempre encuentra formas de subsistir y reorganizarse. Que opera muchas veces al margen de la ley, bajo acoso, en la intemperie absoluta. Su consolidación a partir de los noventa del siglo pasado y, sobre todo, en la década del 2000, es uno de los actos de resistencia más notables en la cultura cubana contemporánea.

“El archivo”, para volver a Didi-Huberman, “es casi siempre grisáceo no solo por el tiempo transcurrido, sino por las cenizas de todo aquello que lo rodeaba y ardió en llamas. Cuando descubrimos la memoria del fuego en cada hoja que no ardió logramos revivir la experiencia de una barbarie documentada en cada documento de la cultura”.

Tierra sin imágenes explora “la memoria del fuego”.

A la manera de Michel Foucault, propone una suerte de arqueología.

Quiere mirar a las zonas ocultas del audiovisual cubano en los últimos sesenta años: lo que podríamos definir como su inconsciente reprimido, sus catacumbas. No solamente esos filmes incómodos que a duras penas se salvaron de la inquisición totalitaria, sino también los vestigios de aquellas obras abortadas, forzosamente perdidas.

Obras como El mar (1965), de Fernando y Miñuca Villaverde, arrancada a sus autores en el proceso de edición, mutilada y desaparecida. Un filme melancólico sobre dos jóvenes enamorados que discuten su futuro (irse o quedarse) mientras recorren la playa de un poblado en ruinas.

Como Buena gente, aquel guion de Nicolás Guillén Landrián, sobre un hombre cuyo único defecto era el deseo de matar a un dirigente político. A Nicolasito, quien ya había sufrido electroshocks e internamientos, le sacaron ese proyecto en un juicio. Cualquier guion en Cuba, antes que cine, podría convertirse en una prueba incriminatoria.

Como Un día cualquiera (1991), la pieza performática de Marco Antonio Abad y el grupo Ar-De, que sirvió para que un fiscal les pidiera una condena de quince años por sus “calificativos injuriosos y ofensivos sobre el presidente Fidel Castro”. Una película incautada, quizás inconclusa, que permanece inaccesible en los archivos de la Seguridad del Estado.

(En Cuba, la Contrainteligencia archiva mejor que la Cinemateca.)

¿Qué hubiera sido del cine cubano de haber logrado parir estas películas?

¿Si la censura no hubiera intervenido para frustrar, tergiversar tantas otras?

¿Qué hubiera sido de nuestro imaginario de haber contado con el cine del exilio?

¿Si en nuestros cines hubieran coexistido Fresa y Chocolate (1993, dir. Tomás Gutiérrez Alea & Juan Carlos Tabío) y Conducta impropia (1984, dir. Orlando Jiménez Leal & Néstor Almendros)?

Tierra sin imágenes intenta responder estas preguntas, pero no desde el lamento o la especulación, sino desde la praxis de una experiencia restitutiva.

Cartel de ‘Land Without Images: The Absent in Cuban Cinema’, retrospectiva de cine cubano alternativo independiente

No es una queja por lo que no se hizo o lo que falta por hacer.

Es el acto de hacerlo.

De reunir en un mismo espacio todas estas películas.

De ponerlas a dialogar, a mirarse, como en un juego de espejos.

De pensar también en sus lagunas, en los espacios vacíos.

Si pensáramos en el rostro de la isla, en una suerte de aleph, de visión total o definitiva, habría que incluir estas imágenes veladas, estos íconos mutilados o perdidos.

Los invitamos a una séance de cinéma.

Al cine como sesión de espiritismo.

Remontar el país desde su ausencia, su dimensión fantasmal, su negativo.


* Estas palabras son la introducción a la muestra Land Without Images: The Absent in Cuban Cinema, retrospectiva de cine cubano alternativo / independiente, curada por José Luis Aparicio como parte de la presencia del Instituto de Artivismo Hannah Arendt (INSTAR) en la documenta quince, uno de los eventos de arte contemporáneo más significativos del orbe, celebrado cada cinco años en la ciudad alemana de Kassel.

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Más de cien horas de cine cubano en documenta fifteen son "una visión alternativa sobre la realidad cubana"

Por MARTÍ NOTICIAS – 20 july, 2022

MARTÍ NOTICIAS

Póster de documenta fifteen, feria de arte contemporáneo que se realiza cada cinco años en Kassel, Alemania.

El ciclo de cine alternativo cubano que se exhibe en la feria internacional de arte Documenta Fifteen, en la ciudad alemana de Kassel, es “un maratón de filmes de todo tipo que tiene la intención de crear una suerte de contra-canon, de visión alternativa sobre la realidad cubana”, declaró a Radio Martí el cineasta José Luis Aparicio.

“Es como el reverso del cine oficial cubano y creo que es necesario para ampliar, complejizar y profundizar el imaginario sobre la isla y lo que puede ser entendido como cine cubano”, explicó el director de Tundra y Sueños al pairo.

Organizado por la artista cubana Tania Bruguera, directora de INSTAR, este ciclo incluye unas 150 a 170 películas, aproximadamente 100 horas de cine cubano alternativo.

Aparicio usa la palabra “alternativo” y no independiente “porque no siempre se trata de producción independiente…digo alternativo porque también hay una producción anterior, que a veces no se calificaba de esa forma, y surgía en la periferia de las instituciones, en cine-clubes, realizada por personas que trabajaban en el ICAIC o el ICRT, y que lograban producir películas con una mirada diferente”.

“También me refiero a películas producidas dentro de la institución, pero que fueron censuradas, renegadas y quedaron huérfanas, vetadas durante años, a veces sin ninguna forma de exhibición, y que en los últimos años han podido ser rescatadas. Entonces me interesa la noción de cine alternativo a la visión oficial, la visión hegemónica, canónica del cine cubano”, dijo.

Bruguera abordó esos mismos temas este martes en un mensaje divulgado en Twitter. “Gracias a todos, montadores, cineastas y conferencistas que en eventos teóricos defendieron el Nuevo Cine Independiente Cubano y mostraron imágenes diversas a las que por más de 60 años nos ha proyectado la propaganda oficial”.

“Gracias al público que descubrió otra Cuba”, afirmó Bruguera en su mensaje, acompañado por la etiqueta #CubaEsUnaDictadura.

Acerca de los contenidos y estilos de estos filmes, Aparicio dijo que “hay de todo”:

“Hay largometrajes, cortometrajes, mediometrajes, desde películas producidas en los años 60 hasta los filmes más recientes de la cinematografía cubana alternativa. Sobre todo, películas de las últimas dos décadas, en las que ha tenido lugar la consolidación del movimiento independiente. Hay documentales, películas de ficción, cine experimental, video arte, cine de animación, películas que están en los bordes entre diferentes formatos y géneros, que son híbridas, realizadas por cineastas de procedencias sociales, raciales, y proyecciones genéricas muy diversas”.

“Es decir”, resume Aparicio, “es una muestra que pretende ser muy inclusiva…que no tiene la idea de sustituir al cine del ICAIC o reemplazarlo, sino de sumarle títulos, de complejizar esa idea que se tiene de Cuba a partir del cine…es sumar y no restar”.

Además de cine, Bruguera ha aprovechado esta prestigiosa feria internacional de arte para mostrar otras obras cubanas, las cuales reflejan la realidad cubana.

En el recinto oficial de INSTAR en Documenta Fifteen, hay una imagen del artista y prisionero de conciencia Luis Manuel Otero Alcántara y una muy grande, en blanco y negro, del rapero y prisionero de conciencia Maykel Castillo “El Osorbo”. Es esa imagen icónica de él con el puño al aire, esposado, resistiendo un arresto en el barrio de San Isidro.

“Es muy impactante, muy emotivo y muy urgente ver estas imágenes… me parece hermosísimo que la imagen de Maykel esté ahí. Es una imagen de rebeldía, de herejía, de libertad, contra todos los gestos de represión, censura y negación de los derechos humanos fundamentales”, dijo Aparicio.

Imagen de El Osorbo por Raychel Carrión. Poster de Luis Manuel Otero Alcántara por Claudia Patricia.

Al concluir la entrevista, este cineasta destacó que la variedad de obras cubanas en Documenta Fifteen “es inspiradora y otra manera de que las personas se acerquen a los problemas de Cuba, entiendan la situación del país y se puedan solidarizar y concientizar sobre el drama y los horrores que se viven en la Cuba contemporánea, en la Cuba de los últimos años”.

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Una muestra de cine cubano en Alemania

Por DEAN LUIS REYES – 25 julio, 2022

RIALTA

'Land Without Images. The Absent in Cuban Cinema', retrospectiva de cine cubano alternativo independiente

Entre las realidades más inexplicables de la pasada década en Cuba está la inexistencia de espacios donde ver cine cubano. Desde inicios del siglo XXI, casi en todas las polémicas intelectuales en la Isla el poco o nulo interés de los medios de comunicación y las instituciones del Estado por promover el audiovisual cubano, ya fuere reportando sus producciones, presencia en festivales y premios, así como la mínima presencia de los filmes producidos en la Isla en la televisión y los cines, se convirtió en una queja recurrente.

Mientras las salas de proyección se iban extinguiendo en las ciudades cubanas, también lo hacía la exhibición de películas locales. Fuera de los estrenos de títulos recientes, con días contados en contados cines, la circulación pública de filmes nacionales fue quedando restringida sobre todo a los breves días del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana y la Muestra Joven ICAIC. Tras la extinción de esta última, menos que eso, exceptuando el Festival de Cine INSTAR, con apenas dos ediciones.

Hoy, cuando mis estudiantes extranjeros me preguntan dónde ver las películas sobre las que escribo o les muestro en clase, apenas queda sugerirles que se arrimen a la cancha de tenis de la Embajada de Noruega en La Habana, donde cada mes se celebra el espacio Cine bajo las estrellas, o a la sede del conjunto teatral El Ciervo Encantado, que también programa títulos. Esos vienen siendo en la capital los espacios que existen, mientras que en algunas pocas provincias pasa algo similar.

El mejor calificativo para semejante panorama es crimen. Un crimen que se comete no contra la industria (nunca la hubo) o los artistas (que en general saben salir adelante), sino contra la gente. La venerable cultura del cine en Cuba se va extinguiendo. Pocos cubanos conocen el nombre de los cineastas locales en activo. Fuera de Fernando Pérez, cuya trayectoria y presencia pública es notable, el cine en Cuba como fenómeno de masas es ya algo del pasado.

Ello sucede, paradójicamente, en un momento inédito para esa cultura: casi medio centenar de realizadores cubanos debutaron en el largometraje en los pasados 20 años, apartándose en general de la “autoría ICAIC” e impulsando un cine que quiere dar menos cuenta de la obsesión de una élite intelectual por ofrecer una idea de nación, y en cambio dedicados a producir poéticas personales, películas pequeñas, pero de intensa vocación de autoexpresión y deseo de experimentar con el lenguaje. Numerosos textos académicos, libros y cursos sobre cine cubano se imparten en universidades de todo el mundo, mientras crece el interés en los festivales internacionales por lo que algunos califican como Nuevo Cine Cubano.

Prueba de proyección de ‘Land Without Images: The Absent in Cuban Cinema’, retrospectiva de cine cubano alternativo independiente

Si tal entidad existiera en realidad, su circunstancia sería del todo inédita. Porque estamos hablando de un cine transnacional, deslocalizado y diverso, sin prescripciones estilísticas o editorialismos de oficina como las del viejo ICAIC. Los cineastas cubanos del presente, que trabajan con las mismas dificultades de la mayoría de los creadores independientes del mundo, son en realidad una especie del todo nueva porque no están formateados desde el deber ser que imperó hasta hace unos años. El proyecto de un cine nacional se reformula con ellos en la dirección de una condición trashumante desde el punto de vista referencial y, valga decirlo, también ideológico. Estamos a más de dos décadas del conflicto familiar y reclamo por una patria común que relata Video de familia (Humberto Padrón, 2000), con los hijos de aquella comunidad envejeciendo en una diáspora que produce su propio imaginario a través de los deseos y recuerdos, las imágenes y los sonidos de una Cuba posible, como en A media voz (Heidi Hassan, Patricia Pérez Fernández, 2019).

Tales pretensiones quedan resumidas en las 175 piezas de Land Without Images (Tierra sin imágenes), la muestra curada por el cineasta y crítico cubano José Luis Aparicio para Documenta 15, y que durante julio fueron exhibidas en una sala improvisada del museo documenta-Halle, de Kassel, Alemania, en programas diarios de más de diez horas de duración. Ello, gracias a la invitación del Instituto de Artivismo Hannah Arendt, dirigido por Tania Bruguera, uno de los proyectos invitados a la feria de arte.

El curador tiene apenas 28 años y ello no es un dato menor. Cuando la última generación de cineastas cubanos que reclamó su adopción por el ICAIC hacía a fines de la década de 1980 las Muestras de Cine Joven de la AHS, en su sección Ojo: pinta curaban de idéntica manera sus referentes, pero aquellos eran muy distintos.

Aparicio inicia su particular catálogo del cine cubano presentado en Kassel con PM (Orlando Jiménez Leal & Sabá Cabrera Infante, 1961), el pecado original de la censura cinematográfica en Cuba bajo el embrujo de Fidel Castro. Y lo cierra con una elegía para los vicios desatados del cine extremo que tienen su cima en la obra de Jorge Molina, pero incluye un repertorio cada vez mayor de adherentes, que en Land Without Images encarnan Miguel Coyula, Juan de los muertos, Terence Piard, el Magdiel Aspillaga de El regreso de la mujer de Onán (2006), Marcos Díaz y el propio curador de la muestra, que se inscribe en esa corriente con El secadero (2019) y Tundra (2021).

Entremedias, la selección reúne desde piezas seminales de cineastas como Néstor Almendros, Fausto Canel, Fernando Villaverde y Miñuca Villaverde, algunas de ellas producidas dentro del ICAIC de inicios de los sesenta, aquel de dogmas menos estrechos y donde todavía era tolerado Nicolás Guillén Landrián –esto, antes de que todos fueran guardados en un discreto baúl–, hasta una muy ajustada selección de creadores que en las décadas de 1980 y 1990 experimentaron fuera de los marcos estrechos del cine institucional: Tomás Piard, Manuel Marzel, Ricardo Vega, Marco Antonio Abad, Manuel Rodríguez, Juan Carlos Cremata, más un fragmento del cine del exilio: desde Néstor Díaz de Villegas y Jiménez Leal hasta Orlando Rojas y el Landrián de Inside Downtown (con José Eguzquiza, 2001), pasando por una pieza imprescindible como es El Súper (Orlando Jiménez Leal & León Ichaso, 1978), hasta llegar a la obra de Eliécer Jiménez Almeida.

No puedo resistirme a la interrogante irónica: ¿qué hubiera pensado Alfredo Guevara de esta colección de cine “desviado”, a menudo sin ambición iluminista ni ansia teleológica, muy a menudo seducido por el género cinematográfico, y abiertamente antitotalitario? ¿Qué habría dicho de la “repudiable” devolución al centro de Land Without Images de todas las disidencias que él y otros tantos quisieron extirpar del cine hecho en Cuba? Precisamente la tierra sin imágenes que esta muestra invoca es una zona extraña para aquella idea “virtuosa” que, a golpe de imposiciones y decretos para administrar la libertad, nos quisieron imponer como único territorio posible para existir. En todo caso, ¿qué queda de ella hoy? Además de un ICAIC que no puede reinventarse y se debate entre la presión del aparato censor y las demandas de los creadores, ¿qué queda del cine cubano hoy?

Land Without Images sugiere que la idea del cine nacional tendrá que ser por fuerza divergente de la oficial, sin hegemonías impuestas a golpe de retórica con apenas asiento en la práctica del día a día. Y pone en evidencia que el nacionalismo chovinista que invocó la Patria creyendo que solo en ella era legítima la Nación fue el rasgo más malsano del cine institucional. Porque convirtió el arte resultante en un derivado de prácticas normativas ajenas al vuelo libre de la imaginación.

Para que sea coherente esa idea, para que la historiografía, la crítica y los antologadores por venir puedan trazar un trayecto que obligue a reescribir los syllabus de los docentes enfermos de izquierdismo de la academia estadounidense y europea que enseñan cine cubano, esta muestra dedica su mayor énfasis a relatar cómo las disidencias de antaño tienen suelo firme en las prácticas del cine cubano actual, que se bate en igualdad de condiciones con las producciones más arriesgadas del presente y gana premios en Locarno, el Festival Internacional de Cine Documental de Ámsterdam (IDFA) o Rotterdam.

Aparicio ha producido ya un cuerpo referencial que da cuenta de ese estallido formidable en Cine Cubano en Cuarentena (CCC), el mayor repositorio de audiovisual de la Isla de todas las épocas disponible en la web, nacido después que el ICAIC firmara el acta de defunción de la Muestra Joven en 2020. Concebido como necesidad y bajo el siniestro designio de la pandemia del Covid-19, lo que empezó como una suerte de vademécum personal acabó convertido en una, dos, tres, mil muestras, que estallaron con toda naturalidad los límites de aquellas otras selecciones administradas desde arriba, donde oscuros funcionarios revisan desde lo que dice un personaje sobre José Martí hasta la trayectoria política del cineasta inscrito.

Desde mi perspectiva, ese vademécum es en sí mismo una declaración de principios. Allí no hay mucho más criterio de selección que la disponibilidad de las obras en la web o la disposición de los creadores a mostrarlas. Y cabe desde la “autoría ICAIC”, tan bien definida por Michael Chanan, hasta el cine posnacional. Es ejemplar ese criterio selectivo para los cubanos, entrenados como estamos para decantar, depurar, dividir en bandos. En cambio, la impureza mayúscula que gobierna en CCC antepone la noción de fragmento a la de unidad.

Imaginar la Nación supone por ello que en Land Without Images estén, aparte de lo dicho arriba, las creaciones fronterizas, la videocreación, en piezas ejemplares de los últimos 20 años, como Bojeo (Celia y Yunior, 2006), Reconstruyendo al héroe (Javier Castro, 2007), Habana Solo (Juan Carlos Alom, 2000), Sucedió en La Habana (Henry Eric Hernández, 2001) y Sucedió en La Habana II (Henry Eric Hernández & Dull Janiell, 2003), Causa No.1, 1989. Nosotros los acusados aquí… (Hamlet Lavastida, 2019), o un cine a medio camino entre varias tradiciones, pero que en mi opinión representa de maravillas el audiovisual amateur cubano no metropolitano, como resulta En el iglú (Emmanuel Martín & Léster Romero, 2008).

De izq a der (de pie): Rafael Ramírez, José Luis Aparicio, Miñuca Villaverde, Fernando Villaverde, Leila Montero, María Pérez, Tania Bruguera y Manuel Marzel. Debajo: Gabriel Alemán, Alejandro Alonso, Carlos Quintela, Heidi Hassan, Daniela Muñoz, Juan Carlos Calahorra y Mijaíl Rodríguez, en Kassel

Muestra disidente del presente que se respete debe acoger la zona de pesadilla del modelo institucional del cine cubano, que responde a la práctica totalitaria de negar la palabra al que exige el escrutinio del poder establecido y su hegemonía. Y ello sirve para títulos como 8-A (Orlando Jiménez, 1993), La imagen rota (Sergio Giral, 1995), El informe (Ricardo Vega, 1990), Veritas (Eliecer Jiménez Almeida, 2022), Nadie (Miguel Coyula, 2017), Entropía (Eliecer Jiménez Almeida, 2013), e incluso La reina de los jueves (Orlando Rojas, 2016).

No puedo evitar mencionar que Land Without Images tiene como subtítulo “The Absent in Cuban Cinema”. Ahora vemos que eso “ausente” es enorme. E incluye a los cineastas de hoy, sin apenas vínculos temáticos o estilísticos entre sí, que dibujan el paisaje más rico que haya visto el cine cubano en su historia. ¿Qué tienen en común Rafael Ramírez, Heidi Hassan, Alejandro Alonso, Fernando Fraguela, Katherine T. Gavilán, Lisandra López Fabé, Miguel Coyula, Carlos Melián, Marcelo Martín, Fabián Suárez, Damián Saiz, Carla Valdés, Eliécer Jiménez Almeida, Ricardo Figueredo, Raydel Araoz, Carlos Lechuga, Carlos Quintela, Marcel Beltrán, Ana Alpízar, Marta María Borrás, Daniel Santoyo, Susana Barriga, Alán González, Yimit Ramírez, Daniela Muñoz…? Solo me atrevo a aventurar un rasgo: que no son funcionarios del Estado ni hablan en nombre suyo como miembros de una institución.

Y un detalle final: muchos de estos cineastas desmenuzan su praxis en ejercicios de didáctica pedagógica. Por ello, como parte de la muestra, Alonso y Ramírez impartieron talleres desde Documenta 15 que explican sus métodos de trabajo. En calidad de sujetos intelectuales, varios de los creadores del cine cubano actual son por elección productores de modelos teóricos y hermeneutas de su propio mecanismo de representación. Léase en ello otro grado de libertad, semejante a la que ejerce una muestra que pone juntas las imágenes necesarias para una tierra que ha perdido las suyas.

De todas maneras, no estamos descubriendo algo nuevo, pues seguimos condenados a reinventar la narrativa de estos días turbios. Cuando lo que está por suceder ocurra, necesitaremos volver a sentarnos a mirar, a meditar. Y descubriremos que el panorama antedicho era estrecho, insuficiente. Entonces volveremos a imaginar cuál es nuestra procedencia. Y los curadores del mañana harán su propio tejido. Ojalá que la muestra audiovisual del futuro sea en La Habana. Y que nadie tenga que darle el visto bueno a obras y creadores. Ojalá.

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Obras del cubano Ricardo Figueredo son exhibidas en la muestra de Cine Independiente

Por ASERE NOTICIAS – 01 octubre, 2019

ASERE NOTICIAS

El realizador cubano Ricardo Figueredo

El Instituto de Artivismo Hannah Arendt presentó una muestra del trabajo del cineasta cubano Ricardo Figueredo, en el ciclo de INSTAR del 27 al 29 de septiembre en su sede de la calle Tejadillo, en La Habana Vieja, la cual tuvo mucho éxito.

Ricardo Figueredo es uno de los muchos cineastas cubanos cuyo trabajo ha sido censurado, sin embargo, no se desalienta y asegura que continuará mostrando las vivencias y carencias del cubano común.

Por tal motivo, el Instituto de Artivismo Hannah Arendt (INSTAR) lo seleccionó para la cuarta entrega de su Ciclo de Directores, como parte de la muestra de Cine Independiente-Cine Pendiente.

Las obras de Figueredo exhibidas son aquellas que los festivales cubanos de cine y las salas de proyección estatales han declinado exhibir: Despertar y Operación Alfa (2011), La singular historia de Juan sin nada (2016) y La teoría cubana de la sociedad perfecta (2018), este último exhibido en el recién concluido Festival de Cine por los Derechos Humanos de Bogotá.

Figueredo en sus documentales expone problemas que vive el cubano común, las cuales presenta  en base a testimonios y entrevistas tal como los problemas que genera la doble moneda, el emergente sector privado y sus dificultades para desarrollarse, la prostitución, el consumo de drogas y la represión hacia homosexuales y artistas críticos y entre otros.

El cineasta ha participado en un total de 56 obras, entre las que destacan la serie de Nicanor O’Donell, de Eduardo del Llano, y el documental 50 sueños (2004), del realizador Miguel Fernández.

La actriz y escritora Lynn Cruz, quien dirige el ciclo, afirma que la obra de Figueredo se halla en el no lugar de la distopía tropical que constituye el fin del sueño paradisíaco comunista, “sus películas son post. (…) Uno se percata de que muchos de los cubanos elegidos para los filmes de Figueredo no sabrían vivir en un nuevo orden y eso es lo trágico. Manifiestan incluso su propio temor al cambio».

Durante la presentación de La teoría cubana de la sociedad perfecta, el pasado domingo, dio a conocer que se encuentra trabajando en un nuevo documental sobre la emigración cubana en sus múltiples variantes y cómo ha marcado el devenir nacional en las últimas décadas.

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Un festival alternativo al Festival de Cine Latinoamericano

Por YOLANDA HUERGA – 10 diciembre, 2019

MARTÍ NOTICIAS

Organizadores del I Festival de Cine INSTAR. Tomado de Facebook mailyn.gomezcruz

Tras la exhibición de 22 películas de ocho países, cerró sus puertas el domingo el Primer Festival de Cine INSTAR, auspiciado por el Instituto Internacional de Artivismo “Hannah Arendt”, en su sede de La Habana Vieja.

“Nosotros hicimos todo esto en esta fecha por un problema de protección, de que estuviéramos en un momento en que hubiera mucha prensa extranjera en Cuba para que también nos permitieran existir,” explicó la actriz Lynn Cruz, una de las organizadoras del evento, en referencia a que, paralelamente, se está desarrollando en Cuba, el Festival de Cine Latinoamericano de La Habana en su 41 edición.

“Estamos de acuerdo con que exista el Festival de Cine de La Habana, que tiene ya una tradición y es reconocido a nivel internacional, es decir, nosotros somos una alternativa para las películas que por determinadas circunstancias políticas han sido condenadas al olvido”, puntualizó Cruz.

“Tuvimos películas variadas con temáticas más políticas otras más existenciales o sea hubo gran diversidad”, agregó.

La actriz indicó que exhibieron durante el festival el filme “Desarraigo” realizado en 1965 por Fausto Canel “porque la idea es poner películas que en su momento no tuvieron un impacto porque la circunstancia política no se lo permitió, entonces también tenemos un espacio para eso”. En su último día el Festival INSTAR mostró las obras ya terminadas de los beneficiados a inicios de este año con el Premio de Cine PM, dirigido a realizadores noveles, en las categorías de Ficción, Documental y Nuevos Medios, y dio a conocer a los premiados en su segunda convocatoria, que sumó esta vez el Premio Especial “Nicolás Guillén Landrián” dotado con 5 mil dólares. El galardón en la categoría Ficción lo ganó el proyecto New Eva, de Nathaly Cardet y Yanisleysi Vázquez y en la categoría Documental, Riomar, de Lester Lejardi y Camila Carballo. En Animación el premio se lo llevó el proyecto Pirita, de Carlos M. Paifer y Adriana García Pérez y Eliécer Jiménez se llevó el premio en la categoría Transmedia por su proyecto 59 Cuban-Docs.

Las obras laureadas con el Premio Especial “Nicolás Guillen Landrián”, fueron ¿Cómo educar a un niño?, de Gretel Marín y Maria Elisa Pérez, y el proyecto documental Persona con Persona, de Karel Ducasse, Raúl Escobar y Yanet de Paz. El festival de INSTAR transcurrió del 6 al 8 de diciembre sin mucho acoso de la Seguridad del Estado, pero tuvo algunos contratiempos lamentó Lynn Cruz.

“Una cineasta extranjera se vio forzada por presiones de funcionarios a retirar su película” dijo Cruz sin ofrecer detalles y “nosotros tuvimos que retirar una película en el último momento porque no teníamos los derechos, fue una película de la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños”.

“Llamaron de la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños, que si no la retirábamos nos demandaban”. Esto sucedió por un error de nosotros porque es verdad que la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños funciona en Cuba como una casa productora, es decir ellos financian las obras, por tanto, éstas les pertenecen”, dijo Cruz.

La artista Tania Bruguera, directora del Instituto Internacional de Artivismo “Hannah Arendt”, INSTAR, señaló en una entrevista con DIARIO DE CUBA que este Festival “es una consecuencia natural del ciclo sobre los cineastas independientes” que vienen efectuando “desde mediados de este año y donde el objetivo fundamental es mostrar aquellas películas que no se exhibirán en el Festival Internacional de Cine Latinoamericano de la Habana”.

Los auspiciadores del Festival de Cine INSTAR planean que tenga una frecuencia anual en La Habana.

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Cine Cubano sin Fronteras

Por LÁZARO GONZÁLEZ – 07 agosto 2024

SCREEN SLATE

Fotograma de Mafifa de la realizadora cubana Daniela Muñoz Barroso.

A medida que Cuba experimenta una ola histórica de emigración, su cine transnacional e independiente ha ganado reconocimiento mundial a pesar de la falta de apoyo institucional. Muchos cineastas contemporáneos están enfrentando el mismo destino que el pionero Nicolás Guillén Landrián (1938–2003), cuya marginación y exilio reflejan la censura estatal continua de las voces disidentes.

En medio del fracaso de las utopías, esta nueva ola de creadores desafía el totalitarismo, las omisiones en los archivos y la falta de redes de exhibición dentro de la isla al construir comunidades en otros lugares. La creación del Festival de Cine INSTAR en 2019 por la reconocida artista Tania Bruguera fue un momento crucial, proporcionando una plataforma esencial dedicada a apoyar la producción cinematográfica independiente, particularmente en países donde la libertad de expresión está amenazada.

Esta serie celebra la invaluable práctica curatorial de INSTAR al incluir muchos títulos proyectados en el festival, y también honra el legado de Landrián con estrenos en la Costa Oeste de sus documentales recientemente restaurados. Estas películas ofrecen un vistazo a lo que la académica Ana López describió a principios de la década de 1990 como el cine de la “Gran Cuba”, un cuerpo de trabajo entrelazado con los esfuerzos por reconstruir la historia y la identidad nacional dentro y fuera del exilio. Junto al tema recurrente del exilio, la maternidad aparece con frecuencia en muchas de estas películas. La figura materna simboliza la nación y el potencial de creación de un mundo en un contexto en el que las convulsiones políticas y sociales alteran la vida cotidiana.

Cine Cubano sin Fronteras reflexiona sobre las vidas e imaginarios cubanos dentro y fuera de los límites insulares del país, presentando una diversa gama de películas de ficción, documentales y experimentales. Estas piezas, cargadas de un artivismo innegable, expanden los horizontes del corpus cinematográfico de la Gran Cuba.

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Preparan ambiciosa muestra de cine cubano en California

Por EXILDA ARJONA PALMER – 09 Agosto 2024

MARTÍ NOTICIAS

Fotograma del filme La mujer salvaje del director cubano Alán González que forma parte de la muestra "Cine Cubano sin Fronteras".

“Cine Cubano sin Fronteras” contempla la proyección de alrededor de 25 películas cubanas. El organizador dice que es la primera vez que se celebra un evento de cine cubano tan grande en California.

El Berkeley Art Museum and Pacific Film Archive (BAMPFA) acogerá el evento “Cine Cubano sin Fronteras” desde el 23 de octubre hasta el 16 de noviembre de este año.

“Es una muestra muy importante para visibilizar el cine cubano, abrir puertas ampliando las voces de la cinematografía cubana que está cada vez más alejada de la industria y que burla la censura de muchas formas”, dijo el realizador cubano Lázaro J. González a Martí Noticias.

“Además es una oportunidad para repensar el estado del cine cubano desde perspectivas muy diversas donde una inmensa mayoría de los cineastas viven en el exilio, representando a la isla no solo desde su interior sino desde otros espacios”, enfatizó el también curador de la muestra.

“El ciclo rinde homenaje al cine de (Nicolás Guillén) Landrián y al cine del exilio, pero es también una mirada a lo que se está realizando en términos cinematográficos dentro y fuera de Cuba”, dijo.

El evento incluye la proyección del filme Landrián del realizador Ernesto Daranas, una restauración de la obra del primer cineasta negro de Cuba y las oscuras verdades que rodean la censura de su obra por parte de las autoridades culturales del régimen.

González dijo que en la muestra se proyectarán alrededor de 25 películas cubanas y que es la primera vez que se celebra un ciclo de cine cubano tan grande en California, “un lugar que está más alejado de la perspectiva de lo que sucede en la isla, donde el régimen le da la espalda a cualquier atisbo de creación independiente”.

La muestra incluye además La mujer salvaje, del realizador Alán González; Llamadas desde Moscú, dirigida por Luis Alejandro Yero; Mafifa de Daniela Múñoz Barroso, entre otros cortometrajes.

“En la cita se unen el debate y la proyección de cortos fílmicos donde se explora en primera persona la alteridad cultural y la desterritorialización, rindiendo además homenaje a las muestras realizadas por el Festival de Cine INSTAR”, concluyó González.

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Serie de cine cubano llega a la costa oeste de Estados Unidos

Por Cubanet – 9 agosto 2024

CUBANET

Fotograma de Hapi Berdey Yusimi in Yur Dey, corto de ficción de Ana Alpízar que forma parte de la serie “Cine cubano sin fronteras”

El Berkeley Art Museum and Pacific Film Archive (BAMPFA), de California, Estados Unidos, acogerá el evento “Cine cubano sin fronteras” desde el 23 de octubre hasta el 16 de noviembre de este año, según informa la propia página web de la institución.

De acuerdo con la nota de presentación de la muestra, escrita por el periodista y realizador cubano Lázaro González, la serie no solo honra a los cineastas contemporáneos, sino que también rinde homenaje al pionero del cine cubano Nicolás Guillén Landrián (1938-2003). González subrayó que Landrián, quien sufrió la marginación y el exilio debido a la censura estatal, sigue siendo una figura emblemática para los cineastas cubanos que enfrentan desafíos similares hoy en día. 

Asimismo, aseguró que la serie celebra “la invaluable práctica curatorial de INSTAR [Instituto Internacional de Artivismo ‘Hannah Arendt’] al incluir muchos títulos proyectados en el festival, y también rinde homenaje al legado de Landrián con estrenos en la costa oeste de sus documentales recientemente restaurados”.

La creación del Festival de Cine de INSTAR en el año 2019 por la artista Tania Bruguera fue un momento crucial para el cine independiente cubano. Este festival, dedicado a apoyar la producción cinematográfica independiente, especialmente en países donde la libertad de expresión está amenazada, ha proporcionado una plataforma esencial para los cineastas cubanos. 

La serie también reflexiona sobre lo que la académica Ana López describió en los años 90 como el cine de la “Gran Cuba”, un corpus cinematográfico que busca reconstruir la historia e identidad nacional tanto dentro como fuera del exilio, escribió González. 

Las películas que serán presentadas ―entre las que se incluyen el documental Landrián, de Ernesto Daranas, y la cinta de ficción La mujer salvaje, de Alán González― no solo abordan la temática del exilio, sino que también exploran el simbolismo de la maternidad y el contexto de agitación política y social en Cuba.

“La serie es un testimonio del poder del cine independiente para desafiar y redefinir la narrativa nacional”, afirmó González.

Este evento es patrocinado por el Festival de Cine de INSTAR en colaboración con el Departamento de Cine y Medios de la Universidad de California, Berkeley. La serie también cuenta con la participación de destacados profesionales del cine cubano, como José Luis Aparicio Ferrera, Tania Bruguera, Luis Tejera de Altahabana Films, y Alfredo Calvino de Habanero Film Sales, entre otros.

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Tres mujeres que sueñan y hacen un país. Una conversación con el director de cine cubano Fernando Fraguela

Por ANTONIO ENRIQUE EDGAR ARIEL – 15 diciembre, 2023

RIALTA

Fotograma de ‘Mujeres que sueñan un país’ (2022); Fernando Fraguela (IMAGEN YouTube / Árbol Invertido)

Fernando Fraguela deja en claro algo: Mujeres que sueñan un país (2022) es una película que se hace para el presente, sí, pero sobre todo para el futuro. Mujeres que sueñan un país, con testimonios de la activista Daniela Rojo, la poeta Katherine Bisquet y de la profesora e historiadora de arte Anamely Ramos es una tentativa –tentativa por así decirlo– de llegar a algún lado. Pero ese otro lado es un sueño. Es el sueño de un país.

El documental quiere ser un negatoscopio que permite examinar la radiografía de tres mujeres que, en ese proceso de ensoñación, perviven dentro de la violencia de un sistema. Soñar es hacer. Soñar es, también, saber que el cuerpo no distingue entre una amenaza real y una imaginaria. Tres mujeres que viven bajo amenaza. Pero tres mujeres que saben, como dice Roberto Saviano en Los valientes están solos, que “la amenaza solo existe mientras gravita”.

Fernando, ¿en qué condiciones rodaste Mujeres que sueñan un país?

Mujeres que sueñan un país se rodó mientras yo estaba viviendo ya en España. Fue un equipo muy pequeño, tanto en La Habana como en Madrid y Miami, las tres ciudades donde se filmaron a Daniela Rojo, Katherine Bisquet y Anamely Ramos, respectivamente. La película contaba con un presupuesto muy pequeño y además estaba supeditada sobre todo a las complicadas agendas de Anamely y Katherine, que se encontraban en la vorágine de la emigración. En ese momento Anamely intentaba regresar a Cuba y comenzaba su campaña “Derecho a regresar”. En el caso de Daniela lo hicimos con el riesgo que supone tener un equipo de filmación en la casa de una opositora que ya había tenido vigilancia de la Seguridad del Estado en varios momentos.

En una ocasión dijiste que esta es una película “que se supedita a la premura con que fue hecha”. ¿Qué quieres decir con esto?

Debido al tema que trata y al interés mutuo tanto de Rialta en la producción como mío en la dirección intentamos que el estreno fuera lo antes posible. Esta premura estoy seguro que influye en algunas cuestiones de la factura final de la obra, pero también siento que la película está muy conectada con el espíritu de San Isidro, el 27N, e incluso las manifestaciones populares que se vivieron en ese verano [de 2021] a raíz de los cortes de electricidad en toda Cuba, que aún cargábamos los que participamos en ella. Creo que ese espíritu permea la película otorgándole una vibra, una carga determinada que hoy ya no existe. Me refiero a que muchos hemos perdido un poco las esperanzas de una caída inminente de la dictadura, en comparación con la letanía y la desidia que hoy se respira en varios sectores de la oposición y por desgracia en Cuba también.

Ha dicho Dean Luis Reyes que Mujeres que sueñan un país “condensa un tiempo que aún queremos comprender”. ¿Ese tiempo cómo lo vislumbras?

Sí, siento lo mismo que dice Dean Luis, tanto en el momento de realización de la película como en su posterior recepción. Sin embargo, el mismo ejercicio de hacerla forma parte de ese intento de comprensión. Creo que la obra en si funciona tanto como documento de consulta para el futuro, como de entendimiento de ese proceso que se vivió en Cuba para los no residentes en la isla, y, en otro nivel, como materia prima a la hora de realizar un análisis en profundidad de lo que constituyeron esos procesos y a dónde nos han traído.

Por su parte, Daniela Rojo confesó en una transmisión en directo que aceptó ser una de las protagonistas de la película porque es necesario decir “la verdad y llevarla a todos los rincones del mundo en el formato que sea, y decir lo que está pasando en Cuba, cómo la dictadura está oprimiendo a la gente, la represión, y todo lo que está pasando con los presos [políticos], yo pienso que es un deber de cada cubano que conserva la libertad”. ¿Cómo relacionas lo que dice ella con el cine cubano de hoy?

Relacionando mi respuesta anterior: estábamos viviendo un momento en que necesitábamos “hacer por Cuba”. En mi caso, soy realizador, no activista, y desde 2018 más o menos parte de mi obra ha estado en función de esa necesidad de contar Cuba en aras de lograr su libertad. Sin embargo, el cine cubano por mucho tiempo ha ocupado el lugar de una prensa independiente inexistente o altamente reprimida y controlada. Desde hace unos años ya los cubanos tienen en sus manos la posibilidad de ver toda la represión, la violencia y los crímenes que comete la dictadura a diario. El cine cubano independiente y los cineastas no necesitamos cargar con esa responsabilidad y podemos abordar Cuba desde otro lugar, más ahora que la mayoría vivimos procesos de migración. En mi caso, me interesa mucho más abordar la idea del futuro de Cuba, una vez caída la dictadura.

Siento que el documental, más que realizado desde una perspectiva femenina, tiene un carácter feminista. ¿Pudieras aclarar esta distinción?

No creo que la película tenga una perspectiva femenina. Casualmente, el equipo de realización fuimos todos hombres, cosa inusual en mi obra. Sí tiene ese carácter feminista; de hecho, de ahí partió la obra. La dictadura cubana es extremadamente machista, y ver a tantas mujeres siendo protagonistas en esta lucha causó una gran impresión en mí; además de que no creo en las sociedades patriarcales y aspiro a una sociedad inclusiva para el futuro de mi país. Incluso, deseo un gobierno con una perspectiva femenina.

Mujeres que sueñan un país se acaba de presentar en el Festival de Cine INSTAR. ¿Qué importancia le otorgas a este festival?

El Festival de Cine INSTAR me encanta; desde su primera entrega conecté con lo que estaban haciendo. De hecho, yo tenía el sueño de realizar un festival independiente en Cuba, sobre todo con la disolución de la siempre imperfecta Muestra Joven. Es una contradicción intentar crear un espacio de libertad bajo los presupuestos y espacios propios de la dictadura. Si bien el Festival puede mejorar en muchos aspectos –incluso creo que deberían hacerse más eventos como este dentro de Cuba–, la edición de este año ha sido excelente y la posibilidad de ver este tipo de cine en tantas ciudades, en diferentes continentes, y frente a un público tan variado, es un privilegio sin igual tanto para los realizadores como para el público que logre asistir.

Daniela Rojo, Katherine Bisquet y Anamely Ramos sueñan un país. Soñar es también una manera de hacer. Ellas sueñan y hacen un país. ¿Compartes esta idea conmigo?

Sí, por supuesto. Son protagonistas de la película no solo por el hecho de soñar ese país libre al que la mayoría aspiramos, sino por todo lo que hicieron y hacen en la construcción de ese sueño. Daniela lo resume de una manera que para mí es muy clara y reveladora. Nadie va a liberar a Cuba por y para nosotros, y el día de mañana nuestros descendientes van a ser tan víctimas como hemos sido. Yo quisiera que las futuras generaciones no se vean privadas de su país como lo estamos siendo nosotros hoy. Pero tampoco quiero que sean adoctrinadas en una escuela o violadxs en las escuelas en el campo, o torturados en el Servicio Militar, ni sufran tantos otros crímenes que por desgracia la sociedad cubana ha normalizado en el intento de sobrevivir.

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IV Festival de Cine INSTAR premia los documentales "Mafifa" y "La opción cero"

El Instituto de Artivismo Hannah Arendt (INSTAR) denunció en un comunicado el descrédito a que estuvo sujeta esta edición del Festival.

Redacción de CiberCuba – 12/12/2023 – 6:06pm (GMT-5)

CIBERCUBA

Cartel de la película Mafifa

El documental independiente Mafifa (2021), de Daniela Muñoz Barroso, fue premiado junto a La opción cero (2020), de Marcel Beltrán, en la IV edición del Festival de Cine INSTAR que transcurrió la pasada semana en siete ciudades de dos continentes, y en Cuba de manera virtual.

Mafifa, que realiza un sorprendente e interesante viaje a Santiago de Cuba a través de su cultura más autóctona y popular, fue galardonada con el premio Nicolás Guillén Landrián, correspondiente a 3,000 dólares. Mientras que el documental La opción cero, que narra el paso de un grupo de migrantes cubanos por la selva del Darién, se llevó una mención especial, consistente en 1,500 dólares.

Los integrantes del jurado, conformado por Paulo Antonio Paranaguá, crítico e historiador brasileño y una de las autoridades sobre cine latinoamericano; Dunja Fehimović, académica especializada en cine del Caribe y profesora universitaria en Reino Unido, y el guionista cubano Alejandro Hernández, ganador del Premio Goya en 2013, reconocieron a ambos largometrajes por reflejar un tema tabú en una concepción donde sobresale “la calidad conceptual y artística de las obras en relación a sus propuestas temáticas”.

Captura de Facebook/Instituto de Artivismo Hannah Arendt

La ceremonia de premiación y clausura celebrada de manera online elogió “la calidad y diversidad de las películas seleccionadas”, en un espacio que abre “la oportunidad de acercarse a distintas cinematografías del sur global, que no siempre cuentan con la presencia que merecen en los circuitos tradicionales de exhibición y distribución audiovisual”.

Asimismo, tuvieron palabras de celebración para los realizadores que logran “sobreponerse a sus adversas circunstancias de producción y entregar filmes que cuestionan de manera profunda sus respectivos contextos sociopolíticos”.

En esta edición del Festival, se buscaba explorar “el carácter transnacional del cine independiente cubano, así como su diálogo creciente con otras cinematografías, sobre todo con las de aquellas zonas también regidas por gobiernos dictatoriales o autoritarios”, señaló el Instituto de Artivismo Hannah Arendt (INSTAR), fundado y dirigido por la artista plástica y activista Tania Bruguera.

La convocatoria causó incomodidad en las esferas estatales de la cultura cubana. La Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) lo calificó en un pronunciamiento como “un nuevo ataque a la cultura cubana”. Para el ente oficialista, los participantes pretendían “reescribir la historia y falsear las realidades de la nación”.

También la “no primera dama” de CubaLis Cuesta, dijo desde la red social X que “la Patria es la Cultura de su Pueblo, entonces, es muy predecible que los enemigos la ataquen, más de lo mismo, son tan pocos creativos los muy infelices. La Cultura revolucionaria la vamos a defender como nuestra independencia”, en clara referencia al Festival.

Por su parte, un comunicado de Bruguera, publicado en el perfil de Facebook de INSTAR denunció las maniobras del régimen para hacer infructuoso este evento.

“Los intentos de descrédito, el acoso y la persecución hacia nuestro festival, los artistas y los colaboradores que participaron en él, por parte de funcionarios públicos cubanos, así como de entidades influenciadas por el Estado-partido cubano, demuestran una vez más la naturaleza totalitaria del régimen que impera en la Isla”, expresó en el texto.

Captura de Facebook/Instituto de Artivismo Hannah Arendt

A la vez que criticaba “el uso público del término terrorismo cultural por funcionarios del Estado no es casual, es parte de un golpe coordinado que creen definitivo sobre los artistas que se cuestionan su realidad. Calculan mal los burócratas”.

En una edición que vinculó el apoyo y solidaridad de Artists at Risk Connection (ARC), PEN International y 29 organizaciones de la sociedad civil y centros PEN, que “nos recuerdan que no estamos solos en esta lucha por la libertad de pensamiento y la expresión artística en Cuba”.

Juntos, siempre podemos resistir la censura y crear un espacio para que florezca el arte y la libertad de pensamiento”, concluyó.

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Mafifa

Por Pablo Gamba – diciembre 12, 2023

LOS EXPERIMENTOS – BLOG DE CINE

La película ganadora del Festival INSTAR, Mafifa, se estrenó en 2021 en el IDFA, en Ámsterdam, estuvo en el Festival de La Habana en 2022 y ganó el premio al Mejor Largometraje Documental en el Festival de Trinidad y Tobago. Daniela Muñoz Barroso intenta construir en ella un retrato del personaje del título, una mujer de vida misteriosa que llegó a tocar la “campana macho” en la conga en Santiago de Cuba. Lo singular es la subjetividad de la búsqueda de Gladys Linares Acuña siguiendo la estela de su registro en la memoria oficial y los recuerdos de los que la conocieron, en un cine sensorial marcado por una limitación de los sentidos. Refleja así la progresiva pérdida de audición de la realizadora, que ya no pude escuchar el instrumento de Mafifa. 
 
Desde el comienzo como una road movie, en el viaje en bus hacia Santiago, el documental sumerge en su sensorialidad a los espectadores. No lo hace solo en la banda sonora sino también con una cámara que expresa la subjetividad del personaje de la cineasta. Se logra mediante los planos detalle, los movimientos de la cámara y, en particular, en la atención privilegiada que se presta a la boca de los personajes. Es el correlato de la experiencia de la que lee los labios de quienes hablan con ella. También de la que con la vista y el tacto percibe su presencia en un lugar, en contacto con todo lo que la rodea, pero a la vez a distancia porque no escucha ciertos sonidos. 
 
Esto, sin embargo, tiene la limitación propia de una película que no se presenta como documental experimental. Desde el comienzo hay también un contrapunto entre el sonido subjetivo y la voz narradora extradiegética, en la que el personaje de la cineasta se muestra tal cual es por cómo la escuchamos los que no tenemos hipoacusia. Su manera de hablar está al borde de lo ininteligible al comienzo para llamar la atención sobre esto, pero se hace más diáfana a lo largo de la película. Hay que destacar la valentía de Muñoz Barroso al mostrar en on, off y over su voz tal cual es, haciendo patente que entender lo que dice solo requiere un poco más de atención. 
 
En los planos auditivo y el visual hay, además, un ir y venir de esta ocularización y auricularización internas, siguiendo la terminología de Gaudreault y Jost, al grado cero en ambos casos. Lo más opuesto a lo subjetivo está en la voz extradiegética y, visualmente, en los planos aéreos del desplazamiento de la conga por las calles, en los que la perspectiva es la de una “meganarradora”, según estos mismos autores. 
 
La película también se destaca por el paralelismo entre la pérdida progresiva de audición, que lleva a la cineasta narradora a apelar a su recuerdo de los sonidos que ya no puede escuchar, y el relato de la investigación para armar el retrato de Mafifa con el recorrido por el lugar donde vivió, documentos y testimonios. Es evidente que los personajes nunca conocieron, ni dicen ni pueden decir toda la verdad sobre ella, como si la sociedad se hubiera hecho un poco ciega y muda en torno a la manera de ser y de vivir de una mujer que desafió el sexismo en la música y su vida personal. 
 
En este sentido, la búsqueda de Mafifa es también la de Daniela Muñoz Barroso de sí misma, que es otra una mujer en desajuste con su entorno, no solo por su condición auditiva sino como realizadora de cine independiente en Cuba. Así como la película hace sentir fuertemente la cercanía-distancia de la hipoacusia al comienzo, vuelve al final sobre lo mismo con el relato de la subida a una montaña, donde el personaje de la cineasta encuentra un lugar con el que puede sentirse en armonía por el silencio. El documental remarca así la limitación de los encuentros de la documentalista con los personajes, a los que ella siempre percibe como desde un mundo aparte. Es una problematización que es casi de rigor en el cine etnográfico de la actualidad. 
 
Este aspecto reflexivo de Mafifa se extiende a su construcción de los otros que son siempre los personajes de una película de este tipo. Entra en juego en esto la cultura afrocubana y sus tensiones con la que Paul Schroeder identifica como “modernidad socialista” hegemónica en Cuba, un proyecto de origen europeo que no deja de reproducir en esto la relación colonial, aunque sus aspiraciones sean otras. Tampoco el socialismo ha sido exitoso en la superación de las desigualdades tradicionales, como las de las mujeres con relación a los varones, ni del machismo. Son problemas con los que se toparon con rudeza los realizadores críticos del cine oficial del ICAIC, de lo que dan constancia obras maestras como De cierta manera (1974), de Sara Gómez. 
 
Hay que señalar, por tanto, que el ascenso a la paz de la montaña no constituye una respuesta escapista ni nada por el estilo en Mafifa. Por el contrario, desde esta consciencia de la diferencia con respecto a los personajes y la disonancia de la cineasta con su mundo, la película se sumerge en la cuestión neobarroca, igualmente señalada por Schroeder, de las tensiones entre la modernidad socialista y una cultura afrocubana que se ha modernizado con la revolución, pero también por su capacidad de sobrevivir en tensión con ella o en resistencia, como diría Bolívar Echeverría. Entran en esto en juego también los géneros, la rebeldía de las mujeres de diversas culturas y condiciones sociales contra la hegemonía de los varones, e incluso la problemática noción de “discapacidad”, por la manera como Muñoz Barroso desafía el estereotipo.
 
Esto abre otra puerta a la identificación de la cineasta y los espectadores con los personajes, ya no como “pueblo” de la manera oficialista como esto se entiende. Muñoz Barroso percibe en la danza, y los toques de tambor y campana un encuentro de los cuerpos afrocubanos consigo mismos en la Cuba socialista. Es una manera de decir que Gladys Linares era la mujer que quería ser, y que sus paisanos llamaron Mafifa, cuando bailaba y tocaba muy fuertemente la campana. Conlleva el reconocimiento en los danzantes de la identidad africana que se resiste a una modernidad colonizadora en estos movimientos, así como en Mafifa también se resistía al machismo. Hay una parte de la película en la que entran en juego la lluvia y el fuego en relación con esto, lo que abre la imaginación de los espectadores a otra manera de estas personas de estar en el mundo, de relacionarse con sus elementos. 
 
Pero la pregunta sigue siendo si Daniela Muñoz Barroso, la cineasta, y nosotros, los espectadores y espectadoras, estamos condenados a permanecer en el otro polo de esa tensión, el de la modernidad socialista o la “modernidad liberal”, también identificada por Schroeder y que es colonialista por antonomasia, frente al pueblo moderno que resiste. La interrogante surge del “progreso” al que están ligados el documental etnográfico y el cine de arte como espectáculo para el disfrute de una élite ilustrada. 
 
La respuesta podría ser que no, que de algún modo sí podemos ubicarnos del otro lado de esas tensiones. En el intento subjetivo de Mafifa de sumergirnos en el torrente humano de la conga percibimos la violencia con la que la policía actúa para mantenerlo dentro del cauce del “orden”, como temiendo que la resistencia pueda desbordarse en revuelta o rebelión. Sentimos vicariamente un eco terrible del trato de látigo y garrote propinado a los esclavos, como si a nosotros también nos estuvieran “encauzando” con su violencia los agentes. Y no es una cuestión meramente imaginaria. Sería estando realmente frente a un enemigo común como este que podríamos encontrarnos todos, a pesar de nuestras diferencias, en un pueblo sin comillas.

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'Mafifa' y 'La opción cero', galardonadas en el IV Festival de Cine INSTAR

Las dos películas independientes cubanas obtienen premios por reflejar un tema tabú de su sociedad, según palabras del jurado.

Madrid 

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Fotograma de 'Mafifa', de Daniela Muñoz Barroso. RIALTA

El filme independiente cubano Mafifa (2021), de Daniela Muñoz Barroso, recibió el premio Nicolás Guillén Landrián que otorgó el jurado del IV Festival de Cine INSTAR, mientras que La opción cero (2020), de Marcel Beltrán, mereció una mención especial.

Ambos largometrajes fueron reconocidos por reflejar un tema tabú, entre los 15 audiovisuales de creadores de la Isla presentados durante la pasada semana en siete importantes ciudades de dos continentes, y en Cuba de manera virtual. El galardón principal está dotado con 3.000 dólares y la mención con 1.500.

De acuerdo con los integrantes del jurado, integrado por Paulo Antonio Paranaguá, crítico e historiador brasileño y una de las autoridades sobre cine latinoamericano; Dunja Fehimović, académica especializada en cine del Caribe y profesora universitaria en Reino Unido, y el guionista cubano Alejandro Hernández, ganador del Premio Goya en 2013; para acordar su veredicto atendieron a “la calidad conceptual y artística de las obras en relación a sus propuestas temáticas”.

En un encuentro onlinelos jurados celebraron el festival por “la calidad y diversidad de las películas seleccionadas”, aparte de ofrecer “la oportunidad de acercarse a distintas cinematografías del sur global, que no siempre cuentan con la presencia que merecen en los circuitos tradicionales de exhibición y distribución audiovisual”.

También reconocieron “la resiliencia, valentía e inventiva de los realizadores para lograr sobreponerse a sus adversas circunstancias de producción y entregar filmes que cuestionan de manera profunda sus respectivos contextos sociopolíticos”.

“Me parece de suma importancia la labor del Festival INSTAR en difundir y promover el cine de jóvenes creadores cubanos, sobre todo a la luz de la desaparición de la Muestra Joven, que fue durante muchos años un espacio crítico fundamental para tantos, incluidos varios de los cineastas cuyas obras han concursado para este premio”, enfatizó Fehimović.

La profesora señaló que el evento refleja “la evolución, o el estado actual del cine cubano, o de sus practicantes más jóvenes. Me refiero al enfoque trasnacional de la programación y de las proyecciones, lo que resalta una visión del cine cubano expansiva, conectada al resto del mundo y a dinámicas sociopolíticas y corrientes creativas internacionales”.

La artivista cubana Tania Bruguera, directora del Instituto Internacional de Artivismo Hannah Arendt (INSTAR), adelantó que el Festival ha recibido propuestas de otras tres ciudades del mundo para organizar sus exhibiciones en 2024, cuando se debe celebrar su quinta edición.

“Queremos que sea una fiesta y un lugar de encuentro y de discusiones serias e importantes para los cineastas”, subrayó.

El Festival, con curaduría del cineasta cubano José Luis Aparicio, y que tuvo como eje presentar la obra de realizadores exiliados, sesionó en salas de cine y centros culturales de Barcelona, París, Miami, Nueva York, Ciudad de México, Buenos Aires y São Paulo. También pudo ser visto desde Cuba de forma online a través de la plataforma Festhome.

El concepto que guio la edición fue el carácter transnacional del nuevo cine cubano, así como su diálogo creciente con diversas cinematografías, sobre todo las de aquellos países regidos por gobiernos dictatoriales o autoritarios. 

Además de cortometrajes y largometrajes de realizadores cubanos, esta edición contó con obras de cineastas de Haití, Irán, Nicaragua y Venezuela. Sus directores viven exiliados debido a la situación represiva que padecen sus países de origen.

El régimen cubano lanzó una campaña de desprestigio contra la muestra a través de los medios oficiales y las redes sociales de funcionarios del Ministerio de Cultura y el aparato ideológico, mientras que el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana excluyó de su programa a última hora a Llamadas desde Moscú, de Luis Alejandro Yero, exhibida en el Festival de Cine INSTAR.

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‘Hojas de K’, una película urgente. Entrevista con la cineasta nicaragüense Gloria Carrión

Por ANTONIO ENRIQUE GONZÁLEZ ROJAS – 11 diciembre, 2023

RIALTA

Fotograma de ‘Hojas de K’ (2022); Gloria Carrión (IMAGEN hojasdek.com)

Hojas de K. (2022), de la nicaragüense Gloria Carrión, trenza en una sola voz los testimonios de varias mujeres nicaragüenses reprimidas por el régimen de Daniel Ortega durante las protestas masivas de abril de 2018. En los primeros días de este diciembre, la realizadora centroamericana sumó esa verdad múltiple a los gritos de libertad creativa reunidos en la selección oficial del IV Festival de Cine INSTAR –que culminó la víspera con la premiación del documental Mafifa (2021), de la cubana Daniela Muñoz Barroso.

El silencio absoluto en que los estados totalitarios sueñan sumergir las posturas y representaciones divergentes de su monocorde versión de la realidad será siempre desafiado –y, a la larga, derrotado– por esos discursos que escapan en el viento, como hojas ligeras.

A través de Messenger y WhatsApp llegaron las respuestas de Gloria Carrión a mis interrogantes sobre los procesos, motivos y consecuencias de las páginas clandestinas que escribe la protagonista plural de Hojas de K. Esas que han logrado escurrirse entre las muradas represoras para revelar otras versiones de la realidad: los rostros subyacentes tras la sonrisa congelada que presenta el régimen al mundo.

K. es un cuerpo colectivo representado como una joven estudiante. ¿Todos los testimonios compilados son entonces de adolescentes y jóvenes? ¿O también contaste con los de otras generaciones?

La mayor parte de los testimonios fueron brindados por mujeres jóvenes. Entre adolescentes y jóvenes de un máximo de 22 o 23 años. Entrevisté a un total de diez. Solo dos eran mayores. Una tenía como 40 años y la otra tenía 30. Todas participaron, en distintas zonas del país, en las protestas cívicas de abril de 2018.

Me encontré con cada una de ellas, ya sea de manera presencial o virtual. Estábamos en el mismo país, pero algunas residían en otras zonas. Otras no podían salir de sus casas porque estaban bajo asedio policial. Las encontré a través de organizaciones feministas de base, y también de derechos humanos, con las que yo estaba cooperando. Y fue a través de ellas que hice los contactos.

La verdad es que residía en Nicaragua en ese momento; todas estábamos residiendo en Nicaragua. Y me comuniqué con todas. Sin embargo, cuando terminé la última entrevista, me di cuenta de que mi centro de pensamiento, donde trabajaba, estaba siendo perseguido. Ya no pude continuar realizando entrevistas.

De hecho, iba a filmar una serie documental sobre el levantamiento cívico de abril antes de irme de Nicaragua: ya no pude hacer eso. Y me llevé los testimonios conmigo, en mi maleta. Tuve tres días para salir del país, por la represión, y cuando salí, y logré desempacar la maleta, pues recordé que tenía estos audios. Y la animación se convirtió en la única manera posible que encontré para contar esta historia.

La mayoría del equipo creativo de Hojas de K. emplea seudónimos. ¿Cuáles son los peligros a los que se arriesgan de revelar sus nombres?

La mayoría del equipo creativo usa seudónimos, y el peligro a que se arriesgan es ser ellos mismos víctimas de la persecución estatal, [y también] riesgos para sus familias, hasta el exilio forzado. En Nicaragua la situación es tan terrible, por la represión, por la violencia estatal, que haber participado en un corto como este pues puede tener consecuencias muy grandes, incluso la cárcel. Porque ahora ya nadie está exento de terminar en prisión por decir o hacer cosas que contradigan la versión del gobierno sobre lo que sucedió en 2018.

Póster de ‘Hojas de K.’ (2022); Gloria Carrión (IMAGEN hojasdek.com)

Si alguno de los miembros del equipo reside aún en Nicaragua, ¿puede decirse que la Hojas de K. es una “coproducción” entre la Nicaragua física y la Nicaragua diaspórica?

Puede decirse definitivamente que Hojas de K. es una coproducción entre la Nicaragua física y la Nicaragua diaspórica, sin duda alguna. De hecho, la empecé a concebir, y la terminé, estando ya en el exilio, colaborando con personas que estaban dentro del país. Se puede afirmar eso definitivamente, y creo que también es un testimonio sobre la resiliencia de los cineastas nicaragüenses, quienes, al igual que las y los creadores cubanos, tratamos de hacer cine y contar nuestras historias a pesar de las adversidades y la persecución la política.

¿Reconoces alguna influencia creativa fílmica o de otras artes en Hojas de K.?

Pues definitivamente la literatura tiene una influencia enorme en mi trabajo. Amo la poesía, me encanta; pero también la narrativa. Leo mucho; de hecho, entré al cine a través de la literatura y creo que nunca la he la he dejado atrás. Siempre ha sido como un terreno de mucha inspiración, un mundo creativo personal; forma parte de mi constelación creativa, de mi universo creativo.

El título y la estructura visual que tiene el corto justamente se asemejan a los de un diario. Son como hojas que son escritas a escondidas, pasadas, intercambiadas a través de las rejas de las celdas. La idea era dar esta sensación de diario personal, de diario de la memoria personal. Sin dudas encuentro en la literatura mucha inspiración. También en la pintura. Toda la escuela impresionista me gusta mucho, y hay algo de esto también en la forma en que las manchas, los colores, invaden la pantalla. Dialogo mucho con la pintura. Mis trabajos tienen como un elemento plástico, me parece, que siempre me gusta explorar. Me encanta ahondar en estas fronteras entre las artes, y un poco ser desobediente. Nunca muy purista en nada.

Still de ‘Hojas de K.’ (2022); Gloria Carrión (IMAGEN hojasdek.com)
Still de ‘Hojas de K.’ (2022); Gloria Carrión (IMAGEN hojasdek.com)
Still de ‘Hojas de K.’ (2022); Gloria Carrión (IMAGEN hojasdek.com)
Still de ‘Hojas de K.’ (2022); Gloria Carrión (IMAGEN hojasdek.com)

Hojas de K. es una película de animación; entonces, ¿qué ventajas y/u obstáculos has tenido para participar en festivales, para distribuirla?

Creo que por el hecho de que Hojas de K. sea una animación documental ya a veces cuesta presentarla, sobre todo, a festivales o espacios más tradicionales para exhibir cine documental, donde se considera lo documental como algo aún muy de estructura lineal o tradicional. Entonces, en esos espacios ha sido complejo poderla mover.

Me han cuestionado el hecho de considerarla un documental, y creo que tiene mucho que ver con una conversación que se está dando cada vez más; pero definitivamente vale la pena continuar: todos los géneros se están contaminando.

Porque la verdad es que todo es una puesta en escena. No creo mucho (desconfío mucho) en la representación documental como una imagen que puede revelar la verdad. Para mí no existe la verdad como una cuestión completamente monolítica. Me parece que es más complejo eso, y también creo que esta contaminación, por así decirle, entre los géneros, y entre las distintas formas de contar una historia, pues se asemeja mucho a la vida y se parece mucho a algo que fluye, está vivo, y no tiene una sola forma de contarse. Creo que tiene mucho que ver con esto que te decía de la desobediencia de la forma que me atrae tanto. Y sobre todo porque me parece que en sí mismo tiene la semilla de la libertad.

Busco mucho eso: poder escribir, contar, narrar en libertad, desde la libertad y para la libertad. Y más en un contexto de persecución y adversidad política. Me parece que es muy importante, o al menos a mí me da mucha fuerza y ganas de seguir contando cosas, resistir a través de las historias, a través del cine y del arte. Me parece fundamental para seguir viva.

¿Hojas de K. ha sido visionada en Nicaragua, ha sido distribuida de alguna forma en tu país?

No ha sido visionada en Nicaragua. No ha habido ninguna forma de distribuirla por el control férreo que hay, pero también porque, hasta cierto punto, me siento responsable del equipo que trabajó conmigo. Y la verdad es que no quiero exponerlos a ninguna repercusión ni nada de esto. Entonces aún no hemos dado el paso para distribuirla en Nicaragua.

Pero espero que en algún momento sí logremos hacerlo, porque me encantaría que esta película se viera en Nicaragua. Es una película fundamental para el país, y también para la región, sobre todo en el marco del auge de los gobiernos autoritarios y dictatoriales que tristemente van ganando espacio. Me parece que es una película muy urgente.

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Cuatro directores hablan sobre el IV Festival de Cine INSTAR

Por EDGAR ARIEL – 10 diciembre, 2023

RIALTA

Durante la filmación de ‘Camino de lava’ (2023), de Gretel Marín; película incluida en el certamen del IV Festival de Cine INSTAR (IMAGEN YouTube / Rialta Ediciones - IV Festival de Cine INSTAR: La Guía [episodio 4])

Termina este domingo la cuarta edición del Festival de Cine INSTAR. Su vigorizada presencia –en esta ocasión como concurso– confirma la necesidad de una reflexión sostenida en torno a la producción, distribución y configuración del cine que se realiza en zonas periféricas, a menudo con agendas reivindicativas, y a través de mecanismos disidentes. Al respecto, hemos encuestado desde Rialta Noticas a varios de los participantes en esta cita cinematográfica. Ellos son el realizador, guionista y periodista cubano Carlos Melián, la realizadora nicaragüense Gloria Carrión, el también cineasta cubano Ricardo Figueredo y su colega venezolano Jhon Ciavaldini.

Lo hacemos a partir de los siguientes presupuestos e interrogantes… El IV Festival de Cine INSTAR se ha desarrollado por estos días con una perspectiva transnacional. Sus organizadores insisten en comprometerse con aquellas cinematografías “arriesgadas” y que “exploren los límites de lo insólito, de lo experimental: los límites de la creación”. Entonces, ¿cómo valoras la emergencia de este festival y su apoyo a cineastas independientes en entornos subalternos?; en tanto observador y/o parte del fenómeno, ¿cómo valoras los caminos actuales del cine cubano y su carácter diaspórico?

Carlos Melián

Me gustaría que el festival creciera, que fuera un punto de encuentro y debate de la diáspora cubana. Pero también siento que eso puede ser muy aburrido. La diáspora debería salirse de sí misma, de sus viajes en círculo, quizá a través de la idea de exilio.

Por ejemplo, en esta muestra vi un filme haitiano que me hizo caer en la cuenta de que no siempre podemos ver filmes de Haití. En ese sentido fue mucho más importante INSTAR para ponerme en contacto con Haití. Haití se parece mucho a Santiago de Cuba. A Cuba. Estaban hablando de nosotros ahí. Nos une la ruina. Así que se me desmoronó la idea de que un festival para la diáspora cubana podría ser divertido o útil.

Quizá sea bueno enmarcarlo en un festival para el Caribe. Lo que quiero decir es que el cine cubano como diáspora, como exilio, no me interesa. Es frustrante que solo pudiéramos aspirar a que se nos enmarque como diáspora. Deberíamos salir corriendo y huir de esa etiqueta que solo lleva a los cines a gente anticapitalista y simpatizante de Cuba. Ese público de nicho no me interesa, me entristece. Hay que quemar todo eso.

Los caminos actuales del cine cubano en la diáspora o el exilio me parecen tristes. Si antes viviendo en Cuba llegábamos a los mercados de coproducción sin amparo financiero de nuestros institutos de cine, ahora en la diáspora estamos condenados a hacer películas muy precarias. No veo porvenir, la verdad. O quizá sí; quizá el porvenir será hacer pelis que satisfagan nuestras pulsiones creativas, pelis minúsculas, pelis que de alguna manera repliquen el empuje de la industria cubana: inexistente. Pelis que se filman en un patio, en una casa, alrededor de una mesa. Cosas así, amordazadas en la pobreza.

Cartel del IV Festival de Cine INSTAR (IMAGEN Facebook / Instituto Internacional de Artivismo «Hannah Arendt» )

Si en cambio pensamos el cine fuera de la categoría de diáspora, sin los jalones que esto supone, es menos complicado concebir que alguno de nosotros logre hacer pelis importantes. O sea, la visión de diáspora, politizada, es la que empobrece la imaginación. Es como colectivizar el cine cubano de la diáspora. O como otorgarle una condición dialéctica, que camina hacia el porvenir con un destino inmanente. Debemos enfocarnos en gestionar ayudas económicas a la producción, desarrollo, pero no del cine cubano, sino del cine y ya. En fin, un lío.

Gloria Carrión

Tuve el honor de ser jurado de los Premios PM 2023 de este año y pude, a través de esta experiencia, darme cuenta de la vitalidad que tiene en este momento el cine cubano independiente. Quedé muy impresionada con la diversidad, la fuerza y la valentía de los cineastas cubanos.

Me parece que la adversidad y los desafíos que le propone a estos artistas el exilio es una suerte de motor creativo. Algo que me ha dejado muy impresionada es la llama que está encendida en cada uno de estos cineastas esparcidos por el mundo. A pesar de todas las dificultades, a pesar de toda la persecución y de la censura, sacan recursos y construyen sus propias formas de narrar lo vivido, la realidad de Cuba, tanto desde la isla como desde el exilio. Me parece que esa potencia es una forma de resistir, de continuar narrando a pesar de la adversidad. Eso es absolutamente loable y necesario.

Creo, además, que los retos que están viviendo los artistas cubanos en el exilio tienen mucho en común con lo que estamos viviendo los cineastas nicaragüenses o venezolanos en el exilio. Ahí hay un potencial narrativo muy potente y la posibilidad de dialogar entre nosotros y poder encontrar nuevos esquemas de producción, nuevas maneras de contar, nuevos riesgos a tomar.

Siempre quiero dejar en claro que para mí el exilio no es solo una limitante; también es la posibilidad de replantear los límites del lenguaje cinematográfico, y es una oportunidad para seguir contado.

El Festival INSTAR juega un rol primordial en la promoción del cine de la subalternidad. Creo que espacios como INSTAR son muy pocos, y que la tengan tan clara de promover este tipo de cine hecho en la adversidad, bajo persecución, bajo censura y en contextos tremendamente difíciles. Eso en el mundo globalizado, y tan enfocado en la rentabilidad, me parece que es loable y urgente.

Este tipo de cine que no es realizado en medio de comodidades, es urgente, necesario, y tiene que ser visto, apoyado, distribuido. INSTAR logra esta misión con creces. Admiro y aplaudo el trabajo de curaduría, promoción, y el sentido de misión para/con los cineastas subalternos.

Still de ‘Hojas de K.’ (2022); Gloria Carrión (IMAGEN hojasdek.com)

Ricardo Figueredo

El Festival de Cine INSTAR es una especie de oasis para los cineastas cubanos que estamos en la diáspora y para muchos otros cineastas que no encuentran el espacio idóneo, indicado y natural para promover sus obras. Me parece una brillante idea y un acto de fe y de voluntad de Tania [Bruguera] hacia sus colegas cineastas. Es algo que siempre le agradeceré.

El festival me parece, ante todo, un acto de valentía. Lo valoro y considero mucho. Ojalá que todos los países que tengan problemas con su cinematografía tengan una persona como Tania con esta impronta de hacer un festival con películas que nadie quiere poner.

El cine cubano no está en sus mejores momentos. Está en un momento oscuro, como mismo está todo el país. Toda Cuba está bajo la censura y la represión hacia los artistas. Es muy lamentable lo que está pasando en este entorno. Pienso que INSTAR es una especie de lumbrera que le da luz a todo esto. Demuestra que no es imposible hacer un festival donde se puedan poner las obras de los cineastas prohibidos, marginados… Es también una manera de darle un golpe a los gobiernos dictatoriales. Ojalá dure muchos años este festival.

Jhon Ciavaldini

El festival exuda una necesidad de existir ante el aumento de la diáspora cubana –el éxodo de intelectuales y de una generación de grandes cineastas que han ganado reconocimiento a nivel mundial–, de la censura, y la falta de espacios dentro del país; más aún con el cierre de la Muestra Joven ICAIC.

Creo que los organizadores han logrado ver que estas necesidades y problemas existen en otros países con regímenes autoritarios; muchos incluso son aliados del Estado cubano. Esto nos permite estar navegando las mismas aguas, tener puntos en común, y por ende se hace más necesario el diálogo entre nuestros países. Una manera de hacerlo es a través de nuestro cine, luchando contra la propaganda y la censura. El hecho de que mi película, llena de imágenes de represión del Estado venezolano, esté disponible en Cuba, y que alguien pueda verla y contrarrestar la imagen que dan los medios oficiales de un régimen aliado, es algo que me llena de una gran exaltación.

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Miguel Coyula y Rafael Ramírez: los multiversos de dos auteurs cubanos

Por MAYTÉ MADRUGA – 09 diciembre, 2023

RIALTA

Fotograma de ‘Las campañas de invierno’ (2019, Cuba-Venezuela-México); Rafael Ramírez (IMAGEN Cortesía del Festival de Cine INSTAR)

En su ensayo De la política de los autores, el crítico francés André Bazin decía: “La política de los autores consiste, en resumen, en elegir la perspectiva personal en la creación artística como un estándar de referencia y asumir que esta progresará de una cinta a otra. Se reconoce que existen ciertas películas de gran calidad que escapan a esta teoría, pero estas serán consideradas sistemáticamente inferiores a aquellas que posean una estampa personal del autor, a pesar de lo mundano que pueda ser el escenario donde transcurre”.

Definir un auteur sigue siendo un ejercicio complejo y cada vez más remoto en este siglo XXI. En Cuba, el concepto devino paradigma definitivo y aspiración a ultranza; por muchos años, algunos renegaron de toda forma diferente de asumir y consumir el cine.

No obstante, las ideas de Bazin funcionan como brújula para el análisis de dos realizadores cubanos: Miguel Coyula y Rafael Ramírez. Ambos creadores, con una obra cinematográfica validada tanto por academias como en certámenes cinematográficos, poseen varios puntos en común, más allá de “elegir la perspectiva personal en la creación artística”, que denotan la producción de una poética cinematográfica constante e inspiradora para sus congéneres.

En la IV edición del Festival de Cine INSTAR, los directores fueron incluidos en las presentaciones especiales con los largometrajes Corazón azul (Miguel Coyula; 2021) y Las campañas de invierno (Rafael Ramírez; 2019). La película de Coyula se proyectó este viernes 8 de diciembre en la Maison de l’Amérique Latine, en París, y el filme de Ramírez se exhibe este sábado en e-flux Screening Room, en Brooklyn, Nueva York, y está disponible hasta mañana para las audiencias de Cuba en la plataforma online Festhome.

En Las campañas…, el western predomina como género: dibuja el ambiente, los sentimientos, la presencia extrañada y a la vez consecuente del ser humano en medio de la naturaleza, en contraposición con la ciencia ficción distópica y el fin del mundo elucubrado en Corazón azul. En estos escenarios ficcionales, los personajes de Ramírez tienen la certeza de la búsqueda; los de Coyula, el convencimiento del desamparo. Así aparecen ante cámara, los unos con rostros difuminados, los otros con la molestia y el desasosiego muy nítidos. Cada ser en Las campañas… parece irrumpir en el plano; cada “engendro” de Corazón azul quiere huir de este.

Ambos realizadores tienen una extrema facilidad de reimaginar escenarios. Ramírez, con una fotografía extrañada y una corrección de colores superlativa, en que el gris simboliza el invierno, lo mustio. Coyula, con la intensidad lúdica que ofrece el espectro de efectos visuales, todos susceptibles de ser recortados para que el director/montador/supervisor de VFX los reconfigure y recontextualice.

Ambos hablan de este mundo. Ambos lo habitan. Pero han decidido crear otros universos en su interior. Ramírez y Coyula buscan narrativas cinematográficas que trasciendan lo pactado, lo realista. Es en el terreno de la imaginación donde encuentran su lenguaje autoral. Un simple río es el río hacia el infierno; un edificio es la antena que sintoniza el apocalipsis.

En las religiones y filosofías hinduistas, el alma es el primer cuerpo, guía y representación del corazón. En ese sentido, la película de Ramírez puede definirse como un camino que busca los diferentes estados del alma. Esas mismas nociones también le prestan mucha atención a la mente, a la que suelen identificar con el  ego, que siempre aboga por una individualidad aparentemente separada de lo divino.

Fotograma de ‘Corazón azul’ (2021); Miguel Coyula

Pudieran identificarse en Corazón azul los caminos del ego. Pero en el rastreo es bueno apartarse de los juicios negativos y preconcebidos. El ego es una alarma, una advertencia para que todos seamos conscientes de nuestro origen, de nuestra raíz, la cual la buscan incesantemente los personajes en el filme de Coyula.

Desde esos lugares, ambos directores no ven en la cámara un dispositivo calcador de realidades, sino un tercer ojo que percibe estados alterados, esencias intuitivas, las cuales pueden estar ya en la composición audiovisual o pueden insertarse luego en la isla de edición. En cualquiera de los casos, el pretexto es la realidad primigenia; el objetivo: la construcción de sentidos enfocados en lo sensorial, que indagan en la relación semióticamente arbitraria de las cosas.

Si algo distingue a estos dos autores es que todo puede ser resignificado mediante el acto (o gesto) de filmar. La cámara es una nave con destino al multiverso; el plano es solo un portal, un cuadrado dentro del cual las diferentes dimensiones se desarrollan.

Cada cosmos creado por ellos da la sensación de partir de contextos cerrados en apariencia. Pero se van ampliando con cada visionaje de los espectadores. En última instancia, tanto los personajes de Corazón azul como de Las campañas de invierno pueden considerarse experimentos de realidades paralelas. La diferencia entre ambos es que los del primer filme no están satisfechos con tal experimentación, mientras que los del segundo deambulan por los espacios, convencidos de su necesidad. Hay una disposición en los caracteres de Las campañas…  a aceptar un destino pactado, simulado, como en un videojuego. En los de Corazón azulpredomina la resistencia ante lo inamovible, ante destino dibujado por otros.

Ambos autores encuentran en el cine de género el recurso ideal para el desmontaje de todas las formas del poder: la historia como relato centralizador en Las campañas…; el poder político e ideológico del gobierno cubano en Corazón azul.

La tradicional asociación de la ciencia ficción y el western con el entretenimiento es utilizada por estos cinestas para, desde lo lúdico, desmembrar lo reconocido como autoritario.

El idioma, la palabra como dispositivo transnacional, es otro elemento distintivo en Rafael Ramírez y Miguel Coyula. Cada lengua, compuesta por sonidos característicos, posee ritmos y cadencias diversas que enriquecen las narrativas de sus películas. Y los sitúan en el vasto panorama cinematográfico internacional, a la vez que constituyen devoluciones intelectuales de las influencias y formaciones respectivas.

Fotograma de ‘Las campañas de invierno’, 2019, de Rafael Ramírez

Para estos autores el cine es un territorio sin delimitaciones rígidas, incluso cuando sus filmes entran en una clasificación “genérica”. El cine como lenguaje es para Coyula y Ramírez un repositorio de sus creatividades, de sus formas de aprehender el mundo. Sus cosmogonías beben de la literatura que crean, del anime y de los videojuegos que consumen, de disímiles saberes que trasmutan en narrativas fílmicas.

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Cortos experimentales de Fernando y Miñuca Villaverde

Por Pablo Gamba – diciembre 10, 2023

LOS EXPERIMENTOS – BLOG DE CINE

Un programa de películas experimentales del matrimonio Villaverde, realizadas entre 1970 y 1978 en los Estados Unidos, formaron parte del Festival INSTAR. Estuvo integrado por los cortos Poor Cinderella, Still Ironing Her Husband Shirt (1978) y To My Father (1973), de Miñuca Villaverde, y Apollo Man to the Moon (1970) y A Lady’s Home Journal (1972), de Fernando Villaverde. Además de ellos se exhibió el mediometraje documental Tent City (1980), realizado por Miñuca Villaverde. 
 
Los Villaverde fueron parte del ICAIC y partidarios de la Revolución Cubana hasta 1965. Ese año, las tensiones entre los cineastas y el poder que recorren la historia del instituto cubano de cine los llevaron a tomar la decisión de irse del país, convencidos de que su lugar no podía estar en el sistema socialista que se construía en Cuba. 
 
Fernando Villaverde aportó uno de los cortos de la época del despegue del ICAIC que hoy más se valora, El parque (1963), cuyos personajes melancólicos que hacen vida en una plaza chocaban con el entusiasmo que los cuadros políticos aspiraban a que difundiera el cine. La situación se hizo más difícil para el cineasta por causas análogas cuando terminó Elena (1965), su contribución al frustrado largometraje colectivo Un poco más de azul. El aborto de su primer largometraje como director, El mar, terminó de impulsarlo hacia el exilio junto con su esposa, que también trabajaba en el ICAIC como guionista y como actriz, por ejemplo en Elena
 
Al instalarse en Nueva York, después de haber intentado radicarse en París, los Villaverde compraron una cámara para hacer películas. Lo hicieron inspirados en particular por Jonas Mekas, en cuya cinemateca quizás encontraron un cine nuevo el que no pudieron hacer en Cuba.  Los cortos del programa se destacan por su apropiación del underground estadounidense.
Poor Cinderella… es una película que bien puede aspirar a formar parte de un canon histórico del cine experimental latinoamericano, si es que algún día tal cosa llega a definirse. Es un corto de reciclaje, hecho con material descartado de otra película de Miñuca Villaverde, Blanca Putica. A Girl in Love (1978). Por la manera como la realizadora trabajó el collage, la intervención y fragmentación del material fílmico, el copiado y el ritmo, me hace pensar en los trabajos de Malcolm Le Griece como antecedente, y en lo que va a haría después Peter Tscherkassky.
 
Es notable el dominio de las técnicas que demuestra la realizadora. Pero si Le Griece señalaba el trabajo basado en la intervención física, los procedimientos de laboratorio y la refilmación como característicos de una vertiente del cine estructural, el corto de Miñuca Villaverde está marcado, sobre todo, por una tensión entre esa exploración de la materialidad y la sabiduría artesanal del cine, por un lado, y el cuerpo y la sexualidad de la mujer, por otro. Carolee Schneeman es una referencia obvia en este otro sentido, ya que es una película sobre una mujer que hace el amor. Pero el título, la intervención, la fragmentación y el montaje abstracto, basado en repeticiones, apuntan de modo inquietante en una dirección opuesta a la liberación sexual. 
 
Con esta sensibilidad para el placer, pero cuestionadora e incluso rebelde, si se quiere, contrasta la mirada al padre y la familia reunida en torno a él en su casa de Texas, cuando estaba próximo a morir, en To My Father. Es, obviamente, una película de amor de la hija, pero también de observación de los cuerpos y la dinámica del grupo. 
 
Miñuca Villaverde filma en momentos que van de la pose frente a la cámara, en una curiosa “foto familiar” para el cine, a la presencia de los mismos personajes en el jardín, gozando de sus cuerpos bajo el sol, mientras que el protagonista se muestra allí en una silla de extensión, con un terrible aspecto que me hizo creer que podía haber expirado sin que nadie a su alrededor se diera cuenta, como si incluso no hubiera habido alguien que lo notara tras la cámara que lo registra.
Es de eso que trata To My Father: de la fragilidad de la vida, que puede irse de un momento a otro en ciertas circunstancias, y de la posibilidad que tiene el cine de hacer que instantes de la vida de una persona queden registrados y puedan repetirse para siempre. Este es un cortometraje sobre una familia, y sobre cómo una película nos puede dar la ilusión, tan humanamente necesaria, de que es posible vencer a la muerte y traernos de vuelta la imagen viva de aquellos que se ha llevado, lo que se conjuga aquí con el contraste entre el blanco y negro y el color. 
 
En la última parte de To My Father hay el registro de un viaje, presumiblemente el regreso de Texas, hecho desde un auto que corre por autopistas. Construye una representación del paisaje como un territorio ajeno, por el que se transita a gran velocidad. Esto me lleva al comentario del primero de los cortos de Fernando Villaverde en la muestra: Apollo Man to the Moon
 
Apartándose del camino de los sentimientos de los exiliados en los Estados Unidos hacia el país del que se fueron, como los del clásico del cine de la diáspora cubana El Súper (1979), de León Ichaso y Orlando Jiménez Leal, el cineasta opta por investigar la mirada del extranjero a una Nueva York que se le presenta extraña, inhóspita, y cargada, por tanto, de ironías con respecto a la promesa de libertad de “América”. Lúcidamente expresa esto en un plano de la estatua emblemática, distorsionado por el registro con poca luz, y los motivos de la Luna en un cielo en el que no se ha cerrado la noche y la llegada de los primeros astronautas estadounidenses. 
 
Personajes melancólicos como los de El parque vuelven a verse en esta película. Sin embargo, al revés de lo que sucede en el corto cubano, los deshumaniza su desplazamiento como masa uniforme por pasillos y escaleras mecánicas. Apollo Man the the Moon se presenta así como una amarga parodia de las vibrantes sinfonías urbanas de la vanguardia. Esto incluye el contraste de ese espacio exterior y el espacio doméstico interior de una familia que parece de otro planeta.
La ironía es lo que podría vincular Apollo Man to the Moon con A Lady’s Home Journal, otra que debería figurar en el utópico canon experimental latinoamericano. Es una película feminista en la que Fernando Villaverde se identifica como realizador en colaboración con su esposa. En ella exploran el choque entre la imagen que se exige a las mujeres “en sociedad”, como se dice, que es un ámbito patriarcal en el que la dominante es la mirada de los hombres, y las tentativas de fuga hacia la creación de otras imágenes, en un espacio que ni siquiera es el “hogar” del título, el ámbito doméstico, sino en la privacidad del baño, también a veces una pieza, en soledad. 
 
Pero el espacio interior de este cortometraje es también terrible. Puede ser un microcosmos que reproduce allí el mundo de cuyas miradas la protagonista intenta escapar. El abismo se reabre ante ella en el mismo baño, donde trabaja sobre su cuerpo preparándolo para su exhibición pública, y en una escena con ella echada en el piso, como un regreso a la infancia, jugando en un cuarto con la casita de muñecas en su versión educativa moderna de los sesenta de Fisher-Price. 
 
Un aspecto de sorprendente actualidad de este corto es el despliegue de diversas facetas incongruentes del yo de la protagonista. Hay otra parte en la que se presenta como una gitana tarotista y en otra como una bailarina de inquietante erotismo, con el cuerpo tatuado, pero también como jardinera literalmente etiquetada y como un ángel que es como una enamorada romántica. Esto tiene como correlato un contraste de la iluminación realista en unas partes y el marcado claroscuro en otras, así como también de diversos temas musicales. A diferencia del montaje que divide el corto en segmentos, los segmentos de música se solapan por momentos, lo que añade complejidad a esta representación polifacética, aunque claustrofóbica, del yo.
Así como es irónico que esta búsqueda de ser sí misma por la mujer, de darse su propia imagen, desemboque en versiones de sí misma que no dejan de corresponder a las expectativas masculinas, también lo es que siempre se muestra aquí para la mirada de otro tras la cámara, que es un hombre. Detrás de esa hay incluso otra mirada masculina, la male gaze del espectador. Creo que en este sentido hay que interpretar los planos en los que el personaje de Miñuca Villaverde desaparece y vuelve a aparecer, titila en la imagen porque el único lugar posible del encuentro consigo misma es una mirada para nadie, una no-mirada, en síntesis, la invisibilidad. 
 
Hay que subrayar el contraste de Poor Cinderella… y A Lady’s Home Journal con la pacatería que ha caracterizado siempre al cine cubano hecho en el marco de las instituciones del Estado ‒no el de cineastas independientes como Jorge Molina, por poner un ejemplo relativamente conocido‒. Adivino en esto otra razón por la que los Villaverde pudieron haber marcado distancia con una Revolución no solo poco abierta en lo tocante a la profundidad de los sentimientos sino nada revolucionaria en lo que concierne a los cuerpos. Pero si el socialismo en Cuba no logró producir un “hombre nuevo” ‒y el uso de la expresión exclusivamente en masculino no es casual‒, la transformación de la que Fernando y Miñuca Villaverde comenzaron siendo parte en la isla cristalizó haciendo de ellos una pareja de nuevos cineastas en Nueva York. 
 
Esto marca también la mirada de Tent City, un corto realizado por Miñuca Villaverde en otra etapa de su vida, cuando se mudaron de esa ciudad a Miami. Es una película de cine de urgencia. Registra a un grupo de los cubanos recién llegados por miles a los Estados Unidos en el llamado “éxodo del Mariel”, en 1980, instalados bajo un puente en un “campamento” de carpas militares.

El gobierno de la isla calificó a estos emigrantes de “lumpen”, de “escoria social”. La realizadora va más allá de desmentir esto con su mirada y los testimonios grabados para hacerse cómplice de varios de estos inmigrantes en la libre expresión de la disidencia de sus cuerpos del sistema socialista de Cuba por lo que respecta a su homosexualidad y travestismo. Tent City es por esto no solo una película urgente sino también característicamente underground, marcada por una sensibilidad avanzada para su época en el contexto latinoamericano. Además de precederlo, se distingue en esto de la paradójica representación convencional de otro clásico del cine del exilio cubano: Conducta impropia (1984), de Néstor Almendros y Orlando Jiménez Leal.

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‘Mafifa’, de la cubana Daniela Muñoz Barroso: Premio Nicolás Guillén Landrián del IV Festival de Cine INSTAR

Por RIALTA STAFF – 10 diciembre, 2023

RIALTA

Fotograma de ‘Mafifa’ (2021); Daniela Muñoz Barroso (IMAGEN Vimeo Estudio ST)

El largometraje documental Mafifa (2021), de la realizadora cubana Daniela Muñoz Barroso, es la película ganadora, por unanimidad, del Premio Nicolás Guillén Landrián del IV Festival de Cine INSTAR. Igualmente, fue reconocida con una mención especial La opción cero (2020), del también cubano Marcel Beltrán.

Tal como lo define en el fallo del galardón, Mafifa –cuyo estreno fue en el Festival Internacional de Documentales de Ámsterdam (IDFA)– sería entonces la obra que mejor refleja y explora, entre las 15 concursantes, “una temática tabú de su sociedad correspondiente”. En la decisión se tuvo en cuenta, sobre todo, “la calidad conceptual y artística de las obras en relación a sus propuestas temáticas”, subraya el breve texto dado a conocer en la tarde de este domingo.

Integrado por Dunja Fehimović (Bosnia y Herzegovina), profesora de Estudios Hispánicos en la Universidad de Newcastle; el crítico e historiador de cine Paulo A. Paranagua (Brasil), y el guionista y escritor Alejandro Hernández (Cuba), el jurado de esta edición destacó “la calidad y diversidad de las películas seleccionadas, así como la oportunidad de acercarse a distintas cinematografías del sur global, que no siempre cuentan con la presencia que merecen en los circuitos tradicionales de exhibición y distribución audiovisual”.

Asimismo, según se lee en el acta, “reconoció la resiliencia, valentía e inventiva de los realizadores para lograr sobreponerse a sus adversas circunstancias de producción y entregar filmes que cuestionan de manera profunda sus respectivos contextos sociopolíticos”.

Los cineastas distinguidos recibirán tres mil (Muñoz Barroso) y mil 500 dólares (Beltrán), respectivamente, lo que corresponde a la dotación del lauro auspiciado por el Instituto Internacional de Artivismo “Hannah Arendt”.

Durante la transmisión en vivo del premio, el brasileño Paranagua resaltó la potencia fílmica de Mafifa, que consideró “una auténtica revelación”. Se mostró impresionado tanto por la búsqueda, entre las brumas de la memoria popular, del personaje de Mafifa, una legendaria campanera de la conga en Santiago de Cuba, como por la búsqueda íntima que emprende, a su vez, la propia Daniela Muñoz Barroso.

“Es una película que me parece muy intensa, muy fuerte, muy emotiva, y a la vez muy lúcida. Es una película que me ha tocado mucho”, confesó, notablemente emocionado, el prestigioso experto cinematográfico.

Cartel de ‘Mafifa’ (2021), de Daniela Muñoz Barroso (IMAGEN Cortesía del IV Festival de Cine INSTAR)

“No puedo ocultar cómo toca mi corazón y cómo, al mismo tiempo, estoy admirado de ver la inteligencia de la realizadora y de su equipo”, agregó. “Agradezco mucho la ocasión de haberla visto y espero que ustedes también, muchos, puedan verla pronto”.

Acerca de La opción cero de Beltrán (Premio del Jurado en MiradasDoc 2022), Fehimović afirmó que “ejemplifica la evolución del documental con las nuevas tecnologías, y el valor testimonial y artístico que [estas] brindan, en manos de un director reflexivo y creativo”.

Por otra parte, la académica asentada en Inglaterra puso de relieve que “al insistir en reconocer obras que tratan temas tabúes, el festival recuerda que el cine es condicionado y responde a contextos muy específicos y puntuales. Las obras en competencia, todas de una calidad muy alta, demuestran y escenifican esa dinámica”.

Póster de ‘La opción cero’; Marcel Beltrán (IMAGEN Cortesía del entrevistado)

“Me parece de suma importancia la labor del festival INSTAR en difundir y promover el cine de jóvenes creadores cubanos, sobre todo, a la luz de la desaparición de la Muestra Joven, que fue durante muchos años un espacio crítico fundamental para tantos, incluidos varios de los cineastas cuyas obras han concursado para este premio”, reflexionó Fehimović. “Sin embargo, esta edición del festival propone algo que refleja tal vez, incluso mejor, la evolución, o el estado actual del cine cubano, o de sus practicantes más jóvenes [:] me refiero al enfoque trasnacional de la programación y de las proyecciones, lo que resalta una visión del cine cubano expansiva, conectada al resto del mundo y a dinámicas sociopolíticas y corrientes creativas internacionales”.

Luego, la artivista cubana Tania Bruguera –directora de INSTAR e impulsora principal de este festival– agradeció tanto a los cineastas que cedieron sus obras como a las audiencias que acudieron a salas en ciudades como Barcelona, Buenos Aires, Ciudad de México, São Paulo, París, Nueva York o Miami.

También a quienes se conectaron desde Cuba (más de cien visualizaciones) para ver las películas programadas a través de la plataforma online Festhome.

“Sabemos lo difícil de acceder a Internet, y lo costoso”, dijo la artista. “Este festival se creó para la audiencia cubana, y siempre vamos a tener eso como uno de nuestros puntos principales de trabajo”.

Por último, Bruguera anunció que INSTAR ha recibido propuestas de otras tres ciudades del mundo para organizar exhibiciones de este evento el año próximo. El propósito, apuntó, es continuar creciendo y, asimismo, atraer a más realizadores extranjeros.

“Queremos que sea una fiesta y un lugar de encuentro y de discusiones serias e importantes para los cineastas”, dijo.

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La sagrada familia. Linajes y legados en el IV Festival de Cine INSTAR

Por ANTONIO ENRIQUE GONZÁLEZ ROJAS – 09 diciembre, 2023

RIALTA

Fotograma de ‘La música de las esferas’ (2018); Marcel Beltrán

Los autores de un significativo número de películas que integraron la selección oficial del IV Festival de Cine INSTAR asumen la familia cual gran dispositivo para entenderse a sí mismos como sujetos culturales, históricos, emocionales, políticos, sociales. Son hijos de los sueños que soñaron otros, en medio de ruinas circulares.

La familia resulta entonces un surrealista espejo de Magritte en que contemplan sus espaldas, escudriñan pasados, encuentran preguntas antiguas para articular las dudas del presente. Como si se tratara de una gran esfinge que no deja de retarlos con numerosos y simultáneos enigmas.

Autorretratos de grupo

Lo documentales To My Father (Miñuca Villaverde, 1973), La música de las esferas (Marcel Beltrán, 2018), El hijo del sueño (Alejandro Alonso, 2016), Los puros (Carla Valdés León, 2021) y la ficción haitiana Agwe (Samuel Suffren, 2022) resultan verdaderos autorretratos de grupo, cartografías de la pre-existencia, profecías del pasado, diarios del autodescubrimiento de una identidad múltiple.

Fotograma de ‘To My Father’, filme de Miñuca Villaverde (IMAGEN Vimeo)

Incluido en el festival, y en este análisis, en tanto antecedente fundamental, la cinta de Villaverde –uno de los primeros abordajes al cine de archivo familiar que hiciera una cineasta cubana– repasa las últimas imágenes del padre recién fallecido. A la par, parece registrar la desesperación íntima con que se corre a fijar los recuerdos del ser cardinal que acaba de desaparecer; el miedo a que la existencia del fallecido se diluya en el inmisericorde anonimato que ha devorado a miles de millones de vidas, y con ello todas las connotaciones, los simbolos de un tiempo que persistía en su carne. Es el azoro ante la irremisible toma de conciencia de la transmutación del presente en pasado.

Con la desaparición del padre se desvanece el posible último anclaje afectivo a la Cuba que Miñuca Villaverde dejara atrás, años antes, junto a su esposo Fernando. Así que también se apresura a fijar la memoria de Cuba en su película. En el exilio, el padre se expandió en nación. El cariño que ella le profesa se ha desdoblado en un patriotismo no asumido como la devoción suicida de la propaganda y la épica, sino como la suave seguridad que inspira la sola mención del nombre nacional, lo confortable del grupo en que se habla el mismo idioma, o la idea coherente que tenemos de nosotros mismos cuando nos autodefinimos como cubanos.

En Los puros, legataria estética de To My Father, Carla Valdés León despliega un ejercicio evocativo y una disección generacional a través del registro cinematográfico de una experiencia eminentemente familiar, convirtiéndonos en espectadores privilegiados de la construcción de la memoria. La realizadora hereda los recuerdos de sus padres, los asimila, los convierte en fundamentos de sus propias reminiscencias, y construye su percepción.

Fotograma (detalle) de ‘Los puros’ (2019); Carla Valdés (IMAGEN Facebook / Ciervo Encantado)

A lo largo de la película, Carla Valdés León contrasta las imágenes de la juventud de sus padres, y de ella misma cuando niña, conservadas en viejas diapositivas y cintas de video. Su mirada adulta ejerce un inevitable, aunque cariñoso enjuiciamiento. Es un gesto necesario para entender la influencia del pasado familiar sobre su presente personal, para discernir el rol de su estirpe en la contemporaneidad que comparten.

Carla, sus padres Yohanka y Félix, profesores de filosofía, han presenciado derrumbes de utopías y paradigmas sociopolíticos, experimentado el colapso de ilusiones y alucinaciones colectivas, vivido la consecuente crisis de valores. Mientras los filma junto a varios antiguos condiscípulos, todos rememorando las experiencias y sorpresas de cuando estudiaban en la Unión Soviética de la perestroika, Valdés León se planta frente al espejo de Magritte. Testimonia en silencio, fuera de campo, su relación con el presente de Cuba, heredera forzosa y tozuda del legado soviético.

Fotograma de ‘El hijo del sueño’ (2016); Alejandro Alonso (IMAGEN Vimeo / Vía: rialta.org/)

El hijo del sueño y Agwe, por otra parte, se lanzan a interrogar fantasmas migrantes, seres que abandonaron sus tierras natales, y sus propios cuerpos, antes del tiempo que les fue otorgado a Alejandro Alonso y Samuel Suffren, pero que continúan siendo presencias ineludibles. Han condicionado las historias familiares, definen los respectivos presentes.

Alonso y sus padres sueñan despiertos con su tío Julio Alonso quien, como Miñuca Villaverde y su padre –como el propio realizador, décadas después–, se alejó de Cuba. Ya entonces, el régimen decretaba la inmediata condición espectral de los “traidores” que abandonaron el paraíso. La isla era la única realidad admitida oficialmente. Fuera de sus costas aguardaba el olvido, la anulación de la identidad y hasta de la propia condición humana.

Con El hijo…, Alonso intenta reconstruir a su tío como certeza, otorgar a su recuerdo la materialidad del celuloide con que filma la película: le permite encarnar en algo concreto, palpable como las postales y cartas que mandaba a su familia –pruebas de la posibilidad de vida más allá de Cuba. Termina recuperando una parte inconsistente de su pasado, consigue revelar en lo posible una de las aristas imprecisas, nebulosas, de su linaje, que dificultan su autopercepción.

La voz enmudecida del tío debe recuperar el timbre, las palabras, para que el entramado ancestral de la identidad esté completo. Su tío tiene que desaparecer como tormento y resurgir como sosiego.

Suffren dedica la película a su padre, quien partió de Haití décadas atrás y nunca regresó. El mar le vedó la posibilidad de alcanzar las tierras prósperas que una vez se prometió conquistar. La pérdida del cineasta es compartida por muchos haitianos, por muchos otros ciudadanos del resto del mundo que han visto mutiladas sus familias por el éxodo.

La falta de registros o testimonios sobre la travesía, el posible naufragio, la suerte definitiva de su padre, lo obliga a recrear una de tantas posibilidades. Suffren opta por la ficción y otorga a su historia una dimensión alegórica.

El niño Agwe deviene personaje colectivo, totalidad huérfana, añoranza global. Todos esos hijos de la ausencia –herederos de los desesperadas impulsos migratorios que rigieron las vidas de sus ascendientes– son los finales tiernos y tristes de innumerables historias de amor truncas. Su linaje es el de la fuga; su futuro es una duda esparcida en las aguas del mundo.

De ‘Agwe’ (Haití, 2022); Samuel Suffren (IMAGEN estivaldecineinstar.com)

Familia, racialidad, racismo

La música de las esferas transita por senderos cercanos a la película se Suffren, en tanto aborda los fatalismos de la racialidad en el Caribe, que sellan las suertes de millones, víctimas de la persistencia del colonialismo, sus modos, jerarquías y fundamentos racistas.

El largometraje de Marcel Beltrán resulta una suerte de viaje a la semilla, una exploración de las rutas que recorrieron sus padres desde el seno de sus familias, sus juventudes, decisiones y amores, hasta los nacimientos del cineasta y su hermano Darío. Como Agwe, el filme es también una historia de amor, pero aborda este sentimiento como sublimación de la consecuencia personal de los personajes. La venida al mundo del realizador acusa un gesto emancipador.

Cuba es un país racista; no ha dejado de serlo. Pocas generaciones nos separan de siglos de esclavitud. También es, cada vez más, un país clasista.

Póster de ‘La música de las esferas’; Marcel Beltrán (IMAGEN Cortesía del entrevistado)

La vida de Marcel ha pasado por el desafío directo a tales presupuestos, es resultado de la ruptura con la discriminación heredada como acto reflejo. Su madre, blanca y descendiente de una familia de clase media acomodada, se enamoró de su padre, negro y de familia humilde. Es una situación tan elemental como esencial para decodificar las lógicas raciales y racistas de la nación.

En el documental Camino de lava (Gretel Marín, 2023), la mínima familia que integran Afibola Sifunola y su pequeño hijo Olorun Sile recorren en sentido inverso el mismo camino que propone La música… Registra momentos del proceso de conformación de la identidad del niño protagonista, instruido por su madre, primera y definitoria maestra.

Afibola busca concientizarlo tempranamente sobre su lugar en la historia, como heredero de un linaje colectivo, de una cultura segregada por la supervivencia de los cánones coloniales racistas; pero a la vez persigue dotar a Olorun de un poderoso albedrío que solo se alcanza mediante una comprensión nítida del pasado.

El futuro del niño es impredecible, pero su autorreconocimiento como sujeto sociocultural y político lo ayudará a construirse un proyecto de destino, un ideal de vida más cercano a la plenitud. Afibola resume en sí una fuerza ancestral, que apoya pero no adoctrina, aunque su discurso raye todo el tiempo en la militancia. El pasado de Olorun ha sobrevivido gracias a su resiliencia, y la batalla eterna por la prevalencia y la dignidad deja hondas, numerosas cicatrices.

Fotograma de ‘Camino de lava’ (2023); Gretel Marín

Familias y abismos

Las ficciones Corazón azul (Miguel Coyula, 2021) y El rodeo (Carlos Melián, 2021) invitan (tientan) a transitar por el lado oscuro de la familia, asumida respectivamente como aberración biologicista y linaje cancelado.

El largometraje de Coyula propone una distopía de corte biopunk, existencial y sardónica a la vez, en que un desesperado Fidel Castro decide crear una raza de hombres y mujeres “nuevos”, de “súper revolucionarios”, mediante la manipulación de su propio ADN. Un grupo de mujeres son fecundadas in vitro sin su consentimiento, y la represión de la voluntad –no solo el sueño de la razón– solo puede producir monstruos.

Los mutantes terroristas que remueven los cimientos de una Cuba futura, aún controlada por el régimen castrista, son resultado de la instrumentación de la familia, del parentesco utilitario fomentado sin reparar en los nexos afectivos que terminan definiendo con mayor contundencia lo familiar como una red sentimental consensuada, equilibrada.

El Castro de la película asume el linaje como método de perpetuación ad infinitum, la casta como extensión obediente de sus propios sentidos y extremidades. Persigue la inmortalidad y la ubicuidad a través de la replicación genética, de la clonación de su voluntad. Desprecia la singularidad de cada individuo. Niega la tendencia –marcusiana– de la progenie a desafiar a los progenitores, a exigirles que entreguen (usurparles) su reinado temporal sobre el mundo.

Fotograma de ‘Corazón azul’, Miguel Coyula, dir., 202

El modelo de familia de Corazón azul es el más retrógrado, enfermo, trágico, pero bastante común a lo largo de la historia humana. Gestar implica responsabilidades infinitas para los padres y ninguna obligación para los hijos. Fabricar descendientes para garantizar estatus y poder solo puede desembocar en una variante biológica de la esclavitud.

El rodeo, por su parte, es el abismo que observa a quien lo mira durante demasiado tiempo. En su centro tenebroso anida una familia que ve mutilado su futuro tras la muerte del primogénito. Los ancianos Niña y José han vivido una existencia sitiada por la imposibilidad, por la frustración, que simboliza el islote donde residen. Antaño era el punto más alto de un pueblo que se ahogó en una presa artificial. Ahora es una madriguera de náufragos.

El deceso del hijo cercena su última posibilidad de legar algo al mundo. José intentó construir un rodeo en el pueblo, según se explica a lo largo del relato fílmico, pero el fracaso selló su proyecto. El descendiente no pudo expandir sus esperanzas, tener alguna alegría, realizarse donde sus padres fallaron. La familia es también un viaje en el tiempo de una posibilidad colectiva, revitalizada en cada generación. La interrupción de este periplo anula para muchos el sentido de la existencia.

Niña y José están tan desesperados como el Fidel Castro que imagina Coyula. La vida se ha encargado de esterilizarlos y aislarlos. Todos los caminos están cortados. Su pasado yace bajo las aguas, su futuro bajo tierra. Son seres marginados en una esquina del tiempo; solo les queda decidir el momento y la manera de morir. Son también víctimas de la estrecha concepción de la familia como consanguinidad directa, pues a su alrededor pulula el cariño de otros parientes y amistades que acompañan su partida, que los recordarán.

Fotograma de ‘El rodeo‘ (2021); Carlos Melián (IMAGEN Vimeo / Estudio ST – Trailer)

La familia es un fantasma que sobrevuela el cine cubano. Atormenta y redime. Aterra y apacigua. Alerta y tranquiliza. Es principio y final. Camino múltiple. Obsesión y sosiego. Vida y muerte. Sonido y furia…

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El retrato de Mafifa. Conversación con la cineasta Daniela Muñoz Barroso

Por MAYTÉ MADRUGA – 08 diciembre, 2023

RIALTA

Still de ‘Mafifa’ (2021); Daniela Muñoz Barroso (IMAGEN estudiostcuba.com)

Mafifa y Daniela tienen en común la memoria. La primera aún corre el riesgo de no formar parte del relato histórico; la segunda utiliza la memoria para entender/se el mundo. Este es uno de los hilos de Ariadna que las une y que les permitió encontrarse en ese laberinto que fue el rodaje, la construcción de la película documental Mafifa.

La obra audiovisual es parte de la competencia del IV Festival de Cine INSTAR y se podrá ver este viernes 8 de diciembre en Zumzeig Cinecooperativa de Barcelona, España; el sábado 9, en el Centro Cultural General San Martín, en Buenos Aires, y el domingo 10 de diciembre volverá a estar disponible –tras la sesión del martes pasado–  en la plataforma online Festhome.

Sobre cómo se entrecruzan los caminos de esas dos mujeres, la realizadora cubana Daniela Muñoz Barroso conversó con Rialta Noticias.

¿Si tuvieras que hablar de tu rol en Mafifa, hablarías de sinceridad o exposición? ¿Por qué?

Creo que mi rol en la película fue una especie de puente natural para conectar con el personaje de Mafifa, o la idea de quién pudo haber sido esta mujer. Al inicio, como siempre, no sabíamos qué película iba a surgir; solo sabía que me interesaba muchísimo construir un retrato de esta mujer, y por ahí comencé la investigación, las preguntas de persona en persona intentando encontrar alguien que la hubiera conocido… Esa investigación me puso a viajar, y en el viaje encontraba una ciudad desconocida para mí, que me cautivaba principalmente por sus sonidos, sus ruidos, su fuerza. Y a medida que preguntaba sobre Mafifa, la mujer, como que la pregunta rebotaba de diferentes formas hacia mí y hacia las otras mujeres que encontraba en ese viaje. Eran preguntas que generaban y enlazaban puntos en común entre todas estas personas, pero sobre todo entre las mujeres –y no solo quienes encontraba en el camino, también en quienes me acompañaban en ese momento, Leila [Montero], Glenda [Martínez Cabrera], una parte de Carlos [Melián] y, luego en el montaje, Joanna [Montero]. Entonces, además de sinceridad o exposición, hablaría de impulsos, de energías. Creo que participar/aparecer en la película fue una forma de responder yo también a esas preguntas y acompañarnos entre todas en ese viaje.

Daniela Muñoz Barroso, cineasta cubana (FOTO estivaldecineinstar.com)

No sé si me explico, a veces me pongo abstracta… Hubo un hecho definitivo para aparecer en la película: la idea de que no podía escuchar la campana de Mafifa. Partiendo de este punto, el viaje comenzó a tomar otras formas por todo lo que esto podía significar. La ausencia de… la huella de… la búsqueda de…

El Occidente cubano, lugar donde naciste, y el Oriente, lugar que visitas, son parte de una misma nación, pero tienen diferencias de vida, de cultura. ¿Fue este un cuestionamiento a tener en cuenta durante la filmación y posterior montaje de la película?

Son partes de una misma nación, pero muy distantes entre sí. En los viajes al Santiago en carnavales, o a la Villa Clara en parrandas, yo encontraba siempre algo muy real, un rostro de una isla que entra en trance en estas fiestas y se muestra tal cual. Yo tenía una sensación de que en esos momentos yo podía acceder a una parte de la historia, o del pasado. En el acto de recrear la tradición, conectaba con una Cuba que fue y de la cual queda poco. Durante estas fiestas populares entran en un contacto muy directo la Cuba presente y la que podía haber sido. Vuelvo a las abstracciones. Como que yo siento que hay un subconsciente colectivo que entra en trance y se libera de todos sus dolores a través del baile, el alcohol, la religión y la música, y que tal vez por eso ese trance tiene movimiento y es tan intenso, porque hay una especie de búsqueda, también de soltar algo. Para mí eso es la conga o es el fuego de una parranda. Y el sonido es un factor fundamental aquí, porque describe ese trance, lo acompaña e, incluso, a veces lo protagoniza.

Escena de ‘Mafifa’ (2021), de Daniela Muñoz Barroso (IMAGEN Cortesía del IV Festival de Cine INSTAR)

En La Habana yo podría encontrar también algo de realidad y verdad, por supuesto, pero no es la que me interesa retratar; tal vez porque ya mucha gente lo ha hecho. Entonces siempre prefiero ir a los márgenes, escuchar las historias de personas que son diferentes a mí y que tienen mucho que aportarme como ser humano, como documentalista y también como cubana. Luego viene encontrar cómo entrelazar todo eso y transmitirle esa emoción tan abstracta a la gente… Yo siempre siento que en Mafifa quedaron muchas cosas por decir, quedaron ideas sembradas que asoman su cabecita en la tierra y hay quienes las ven y hay quiénes no. Yo siempre pensé en ir a Santiago y seguir filmando; incluso después de un mes de filmación me fui a los pueblos costeros, pueblos que muchos están amenazados con las inundaciones del mar… Y allí por ejemplo encontré una mujer hermosa que vive en un pueblito que se llama Mar Verde, donde los huracanes han destruido todo, y las personas que quedan allí es porque no se quieren ir, pero saben el riesgo que representa. Pero yo había decidido en ese momento continuar el viaje completamente sola, y no filmar, solo escuchar…

Luego viré a la Habana con la idea de revisar todo el material, trabajar en un guion y volver a Santiago, pero llegó el COVID-19… y bueno… lo demás es sabido.

Suele verse como “algo” normal que lxs realizadorxs asuman la producción de campo, sobre todo de películas que pueden inscribirse como documental. ¿Para ti que también tienes una vasta experiencia en este rubro, se “confunden” la productora y la realizadora? 

Siempre se me confunden; por eso siempre trato de que Leila me acompañe, jajaja. La Daniela productora produce para otros proyectos, pero muy poco o muy mal para sí misma. Yo siento que no le doy a veces a mis proyectos los tiempos que necesitan. Pero, bueno, por suerte Estudio ST no soy yo sola. Somos un grupo creativo donde a la hora de la verdad contamos los unos con los otros.

Durante la filmación siempre trato de estar acompañada por una persona más, un equipo muy íntimo, y a veces incluso estoy sola. Pero otras veces siento que lo ideal sería estar con tres personas: un sonidista, una productora/asistente de dirección y yo haciendo dirección y foto. Todos participamos del viaje y de dirigir el rumbo que toma el camino.

Antes y después del rodaje es mucho más fácil para mí producir, pensar una estrategia financiera, un calendario, un equipo de trabajo, etc.

Fotograma de ‘Mafifa’, Daniela Muñoz Barroso, dir., 2021.
Escena de ‘Mafifa’ (2021), de Daniela Muñoz Barroso (IMAGEN Cortesía del IV Festival de Cine INSTAR)

La reconstrucción de personajes femeninos en el cine es un camino entre el descubrimiento y la reivindicación, ¿cuál es el primero para ti en Mafifa? 

¡El encuentro! O sea, supongo que sería el descubrimiento, pero no me gusta decir “descubrir” porque todas estas mujeres ya estaban ahí con su vida y sus historias maravillosas. Para mí es fascinante ese momento de encontrar a la otra persona y conocernos. Luego viene esa necesidad de capturar su huella en esa cápsula del tiempo que es el cine.

Lo considerado “tradición” o “tradicional” es un aspecto que te llama la atención como realizadora, ¿lo pondrías siempre desde la mirada del cuestionamiento o desde la reconstrucción de una memoria histórica? 

Creo que sin querer respondí un poco a esta pregunta con la otra. Es una mezcla de ambas cosas. Yo creo que tiene que ver con entender un poco de dónde venimos. Qué guardan esas tradiciones de lo que fuimos antes y de lo que somos ahora, y por qué. Trato de entender la historia como un ser que habita el presente y con el cual choco y converso. También como una forma de estar yo aquí y ahora.

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‘Home’ y ‘El hijo del sueño’, de Alejandro Alonso: la tierra que pisa nuestro cine

Por MAYTÉ MADRUGA – 07 diciembre, 2023

RIALTA

Fotograma de ‘El hijo del sueño’ (2016); Alejandro Alonso (IMAGEN Vimeo / Vía: rialta.org/)

“Aprendemos a vernos a través de la fotografía”; es una de las frases más conocidas del ensayo Sobre la fotografía de Susan Sontag. Sin embargo, en la obra del realizador cubano Alejandro Alonso tal pareciera que existe una voluntad expresa de desaprender a reconocernos a través de la fotografía, de las imágenes en movimiento. Ahí encontramos marcas, manchas, oscuridades que provienen acaso del mundo onírico.

También algunas películas de Alonso pudieran relacionarse con la frase que inicia el ensayo Nuestra Américade José Martí: “cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea”. El diálogo entre las palabras de Martí y las imágenes de Home (2019) y El hijo del sueño (2016) construiría otros mundos posibles, identidades mixturadas, formas indefinidas de lo consciente.

Ambos filmes integran el programa de presentaciones especiales del IV Festival de Cine INSTAR. Están disponibles hasta el 10 de diciembre en la plataforma online Festhome, y se proyectarán en la sala e-fluxScreening Room en Brooklyn, Nueva York, este sábado 9 de diciembre.

Al director cubano siempre le ha interesado la intervención sobre la imagen, en movimiento o fija, que abra portales a un entendimiento más sensitivo, menos lineal, más deconstructivamente circular. Conceptos y nociones profundamente ensayados, como la nación, la identidad o la madre, encuentran en estas dos películas un contrapunteo incisivo.

Madre y patria no solo son palabras. ¿O sí? El hijo del sueño se fue a un país con numerosas poblaciones nombradas Cuba, pero allí no ha encontrado su nacionalidad. El sonido, y por consiguiente la palabra, le da forma al mundo. Las palabras ilustran los sentimientos, y las imágenes –seleccionadas por el realizador– son la mente que divaga, que no es capaz de distinguir claramente.

La memoria es algo imprescindible para narrar los sueños, para crear la nación. La patria suele a veces ser tan desprendida con sus hijos como una madre; por eso es importante que esas postales no sean regaladas, que no corran el riesgo de caer en otras manos, en otra historia… Las postales son el vínculo matérico entre madre e hijo. Entre un ciudadano y su nación de origen.

Dice la filosofía yóguica que todos tenemos un número determinado de respiraciones. En El hijo…, esas inhalaciones son un mecanismo de cuerda, con un ritmo propio y una cantidad limitada de giros.

Hay varias formas de orientarse en este mundo. La memoria puede ser una, pero esta memoria a menudo se mezcla con precisiones fútiles, fechas, coordenadas. Son estas, en última instancia, pequeñas guías para algo impermanente, adornos de una imagen difusa que busca apelar al sentimiento, a la reconstrucción de un sentido otro, de una patria otra.

¿Qué es una idea? En el plano sutil, la idea es pensamiento puro. De forma prematura, una idea se convierte en un prejuicio. En tiempos demorados, la idea se convierte en algo sobreanalizado, que no se materializa. El cine como dispositivo hacedor de ideas es otra de las formas que definen estas dos obras de Alonso.

En Home la idea de nacionalidad se deconstruye a partir de la interrogación a los supuestos originales o auténticos que permitirían al individuo autodefinirse. Alonso pone esa noción en crisis. Pues es solo así que pueden surgir nuevas formas de mirarse, de percibirse. Cuando tu nombre no es único, cuando las ideas se repiten, cuando las historias que nos definen son hasta cierto punto similares, cada construcción identitaria es un plano cerrado, una imagen deteriorada, un fragmento de algo más grande que se escapa, se confunde, queda velado como una foto sobreexpuesta.

Home”, para los hispanohablantes, es “casa”. Asimismo, la palabra “homeland” se traduce al español como “patria”: en ese camino simbólico se pierden elementos físicos como la tierra, y también la alusión directa al hogar. Según la versión en línea del diccionario británico Collins, la palabra “homeland” es utilizada para designar el país en que uno nace, o el que haces tu hogar. Para sumergirse en las películas de Alonso, es importante resaltar esta segunda acepción: convertirlo en hogar.

Tanto en Home como en El hijo…, el metraje induce a tomar acción, a creer y reconfigurar lo que cada individuo debe llamar “casa”, y cuán pertinente es o no sustituir la sensación de lo doméstico, del calor del hogar, por la inmensidad abstracta que plantea la palabra “patria”. El tío del realizador, Julio César, decidió que su hogar último sea su familia, su madre. Entonces, su sobrino Alejandro reconstruye ese puente y, luego, se pregunta en Home si fue necesario destruirlo en algún momento, o si aún permanece.

Solo mediante la intervención de las imágenes puede el director acercarse a estas preguntas, soñar con conocerse a sí mismo: proponer que nuestra esencia sea imaginada más allá de un simple acto nominal o un arbitrario límite físico, geográfico.

Según Sontag, “las fotografías transcritas en una película dejan de ser objetos coleccionables, como lo son aun cuando se presentan en libros”.[i]

Tal vez no sean en sí mismas coleccionables, pero los relatos que crean, las historias que iluminan, sí lo son. Se transmutan en retazos de sueños materializados, aunque en este siglo XXI tengamos la impresión de que se convertirán en polvo en el viento con solo un delete. Y, de una u otra forma, quedan en un lugar de la memoria. Al menos así pasa con estas películas de Alejandro Alonso. Cada desasosiego que produce una imagen distorsionada, cada recogimiento de un plano, queda ahí… mezclándose en el inconsciente cual energía kundalini que despertará desde la raíz hasta el alma.

[i] Sontag Susan. Sobre la fotografía. Epub libre. Edición digital: Titivillus. 2016, pág. 9.

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FILMES DEL FESTIVAL INSTAR DISPONIBLES PARA VER GRATIS DESDE CUBA

Por Yadiris Luis Fuentes – 06 diciembre, 2023

adn CUBA

Las películas exhibidas en el IV Festival de Cine Instar podrán verse desde Cuba de manera gratuita a través de la aplicación de FesthomeTV

INSTAR/Facebook | IV Festival de Cine de INSTAR

Las películas exhibidas en el IV Festival de Cine organizado por el Instituto Internacional de Artivismo “Hannah Arendt” (Instar) podrán verse desde Cuba de manera gratuita a través de la aplicación de FesthomeTV, un servicio de envío de cortos y largometrajes a través de Internet.

Los interesados podrán bajar la app desde Google Play y disfrutar de unas 24 películas sin la censura del régimen cubano.

El propio servicio comunicó a través de su perfil de Instagram que el visionado de los filmes sería gratis para quienes vivan en la isla, los interesados también pueden encontrar las películas a través del enlace: https://tv.festhome.com/festivaltv/instar-film-festival.

FesthomeTV, como indica su sitio web, “es servicio de envío de cortometrajes y largometrajes a través de Internet” y “sustituye al ya obsoleto sistema de envío por correo, adaptándose a las nuevas tecnologías de Internet y ofreciendo al mismo tiempo la más alta calidad de selección de todas las plataformas de envío en línea”.

El IV Festival de Cine Instar que culmina el próximo 10 de diciembre ha sido atacado por los medios de propaganda del régimen cubano y algunos funcionarios culturales.

Un texto publicado en La Jiribilla  difama el evento y al cineasta Eliecer Jiménez Almeida. 

Se define, además, el festival como un “proyecto subversivo que pretende pasar como privativo de luchadores cubanos contra el totalitarismo, y que, en realidad, es financiado por las agencias de inteligencia de Estados Unidos y ha sido organizado por Tania Bruguera”.

También Bruguera y Jiménez Almeida fueron difamados por el ministro de Cultura, Alpidio Alonso, en su perfil de X.  

“¿En nombre de qué libertad, a no ser la de destruir la Revolución, puede pedirse que nos entendamos con quienes hacen parte de esta nueva operación pagada por la CIA contra el proyecto colectivo del pueblo cubano? ¿Qué patriota podría llamar nuestro al cine contrarrevolucionario?”, escribió Alonso.

Otros históricos censores y funcionarios del régimen como Abel Prieto y Rogelio Polanco atacaron, igualmente, al festival de Instar.

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Cartel de INSTAR

TODA LA LUZ QUE HAGA FALTA. IV FESTIVAL DE CINE INSTAR

Por Boris Heredia Abrahantes – 06 diciembre, 2023

el TOQUE

La cuarta edición del Festival de Cine Instar arrancó el lunes 4 de diciembre de 2023 en diversas sedes a lo largo del mundo y se desarrollará de forma híbrida hasta el 10 del mes en curso. 

Más allá de lo complicada que suele ser la recepción de las producciones independientes al habitar en una zona de distribución casi residual, las películas de Instar padecen una presión extra debido al contenido explícito del mensaje que difunden. Presión que se explica, como viene sucediendo en los últimos años, a través de la censura, esa herramienta bochornosa tan afín a los Gobiernos totalitarios.

La torpe habilidad del Gobierno cubano, del Ministerio de Cultura (Mincult), de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) y del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (Icaic) para atacar la producción independiente que se sale de los llamados parámetros revolucionarios logra aislar a los realizadores a tal punto que termina excluyéndolos e, incluso, sacándolos del país. Lo anterior, unido al fenómeno migratorio que sufre la sociedad cubana en la actualidad, ha afectado de manera notable la presencia de varios de los realizadores jóvenes en la isla. El Festival de Cine Instar ha logrado que la zona de exclusión se convierta en una oportunidad para que los proyectos no solo puedan reforzarse en el exilio, sino que expandan su mensaje desde el exterior. 

Una de las particularidades de esta edición del festival tiene que ver precisamente con la extensión de las sedes y la participación de realizadores de países que también sufren bajo la sombra del totalitarismo de las dictaduras o de los Gobiernos autoritarios. Cortometrajes de Venezuela, Nicaragua, Irán y Haití compiten junto a producciones cubanas coproducidas en algunos casos en Estados Unidos, Italia, España, Canadá, Brasil y Argentina. 

Las presentaciones de las películas y las actividades colaterales de Instar dispondrán de espacios físicos en varias ciudades en seis países. Barcelona, París, Nueva York, Miami, Ciudad de México, Buenos Aires y San Pablo albergarán la muestra. En Cuba, la experiencia del asedio gubernamental en la sede del Instituto de Artivismo «Hannah Arendt» (Instar) en La Habana durante la primera edición del festival en 2019, unido al funcionamiento del evento durante la pandemia de manera remota a través de Internet, ha convencido a los organizadores de la utilización de la plataforma Festhome para visionar la programación online de las películas, tanto de la muestra especial como de las obras que aparecen en concurso.

El cineasta José Luis Aparicio, que repite curaduría del festival en 2023, defiende la expansión del evento a partir de la expansión de una diáspora de realizadores que crece sin parar como consecuencia del accidente en que se ha convertido la vida de los cubanos: «¿No es acaso la nación una entidad más compleja que aquella que desmarcan los límites geográficos, los extremos políticos? ¿De qué manera repensar la estructura del festival para que refleje, e incluso potencie, la actual circunstancia de la gran mayoría de los cineastas que acompaña?».

Más allá de la lista de obras en concurso —que se analizan en este texto con más detenimiento—, no se debe perder la oportunidad de disfrutar de las presentaciones especiales del festival. La selección incluye películas de cineastas jóvenes como Miguel Coyula, Ricardo Figueredo, Rafael Ramírez, Alejandro Alonso y Marcel Beltrán ―estos dos últimos también con películas en concurso― junto a realizadores consagrados como Fernando y Miñuca Villaverde.

EN EL PRINCIPIO FUE LA CENSURA
Para comprender de una manera coherente los orígenes del festival habría que remontarse a 2018. En ese año, la feliz coincidencia de la muestra A Cuban Cinema Under Censureship —curada por el crítico Dean Luis Reyes— y la performance de la artista Tania Bruguera —Sin título (La Habana 2000)— en el MoMa de Nueva York terminó generando una serie de ideas que desembocarían en la aparición de la sección de cine dentro del Instituto de Artivismo «Hannah Arendt».

El objetivo de la sección era reubicar y dar visibilidad a cierto tipo de cineastas y películas que en Cuba no tenían opciones más allá de la producción independiente. Sin embargo, el proyecto de un festival de cine no se concretaría hasta un año después. Le precedería la creación del premio PM —un fondo de ayuda para óperas primas— y el premio Nicolás Guillén Landrián para obras en cualquier estado de producción. Después llegaría la Muestra de Cine Independiente-Pendiente, con curaduría de la escritora y actriz Lynn Cruz, antesala de lo que sería el Festival de Cine Instar en 2019.

La edición siguiente, curada por el cineasta José Luis Aparicio —que en lo adelante se encargaría de organizar el festival—, va a cubrir 2020 y 2021. El evento, con una cobertura virtual debido a las restricciones de la pandemia de la COVID-19, estaría marcado por la desaparición en Cuba de la Muestra Joven, consecuencia del recrudecimiento de la censura y la represión del régimen contra cualquier tipo de manifestación artística considerada contestataria.

En 2022, la muestra Land Without Images formó parte de Documenta 15 en Kassel, Alemania; un archivo que logró reunir más de 150 películas en un esfuerzo sin precedentes por recuperar parte de la historia audiovisual cubana, ocultada y secuestrada por la visión oficialista de la Revolución.

UNA LISTA OFICIAL CONTRA EL OFICIALISMO
Con el festival, Tania Bruguera y el resto de los organizadores persiguen extender la compleja y singular pauta fundacional del Instituto de Artivismo «Hannah Arendt» a la hora de aglutinar obras que se desarrollen en esa zona intermedia que existe entre la creación artística y el activismo. La fortaleza del tratamiento de la realidad podría explicar la preponderancia de los documentales sobre las obras de ficción en la lista oficial del evento.

Hay luego otro tipo de división que responde al diálogo que se establece con el espectador. No puede, o al menos no debe, enfrentarse asumiendo iguales variables de análisis ante películas como La opción cero de Marcel Beltrán (construida a partir de videos tomados con la cámara de varios móviles, en la que se sublima el rigor de la crudeza de una realidad que no quiere ser creativa, no quiere ambages, no los necesita), con películas como Mafifa de Daniela Muñoz (que, a pesar de estar filmada con un estilo aparentemente descuidado, el espectador termina por aceptar la narrativa de proximidad como un discurso que no está exento de belleza).

En La opción cero, Marcel logra transmitir el desasosiego de sus personajes porque de alguna forma todos sentimos que podríamos reproducir cada uno de sus estados de ánimo. Sabemos cómo de posible llega a ser la desesperación por dejar atrás el legado de las doctrinas, la falta de libertad, la impotencia, el hambre, el rencor, el cansancio y la tristeza vital que nos inoculó el dogma corrupto e insensible que significa la Revolución.

La travesía de La opción cero es el impulso último de un tipo de cubano que no pudo resolver de una manera más fácil el modo de largarse. Un tipo de cubano que quizá se sorprenda a sí mismo por su fortaleza y por su capacidad para mantenerse unido en los momentos más difíciles. Móvil en mano, grabando y haciendo directas en las redes sociales como única arma para seguir adelante.

El filme de Marcel es de las películas en las que, si hay alguna duda respecto a cómo concibe el cine su director, lo más aconsejable es revisar su filmografía. La opción cero no es un documental para hablar estrictamente de cine.

Sin abandonar el tema de la visión del inmigrante, nos encontramos con Un homme sous son influence. Se trata de un emigrante que está en otra condición, ha llegado, sufre por otras cosas. En la ficción de Enmanuel Martín hay una latencia tragicómica que es muy cómica. Por momentos quisieras ser un magnate y hacerle un mecenazgo para que produzca la película con más calma. No sé si para quitar los jump cuts que a lo mejor no son jump cuts o porque notas que el talento se disipa exclusivamente por un tema de velocidad en el rodaje.

El chucho que impone el punto de vista del director sobre el negacionismo, los gurús financieros, las estructuras piramidales, el trumpismo o el activismo desbordado de sus novias Nicole —que a pesar de su energía militante no tienen ni idea de lo qué pasa en Cuba—. A él le gustaría que para ellas Cuba fuera importante y le duele que no sea así. Sin embargo, cuando tiene que defenderse de su falta de compromiso se justifica argumentando que en Cuba había política a todas horas y en todas partes y por esa razón él no quiere saber nada de política.

Esta indolencia con la política te hace pensar que la pequeña patria de Enmanuel se parece a la de su amigo Carlos Melián cuando estaban en Santiago de Cuba. Preocupados por un cine menos social, con una proyección estética cuyas fuentes no tienen nada que ver con Cuba, más allá de la recuperación de Santiago como expresión de una conciencia territorial. La misma conciencia territorial que quizá Enmanuel haya trasladado a las ciudades canadienses que lo han acogido y con las que se siente en deuda por no poder estrenar en ellas su película.

En Llamadas desde Moscú de Luis A. Yero —última víctima de la censura al ser eliminada de la programación del Nuevo Festival de Cine Latinoamericano—, asistimos a una zona de desarraigo que no ha llegado a la de Enmanuel Martín en Un homme sous son influence. La performance de soledad de Yero establece una Cuba que funciona en la memoria de sus personajes como un amor tóxico al que sabes que no puedes volver. El vínculo que queda se explica todo el tiempo a través del móvil, con llamadas, con mensajes, con Tik Tok. Siempre encerrados, sea en la habitación, en el ascensor o en el metro. Los planos rodados en exterior funcionan como cortinillas para ordenar las tramas que se cruzan sin llegar a tocarse. El filme está envuelto en un ambiente que mezcla un tono de decadencia queer con la ciudad de Moscú como telón de fondo de un exagerado escenario distópico, acentuado por la banda sonora y las preocupaciones estereotipadas de la guerra.

Cuando uno de los personajes está hablando ―aclaro que por teléfono― con una amiga y le asegura que su etapa de estudiante fue la mejor época de sus vidas. No estamos en presencia ni de un lugar común ni de una reflexión de inmadurez. Es simplemente la constatación de una generación castrada, sin presente ni futuro.

Como ocurre con los primerísimos primeros planos de Mafifa o con la áspera sobriedad del segundo acto de Taxibol, terminamos claudicando positivamente con el tono narrativo de los diálogos monologuizados de los personajes, quienes teléfono en mano transmiten una melancolía que sabemos que no nació en Rusia. Tristeza de inmigrante que mira las noticias de su país en Meta, vaya o no vaya a volver.

En Los puros, Carla Valdés hace un delicado y escueto documental sobre la amistad de una generación que vivió los primeros años de adoctrinamiento de la Revolución con lastimosa inocencia. Sus padres y sus amigos quedan en una casa en la playa para celebrar el reencuentro. Cargados de recuerdos y reflexiones sobre cómo afrontaron —lo que bien hace en llamar uno de los personajes— el futuro.

Visitar la URSS y observar cómo el sistema se va quebrando lentamente les genera una decepción devastadora. El modelo no funciona, no sirve de nada tener fe en que algo cambie y, lo peor, es el mismo modelo de Cuba —no sirve de nada tener fe en que algo cambie—.

En Taxibol, Tommaso Santambrogio contrapone dos planos narrativos tan sólidos como diferentes. En el primero, con marcado carácter documental, rueda la conversación entre el cineasta filipino Lav Díaz y el taxista Gustavo Fleita en el interior de su taxi mientras recorren las calles de San Antonio de los Baños. El diálogo en dos idiomas, así como cierta atmósfera de amistosa condescendencia, va creando un extrañamiento dentro de la secuencia que se completa con la confesión violenta de Lav respecto a Juan Mijares, militar responsable de varios crímenes durante la dictadura de Ferdinando Marcos en Filipinas.

El segundo plano narrativo es un ejercicio de sobriedad cinematográfica en el que el actor Mario Limonta se echa sobre los hombros el tono de lo que resta de película. La representación tambaleante pero imponente del viejo asesino radicado en Cuba pone en relieve la práctica no poco numerosa de exmilitares de dictaduras, terroristas, antiguos nazis y demás calaña histórica afincados en países del tercer mundo para escapar de la justicia.

El baile de símbolos por el que arrastra los pies Juan Mijares a veces puede parecer simple, sobre todo, el que tiene que ver con las pesadillas que lo asaltan noche tras noche por la culpa o el terror de que lo ajusticien. Más logrados son los momentos en los que, a pesar de su edad, funge de matarife para sacrificar un cerdo —acercándonos al militar sanguinario que disfruta con la muerte— o la escena en la que utiliza el telescopio para mantener vigilados a sus hombres como si fuera un capataz que ronda a sus esclavos o un latifundista que no les quita ojo a sus ciervos o un comandante en jefe que no deja vivir a su pueblo.

Con Taxibol, Santambrogio logra que las imágenes adquieran el peso suficiente para quedarse en la memoria. En una de sus diatribas dentro del taxi, Lav Díaz manda al carajo el cine que se hace bajo la etiqueta del arte por el arte, declaración de intenciones que podría ponerle los pelos de punta al espectador o lanzarlo de cabeza a las barricadas. Lo bueno y, sobre todo, lo gratificante es que después del speech el segundo plano narrativo no renuncia a lo cinematográfico y logra un poso de ecuanimidad que le viene muy bien al final de la película.

El cortometraje Agwe, dirigido por Samuel Suffren, es la abanderada de las obras que conforman la lista oficial de películas que no son cubanas y una de las gratas sorpresas del festival. El pulso del filme abandona todo tipo de intelectualización a la hora de afrontar la necesidad de sus personajes. Aquí no hay discursos de género, inclusión o racismo estructural. Aquí hay pobreza. Los personajes se mueven en un límite que define la existencia como una manera cruda de subsistencia. La aldea de pescadores en la que viven anclados los protagonistas reconfigura el significado del mar como algo que va más allá de la fuente que les provee de vida. El mar es un tesoro porque es el mejor amigo de las fronteras —como reza la voz que se escucha en la primera escena de la película—, sus olas llevan esperanza.

Samuel Suffren logra condensar el tempo de la narración para que los 17 minutos de metraje alcancen para unificar los tres actos, para que la película respire e incluso sea emocionante. La puesta en escena añade un controlado movimiento dentro del plano, poniendo en valor un tipo de dirección que no deberíamos echar tanto en falta. El rigor parece ortodoxo, pero es correctísimo y el espectador agradece la fluidez de la narración. Luego está el compendio que ofrece la belleza de un tipo de cultura específica dentro de un paraje conmovedor y una historia desgarradora.

En El rodeo, de Carlos Melián, por momentos la recreación de las atmósferas parece serlo todo. Al leer la sinopsis se piensa que se entiende un poco más, pero en realidad el espectador se queda con la sensación de que necesitaría la sinopsis de la sinopsis. Lo bueno es que las pequeñas unidades de significación, al igual que en Abisal, parecen estrofas. Buenas estrofas. Bien escritas. Los diálogos son lo suficientemente sorprendentes como para sostener las pequeñas unidades de significación.

Lo malo es que al unirlo todo regresamos a la ambigüedad. En su Pierre Menard, autor del Quijote, Borges decía que la ambigüedad siempre es una riqueza. Aquí puede que lo sea porque es una película que te va sorprendiendo con las ocurrencias del director. Como la conversación de un amigo muy inteligente que te divierte con sus digresiones. Incluso lo que para cualquiera podría ser un símbolo quizá para él no lo sea. Ni la isla ni las jaulas ni el pueblo inundado ni la muerte. Todo es exactamente lo que es porque su visión se enrola mejor en un discurso del divertimento. Por eso El rodeo a veces parece un ejercicio. Que alguien le produzca un largo a Carlos Melián para que saque afuera todo lo que tiene que decir.

Con Abisal, de Alejandro Alonso, se completan las películas en concurso que podríamos llamar de autor. Si bien es cierto que las secuencias parecen también estrofas —como en el caso de Melián—, el discurso de Alejandro es más descarnado, más directo, menos territorial. La dirección de las escenas y el trabajo con los actores transmite un estado de comodidad difícil de explicar. Igual sucede con la fotografía. Si tuvieras un hijo que fuera una lata de celuloide se la dejarías con total confianza a Alejandro porque la convertiría con toda seguridad en una película hermosa.

Abisal, junto a Mafifa y la recién censurada Llamadas desde Moscú, son tres de las películas que fueron o han sido programadas por el Icaic. Abisal, incluso, obtuvo el Coral a mejor corto documental en 2022 en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. El affaire con la oficialidad no terminó bien porque el mensaje que envió el director desde Madrid para ser difundido en la ceremonia de premiación fue censurado.

El tema de la censura, de leitmotiv a factor común de la historia amarga de la Revolución, catalizando obras que no tienen la más mínima oportunidad de distribuirse —como el periplo selvático de supervivencia de Marcel Beltrán, Veritas de Eliecer Jiménez o Mujeres que sueñan un país de Fernando Fraguela—. Lo anterior no quiere decir que el resto de las películas vayan a ser distribuidas por el Icaic. Aquí va censurado toʼ el mundo, Instar no es un Festival de películas censuradas, pero casi.

Mujeres que sueñan un país le ocurre algo parecido a La opción cero respecto a la urgencia de la producción. Las salidas para documentar el encierro en la casa del artista Luis Manuel Otero Alcántara junto a otros miembros del Movimiento San Isidro (MSI) se limitan prácticamente a los archivos grabados por los teléfonos móviles de los acuartelados y las directas que fueron subiendo a las redes hasta viralizarse —como ocurrió después con el puño en alto del rapero Maykel Osorbo atado a una esposa policial—. 

La batalla generada en los medios de comunicación oficiales cubanos versus la contundencia «contrahistórica» de lo que el mundo pudo observar en las redes fue determinante —en igual sentido, cómo olvidar el episodio de la versión ralentizada emitida por el Noticiero Nacional de Televisión sobre el golpe que lanzó Alpidio Alonso Grau, ministro de Cultura, para hacerle creer a la población que solamente intentaba estrechar la mano en señal de saludo—.

El uso de las redes antes y durante el acuartelamiento en San Isidro no solo fue decisivo como forma de extender la verdad, también funcionó como chispa para sacudir el posicionamiento de personas cuyas conciencias permanecían tan adoctrinadas que eran absolutamente apolíticas. Es el caso de Daniela Rojo, una de las voces que cohesionan el discurso de la película junto a Katherine Bisquet y a Anamely Ramos. En la película, Daniela admite despertar del letargo después de acceder a la información que se estaba vertiendo a raíz del Movimiento San Isidro, la consiguiente protesta ante el Mincult, la formación del grupo 27N, el estallido social del 11J y la marcha frustrada del 15N.

Mujeres que sueñan un país es un documental imprescindible sobre uno de los momentos más importantes de la historia reciente de Cuba. El núcleo de la película, sin embargo, transmite una autosuficiencia que no pareciera necesitar más punto de vista que el que define el acontecimiento histórico en sí. Sobre ese eje, pivota y se instala en la memoria sin la necesidad de un punto de vista que parece estar esperando una película que no es esta. Quizá el conflicto esté solo en el título. El enfoque del relato desde la óptica de Daniela, de Katherine y de Anamely por momentos se diluye ante la fortaleza social y audiovisual que arrojó el MSI, un fenómeno sin distinción de sexos, razas y credos que no se merece la excepcionalidad de ser soñado por ningún colectivo más allá del conjunto de todos los cubanos. 

En Camino de lava, la directora Gretel Marín articula un discurso que no cesa. Es absolutamente respetable porque no solo reivindica, sino que desmiente falacias oficialistas como la ausencia de racismo en Cuba, así como las dificultades añadidas que sufren los colectivos racializados para abrirse paso en una sociedad que sigue sin sacudirse la lacra de los prejuicios. Asume también la representación de otro tipo de minorías como las personas homosexuales, ataca el patriarcado y defiende, quizá tangencialmente, el valor de protegerse ante la apropiación cultural. La cuestión es que el discurso sobrepasa los valores de la película por cuanto es película, porque depende más del valor del mensaje que está intentando transmitir que de otro tipo de sensibilidad. 

En Mafifa, por otro ladopuede que se esté en presencia de una visión demasiado personal como para concebirla desde una dimensión sociológica. Sin embargo, la intención reivindicativa de Daniela Muñoz Barroso sobre la figura de Gladys termina tejiendo alrededor de la campanera una exaltación feminista, sin manejar otro discurso que la admiración sobre una mujer cuya memoria merece ser rescatada porque llegó a convertirse en leyenda dentro de los congueros de Santiago de Cuba, terreno de reconocido carácter patriarcal. El mensaje de esa reivindicación se transmite desde la autenticidad de las emociones que es capaz de transmitir el lenguaje del cine y no desde el efecto que pueda perpetrar la voz de un personaje que actúa como narrador de los problemas que le aquejan o pueden aquejarle como ocurre con los protagonistas de Camino de lava.

Lo inquietante y no menos curioso del proceso —que al final también podría entenderse como aculturación— es que el posicionamiento que se reconoce en Camino de lava es una herencia de las democracias occidentales, específicamente de las izquierdas progresistas en su búsqueda de un nuevo perfil de votante ante la crisis de la clase obrera como grupo social reconocible. En Cuba, al no haber una democracia y, por ende, una izquierda que necesite empoderarse, se termina sesgando aún más una sociedad que necesita estar unida sobre todas las cosas. Lo anterior sin contar que son prácticas de bandos políticos que por lo general ¡apoyan a la Revolución cubana! y que, por lo tanto, no reconocen la dictadura por ser una dictadura de izquierdas. 

En el corto de animación Hojas de K, Gloria Carrión utiliza los dibujos personales de K para construir un retrato de la violencia de la dictadura en Nicaragua vista a través de la mirada de una adolescente. El abuso policial y el desparpajo de un Gobierno corrupto que ahonda en la herida de un país que se desangra va marcando el pulso de una historia que nos devuelve a una niña que no volverá a ser la misma después de la tortura y la cárcel. 

Las otras dos películas extranjeras incluidas en la selección oficial del festival son And How Miserable is the Home of Evil del iraní Saleh Kashefi y Ventanas del venezolano Jhon Ciavaldini. El corto de Kashefi hace una arriesgada recreación de los últimos momentos de la caída del líder supremo Ali Khamenei, con una puesta en escena que recuerda más el espacio de un acto performativo que el de una película en sí. 

Con Ventanas, Ciavaldini sumerge al espectador en un relato de desarraigo y violencia en la Venezuela de 2017, que es al mismo tiempo la Venezuela de Chávez y Maduro. Construido a partir de la comunicación con su madre desde el exilio en Buenos Aires y de videos tomados desde la distancia endeble de una ventana, el espectador asume la posición de un testigo que observa aterrado el horror de la represión bolivariana.

COMPOTAS PARA EL POSTRE
La inclusión del documental Veritas de Eliecer Jiménez en la selección oficial del festival ha acabado de agitar el avispero. La he dejado para el final porque de alguna forma simboliza el sentido más primario del Instituto de Artivismo «Hannah Arendt», el valor de sus miembros, sus colaboradores y fundadores.

Se trata de esas películas que te recuerdan la profundidad en la que una doctrina puede mantener enterrada tu mente. Mientras más profundo, más oscuro. Por eso muchas personas se sorprenden cuando descubren que en ese documental sobre Playa Girón el punto de vista es el de los cubanos de carne, hueso y alma que conocimos como «los mercenarios». Hombrecitos disfrazados de camuflaje. Torpes, cobardes y fáciles de apresar. Caminando en fila, cabizbajos como si hubieran nacido para la derrota.

Cuando Eliécer Jiménez concibió la película sabía que tocaba uno de los temas más delicados de la historia de la Revolución. También debió intuir que tenía entre manos un tema de gran interés. Más allá de la luz que se pueda arrojar a partir de los testimonios de los veteranos entrevistados, la película funciona incluso sin proyectarse. Fue lo que sucedió en las horas previas a la inauguración del IV Festival de Cine Instar, por el revuelo que está causando entre la cúpula del Estado cubano, como evidencian los respectivos tuits del ministro de Cultura Alpidio Alonso y de Abel Prieto.

«¿En nombre de qué libertad, a no ser la de destruir la Revolución, puede pedirse que nos entendamos con quienes hacen parte de esta nueva operación pagada por la CIA contra el proyecto colectivo del pueblo cubano? ¿Qué patriota podría llamar nuestro al cine contrarrevolucionario?», escribió Alonso Grau. 

«Otra operación a gran escala vs. la cultura revolucionaria: el Festival de Cine Instar. Una vez más pretenden dinamitar la institucionalidad cultural con el empleo de “líderes” pagados por nuestros enemigos. Nos subestiman nuevamente», escribió Prieto.

Viendo las reacciones, la verdad es que no sé por qué el Gobierno no acaba de explotar el negocio de fiscalizar con algún impuesto la lista interminable de asalariados que tiene en nómina la CIA dentro y fuera del país.

Veritas, un reposado pero emocional relato de algunos de los miembros de la Brigada 2506, desgrana el proceso de la preparación, el entrenamiento y la llegada a las costas cubanas, así como la decisiva influencia de J. F. Kennedy en el fracaso de la operación. 

El testimonio de los veteranos de Bahía de Cochinos se va reconstruyendo en el espectador con la amargura del que se siente traicionado. Una amargura que se acrecienta por la vulnerabilidad del que actúa por sentimientos que pueden confundirse con la inocencia. Por eso duele cuando esos hombres reconocen que han sido abandonados a su suerte. Saben que no van a ganar y se enfrentan a un destino totalmente incierto. 

En aquel momento nos enseñaron que fueron cambiados por compotas. 

Si nos atenemos a la historia, tanto para ellos como para nosotros, la elipsis no solo ha sido más cruel, también está siendo mucho más larga.

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Carla Valdés León: “Creo que todos los personajes y las historias tienen un trasfondo de tragedia”

Por MAYTÉ MADRUGA – 06 diciembre, 2023

RIALTA

Fotograma de ‘Los puros’ (2021); Carla Valdés León (IMAGEN YouTube / Philadelphia Latino Film Festival)

 Carla Valdés León compite en la cuarta edición del Festival de Cine INSTAR con su película Los puros (2021), disponible para el público cubano, desde este lunes 4 hasta el 10 de diciembre, a través de la plataforma online Festhome. También se podrá ver desde este martes hasta el jueves en el Laboratorio Arte Alameda, en la Ciudad de México; así como el propio jueves 7 en la Maison de l’Amérique Latine de París, y el próximo domingo 10 en el Centro Cultural General San Martín, en Buenos Aires.

Dichas presentaciones como parte de la cita fílmica impulsada por INSTAR son el motivo de esta entrevista. “Un podcast”, vía WhatsApp, tal como lo definiera la propia realizadora, que nos ha dado la oportunidad de hablar sobre sus padres, el archivo, el cine como arte colectivo, y siempre de Cuba y sus memorias.

El archivo familiar se ha convertido en una herramienta imprescindible para la cinematografía mundial. ¿Cuánto te aportó y/o te estorbó ese archivo en esta película?

 Para hablarte del archivo lo voy a separar un poco. Hay algo que a mí me apasiona mucho del archivo familiar: es el registro de ti que no has hecho tú. O sea, estas primeras imágenes donde aparezco yo, donde aparecen mis padres, le da un poco de sentido a la película, porque de ahí es donde yo vengo, esa es mi historia familiar, y por supuesto esos son mis “puros”, mis padres. Y es una historia que no empezó con la película, sino que yo vengo escuchando las canciones, en las reuniones familiares, desde mi infancia. Soy capaz de saber qué fue la URSS como para saber que yo no nací ahí. Entonces eso es como un tesoro que uno encuentra, sobre todo cuando quieres empezar a contar tu historia. O sea, contar desde lo íntimo, desde lo familiar, desde lo personal.

El archivo es un tesoro que te encuentras, y si vas buscando –depende del momento y depende del producto en el que estés– vas a encontrar claves, mensajes encriptados ahí, que de pronto van a funcionar muy bien con lo que estás pensando, porque, por supuesto, eres la misma persona, el mismo río: de ahí vengo. Y me permite –imagino que a muchos cineastas también– mirar a ese registro no hecho por ellos o por ellas desde un lugar en que pueden entenderlo de manera diferente, y desde el que van a crear algo con eso.

Pero me gustaría aclarar que el archivo de la película vino mucho después. El proceso fue un poco diferente a otras cosas que yo he hecho. Días de diciembre y la película que terminé [hace poco], son películas que he pensado [previamente] –y hemos pensado, porque ya en la otra trabajé con Lisandra López Fabé y con el equipo mucho más desde la concepción misma. Siempre he tenido una idea de qué película voy a hacer, y luego la filmo, o la voy filmando, pero ya voy creando ideas [antes]. En este caso, Los puros es una cosa muy extraña, porque yo sabía que mis padres se iban a encontrar en esta casa con esos amigos, que venía de Alemania este amigo, Gilberto, a quien no veían hace treinta años, y yo dije: “Bueno, me llevo mi cámara, me llevo un trípode, me llevo todos los equipos que tengo y, de paso, me llevo las fotos de mis padres, y vamos a ver. 

Carla Valdés León, cineasta cubana (FOTO Cortesía de Carla Valdés León)

Quién sabe lo que salga”. Busqué un proyector de diapositivas. De hecho, fue un préstamo de una señora creo que de Azerbaiyán o algo así, quien había ido a vivir a Cuba cuando la Unión Soviética: se había casado con un cubano, y llevaba toda la vida trabajando y viviendo en Cuba; ella estaba vendiendo su proyector ruso de diapositivas y me lo prestó cuando le conté más o menos la historia: “Te lo presto”, me dijo, “y luego me lo traes”. Pero fue un poco así: o sea, cámara, foto, proyector; mis padres iban a estar ahí, yo iba a estar ahí… Y dije: “¿Por qué no?”.

Siempre había querido, todavía quiero, hacer la película de mis padres. Hacerla de esa historia que es como un cuento infantil, el cuento romántico de una película rusa, como una historia génesis. Para mí la película de mis padres es todo eso; es la historia de amor, sus amigos, la URSS, el ruso, las canciones, los libros: un lugar lejano, un lugar completamente imaginado. Creo que por esa intuición es que me llevo la cámara y filmo. Filmo todos esos días. Al principio fue probando: este plano me gusta porque la casa es bonita y vamos a filmar el mantel y vamos a filmarlos a ellos desayunando y el mar y todo eso. Lo que sucede es que empieza a ocurrir lo que pasa en la película: el reencuentro. Y yo voy sumando más y más, y me doy cuenta de que con lo que estoy filmando, evidentemente, puedo empezar a contar la historia de mis padres. La película de mis padres. Durante esa semana, que fue lo que duró el rodaje, me sentaba al final del día y anotaba lo que filmaba, lo que sentía que estaba pasando, o tal vez esto que pasó aquí, o me gustaría que mañana ellos hicieran esto… Y así se empezó a convertir de una cosa más intuitiva en un rodaje más de “Ok, aquí voy ahora a sentar a mis padres”. Y cuando llegó el tiempo de la diapositiva ya yo sabía que estaba filmando para algo.

Por eso también elegí el plan de la diapositiva, porque solo quería filmar las imágenes. No los iba a filmar a ellos hablando, ni riéndose, ni conversando, ni nada de eso; simplemente la imagen proyectada, y ponerlos delante en la imagen. Ya esas fueron elecciones posteriores. Entonces, por supuesto, la película es un registro mío de un momento muy atravesado por la emoción, por la intuición y por el deseo de contar esa historia, que luego en montaje se convierte en Los puros.

Fotograma (detalle) de ‘Los puros’ (2019); Carla Valdés (IMAGEN Facebook / Ciervo Encantado)

Fue un poco así; por eso te digo que el archivo vino después en el montaje. Empezamos a montar las imágenes que había filmado y, luego, mucho después, digitalizando estos VHS que mi abuela me había dejado, y con los que yo estaba en otro proceso con el archivo familiar, aparecen estas cosas y decimos: “Bueno, vamos a usarlo, porque esto me dice por qué estoy filmando a mis padres de esta manera, en este lugar”. Creo que también en esas primeras imágenes de archivo hay una mezcla –porque están las primeras imágenes de VHS, más de los noventa, que son las que filmaron mis tíos. Mis familiares, cuando venían de Estados Unidos, filmaban este tipo de cosas con una cámara que traían. Pero el viaje final, en el que estamos llegando a esa casa, ese viaje en archivo ya empieza a ser un registro que yo sí filmo, pero con mucho menos edad. Tenía quince años cuando tuve mi primera cámara de video. Entonces, la mezcla de todas esas imágenes es lo que me ha llevado a registrar estas otras imágenes ahora, y ese es el sentido de ese primer archivo.

En cuanto a las diapositivas, a mí siempre me han apasionado las fotos de mis padres, los jóvenes que están retratados en esas fotos; parecen de otro tiempo y de otro lugar, porque están en otro tiempo, en otro lugar, por supuesto, pero para mí hay una distancia entre esos jóvenes y mis padres. Y tiene que ver con esa historia de amor, con esa inocencia, con la esperanza de un futuro mejor, con la belleza. Desde niña yo veía las fotos todo el tiempo; mi papá las ponía en un proyector que había en la casa.  Entonces yo las tenía muy presentes, y me parecía hermoso hacerlos verse treinta, cuarenta años después. Creo que esas imágenes tienen la capacidad de contar una historia por sí solas, y es un poco lo que intentamos hacer con el montaje de la diapositiva, que fueran como una pequeña historia de ellos dentro de esa otra historia que es el reencuentro.

Como cineasta te interesa mucho el trabajo con el archivo. Si le tuvieras que dar una justificación o una explicación a esto, ¿cuál sería?

Me apasiona el archivo; no sé: es un poder, una debilidad. He trabajado con archivo institucional, archivo ICAIC, archivo de la televisión cubana, archivos de hemeroteca, Biblioteca Nacional, en fin… Con el archivo tengo como un punto de delirio. Me gusta mucho el edificio y el espacio del archivo, la organización, las dinámicas de cuidado del archivo; me parece que es hermoso filmarlo, y también doloroso. El espacio del archivo tiene una atracción muy potente.

También el archivo familiar, por otro lado, a mí me llama mucho, por eso que te comentaba antes. Porque encuentras en él claves para entender por qué haces las películas que quieres hacer. A mí me funciona de esa manera, no sé. Ahora mismo estoy en el proceso de escritura del proyecto que estoy desarrollando, y, revisando un material de archivo familiar –que tampoco es que tenga mucho que ver con el proyecto–, hay como una escena pequeña donde yo estoy filmando a mis padres: de pronto, entiendo por qué lo hago. O sea, cómo en la completa inocencia e ingenuidad de los quince años, y con una cámara por primera vez en la mano, empiezas a filmar a tus padres y, cuando te ves ahora, que lo haces con más conciencia, entiendes por qué lo empezaste a hacer de cierta manera. Entiendes desde dónde los empezaste a mirar, y eso es súper importante. A veces en el archivo familiar yo encuentro esas respuestas. A mí me funciona mucho para trabajar, me funciona mucho para pensar las cosas, y creo que tiene que ver, en este caso también, la parte del archivo familiar, con el lugar, con la legitimidad desde la cual quiero hablar. Quiero hablar de ciertos temas un poco complejos –o que tú sientes que no pertenecen a tu generación, que no es tu historia, porque no lo viviste–, y a través del archivo, de la historia familiar, puedes entrar ahí, porque todos tenemos una historia personal, y partir de eso yo puedo entrar a hablar, por ejemplo, de la URSS.

A mí no solo me interesa contar la historia de mi familia, o de tres combatientes de Angola, o sobre mis abuelos; no es eso exactamente lo que me interesa. Me interesa cómo, a partir de esas emociones o historias familiares, yo puedo lograr entender por qué nos comportamos de la manera en que nos comportamos como cubanos o como familias cubanas ahora. Porque yo tengo tantas contradicciones a la hora de entender ciertas cosas, o no entenderlas, o al acercarme a ciertos temas… En general, tanto Días de diciembre como Los puros, como la película que estoy haciendo ahora, intentan hablar un poco de Cuba y ser parte de una búsqueda para entender quién puedo ser yo –y mi generación– dentro del mapa político y social de la Cuba que nos toca vivir y que nos tocará vivir, que está llena de territorios minados y de lugares a los que no sabemos cómo entrar. Eso me interesa mucho, y el archivo me permite hacerlo.

Tiene sus matices. A veces el archivo institucional tiene ya la imagen trabajada y editada, y una narrativa hecha, pero, si logras quitarte un poco ese caminito que te han construido, y empiezas a ver solamente las imágenes o escuchar solamente los audios, empiezas a encontrar otras claves. Y eso es para mí el archivo: es un lugar donde puedo encontrar claves para entender.

A mí me emocionan proyectos como el de Lxs archivistas salvajes. Por otra parte, me parece importante que el nuevo presidente del ICAIC, Alexis Triana, hable sobre la necesidad de rescatar el archivo; pero también me da temor el entusiasmo efervescente, pues toma mucho tiempo invertir y poner en orden el archivo. Y eso requiere también el respeto a las personas que trabajan ahí, que han trabajado con pocas o casi ninguna garantía laboral, ¿sabes?, de seguridad, y sin los insumos que hacen falta, o las tecnologías que hacen falta… Y a veces estas cosas tan de ahora para ahorita lo que hacen es violentar un poco esos procesos. Yo tengo mucho miedo con eso. Me eriza, porque ya bastante se ha perdido. Demasiado se ha perdido de los archivos físicos en Cuba, y realmente no quisiera que se perdiera más. Y a todo eso le sumo la preocupación, siempre, de la censura del archivo. 

Póster del filme ‘Los puros’ (2023); Carla Valdés León (IMAGEN festivaldecineinstar.com)

Porque uno habla de la censura a las películas ya terminadas, que se ponen o no se ponen en festivales…; pero con el archivo hay un proceso de censura que pasa por poner o no poner a disposición del público lo que quieren o lo que no quieren que se vea. Y también ocurre que lo que no [quieren que sea visto] suele echarse a perder, pudrirse en un archivo, y luego se bota. Y a veces la censura no es ni siquiera ideológica; puede ser: no nos interesa el descarte de esta película. Pero, bueno, en el descarte de esa película hay un registro, un momento o un proceso que es muy importante, que puede ser muy importante para el mapa fílmico del país. Para la historia del país.

¿La representación y/o recreación de la historia por tus mismos padres y su grupo de amigos fue algo que trabajaste con ellos en el proceso de preparación del filme o dejaste que saliera de forma “natural” en la grabación?

La representación de la historia de mis padres salió de manera bastante espontánea, natural y muy intuitiva, tanto por ellos como por mi parte. El equipo de rodaje de esta película éramos yo con una cámara y la persona que era mi pareja en ese momento, que hacía el sonido; o sea, un sonido y una cámara pobrísimos. Lo que mejor se filmó está ahí en el corto, y luego en la postproducción, sobre todo de sonido, Glenda [Martínez Cabrera], que fue la sonidista, hizo maravillas para que la película se escuchara de la mejor manera posible. Pero evidentemente fue un rodaje muy casero, muy homevideo, muy de la intuición del momento y muy del pacto con ellos.

Lo que a mí siempre me ha dejado feliz, tranquila y orgullosa del trabajo que hicimos todos en esa película, es que hubo un pacto tácito desde el inicio. De hecho, está la imagen al inicio de la película en que Gilberto se vira y me dice: “Pero si me están filmando…”; o sea, filmarlos nunca fue un problema. La cámara estaba ahí y ellos sabían que yo estaba filmando todo el tiempo, y no hubo miedo ninguno; al contrario, yo sentí que se daban a la imagen. Fílmame, registra este momento, que es importante para nosotros. Había una sensación de: “Esto es importante para nosotros y vale la pena dejar registro; vale la pena dejar nuestra historia para el futuro”. Y eso es hermoso. Ese pacto con mis padres y con los amigos de mis padres es hermoso. Incluso, después de terminada la película, la han visto algunos en el cine, otros en la casa, y a veces los comentarios eran: “No nos imaginábamos que fueras a hacer algo así”. Un poco siempre hay como ese me estoy mirando, pero a la vez es como: “Qué bueno que quedó hecho; qué bueno que quedó esta historia de nosotros”. Y eso me parece muy lindo. Estoy muy feliz con ese proceso.

Fotograma de ‘Los puros’; Carla Valdés

Los puros es la primera vez que trabajas con una guionista para documental, Lisandra López Fabé. ¿Qué te llevó a tomar esta decisión? Además de la función obvia de un guionista, ¿qué aportó López Fabé a la película?

Yo empecé a trabajar con Lisandra [Liso] cuando estaba editando Los puros, pero en el proceso de La línea del ombligo, que ya está terminada. Había empezado a trabajar con Liso como guionista de La línea del ombligo, y le comenté de Los puros y se sumó a un proceso donde ya había un corte de montaje, estaba trabajando con Lilmara Cruz Pavón, a quien también incluyo en esta respuesta porque creo que es muy importante este trinomio –Lilmara, Lisandra y yo– en la edición final de Los puros.

Más que tener a la guionista, era tener a Lisandra como persona. Comencé a hablar con ella, comenzamos a compartir maneras de ver el cine, de ver las historias, de acercarnos a contarlas. Con Lisandra fue espectacular; no solo porque es increíblemente talentosa y porque sabe tejer una historia de inicio a fin, tiene oficio, sino además porque tiene una sensibilidad increíble. Y lo que para mí es más importante: juntas hemos creado una hermandad fuerte y nos vemos una en la otra. Ella sabe entender por qué yo lo hice de esta manera o no, qué me falló o no, y sabe cómo ayudarme a encontrar mejor la historia. En ese sentido, desde esa hermandad, fue que empezamos a terminar de editar.

Y, luego, Lilmara […]. Yo no tenía un guion para Los puros; yo lo filmé, como te conté, sin escritura previa. Empecé a trabajar con Lilmara –a quien también me une una hermandad y una amistad muy grande, y nos entendemos muy bien–; eran muchas escenas y yo le di el material, y le dije: “¿Dime qué tú encuentras aquí? ¿Qué ves en este momento?”. Lilmara también editó mucho sola, pues ella conoce el material y conoce a mis padres y entiende también perfectamente lo que está en el centro de mis motivaciones. De la misma manera que lo entendió luego Lisandra. Y, claro, cuando tú trabajas con esas dos personas –que son capaces de querer a tus padres de la misma manera, […] de quererlos, cuidarlos; [capaces] de encontrar la emoción de la película y de entenderme a mí: por qué yo estaba haciendo una película sobre mis padres en ese momento y [por qué] filmaba de esa manera– es ideal.

Esta película es de nosotras. Luego, Glenda, en postproducción de sonido, aporta mucho a lo narrativo. Yo tuve un equipo hermoso. También Claudia Ruiz, quien hizo la corrección de color, y hay una relación muy cercana con ella. Trabajar con un equipo con el que me sentía hermanada: eso es fundamental. No podría trabajar de otra manera; he intentado otras cosas y no han salido bien.

Creo que no hay un guionista para documental y un guionista para ficción. Sí, Lisandra ha hecho mucho guion de documental, pero también puede escribir un guion de ficción o un cuento o una novela. Ella lo que tiene, más que saber escribir para las películas, es que sabe entenderlas; […] cuando se involucra, lo hace de lleno, y te deja compartir con ella todo: lo que te preocupa, lo que te da miedo, lo que no te gustó, o sí te gustó, lo que te gusta y no sabes por qué te gusta… Se convierte en una amiga, en una hermana, en una compañera.

Liso nos ayudó también a encontrar la estructura final de esta película. Teníamos muchos momentos, en el corte anterior, que reubicamos de manera que la estructura de la película fuera más en dirección a esa emoción final de mi mamá cantando. Eso es un hallazgo que fue, en grandísima parte, gracias a Lisandra, porque ella sabe encontrar esa fibra de las películas.

Parte del staff de ‘Los puros’, de Carla Valdés. Premiación en el 42 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, La Habana. (Imagen Instagram / Carla Valdés León)

¿Considerarías Los puros un aporte a la construcción colectiva de una memoria cubana? ¿Por qué?

No sé. Ojalá. Estaba viendo algunas cosas hace poco, pensando un poco en esto de la memoria fílmica cubana. Sobre todo, porque veo muy poco registro del presente. En otros momentos se filmaba “profesionalmente”, mucho, todo el tiempo, lo que ocurría; ahora se filma muy poco. Y eso me tenía pensando bastante.

Hace unos meses, Jose [José Luis Aparicio] y yo hicimos la curaduría de una muestra de películas cubanas recientes y no tan recientes en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, con filmes de Nicolás Guillén Landrián y de Sara Gómez. Y estaba pensando en ese cine más contemporáneo, más cercano a nosotros, y en cómo ahí está el registro emocional de una generación –porque no va a ser el registro documental de lo que sucede en la calle, y de lo que está pasando todos los días, como pudo haber sido el Noticiero ICAIC Latinoamericano, por ejemplo; pero es el registro emocional. Creo que tiene que ver un poco también con los géneros que están trabajándose en el cine: o sea, la ciencia ficción… bueno, el humor siempre… Estaba pensando mucho en eso: en el registro emocional de un tiempo y de una generación.

Creo que todos los personajes y las historias tienen un trasfondo de tragedia; son historias o personajes que han sido traicionados, burlados o [se han] desencantado de su historia, sin posibilidad de redención. Han quedado fuera […] de su historia e intentan siempre […] volver a montarse en ese tren; […] pero es imposible. Eso es una cosa de tragedia, pero eso está en la comedia, en la ciencia ficción, en el documental más clásico –como puede ser Los puros–, o en algo más experimental. Yo siento ese trasfondo en el cine cubano más reciente, y por eso te decía que esa memoria fílmica cubana es más emotiva que de registro documental in situ, directo, del momento, del día. Ojalá que una película como Los puros puedan ser parte de eso en un futuro, y que alguien pueda leerla de esa manera. No buscar en Los puros cómo era la generación de mis padres con cincuenta y tantos años, sino entender un poco sus miedos y su deber ser como generación a la cual se le prometió el mundo y más.

A mí a veces me da un poco de dolor decir eso sobre los padres, pero es cierto: esa generación, que estudió en la Unión Soviética, se formó en la esperanza de un proyecto colectivo que prometía mucho más de lo que cumplió. Cumplió cosas, pero no las cumplió todas, y sobre todo los dejó tirados en algún momento, sin explicaciones, cuando empezaban sus carreras, sus vidas, y tuvieron que recomponerse. Tuvieron que volver a armar[se en medio de] ese destrozo, ellos mismos, y solos, sin la compañía del gran Estado protector, sin la compañía del gran proyecto social. Al contrario, [lo hicieron] problematizando cada día, y ahora mucho más profundamente, ese proyecto social que ya no es lo que ellos desearon que fuera.

Pero yo no quiero verlos a ellos solo en esa tristeza. […] no es solo que hayan tenido que rearmarse solos, sino que lo hicieron de alguna manera. Y mi interrogante es cómo lo hicieron, para hacerlo yo, o para hacerlo de una manera diferente. Porque hay […] coraje también en la generación de nuestros padres. Tal vez, para muchos, no es el coraje que hubieran deseado, pero yo sí siento que han sido muy corajudos, han sido muy corajudas, y hay que aprender un poco de ellos también. Y entenderlos para juzgarlos mejor. Yo lo hago siempre desde el amor; no puedo hacerlo de otra manera.

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Mujeres que sueñan un país

Por Mariana Martínez Bonilla – diciembre 07, 2023

LOS EXPERIMENTOS – BLOG DE CINE

Mujeres que sueñan un país (2022), el más reciente documental del cineasta cubano Fernando Fraguela, se presenta como parte de la programación del IV INSTAR, festival de cine organizado por el Instituto de Artivismo Hannah Arendt, fundado y dirigido por la artista y activista cubana Tania Bruguera. Este año, el foco principal de su curaduría está en el carácter transnacional del cine cubano contemporáneo. En las proyecciones, que tendrán lugar en diversas sedes internacionales del 4 al 10 de diciembre, el festival presenta una serie de películas y cortometrajes (tanto cubanos como de otras procedencias) en las que se tematizan las tensiones que implica el vivir en países con regímenes totalitarios.
 
Esta película de Fraguela, ganador del premio a Mejor Documental en el Festival de Cine de Málaga por El Matadero (2021), narra los acontecimientos ocurridos en Cuba a partir de los levantamientos civiles organizados por el Movimiento San Isidro (MSI), como respuesta a la entrada en vigor del Decreto 349, el cual regula las actividades artísticas y culturales del país. Dicho decreto se implementó después de que un grupo de artistas, gestores culturales y teóricos cubanos organizaron, de manera independiente, la 00 Bienal de La Habana en mayo de 2018. Ante dicha iniciativa, el gobierno cubano decidió censurar y reprimir las actividades de la Bienal, pero también todas aquellas desarrolladas por diversos agentes culturales considerados como opositores al régimen.
 
Las consecuencias de la implementación del decreto, por su parte, tuvieron como respuesta la participación de los integrantes del MSI en diversas protestas y presentaciones de quejas que tomaron la forma de performances, festivales de cine (Celuloide Quemao), redacción y firma de manifiestos y festivales de poesía, entre otras tantas actividades. La respuesta del estado cubano ante las iniciativas del Movimiento ha violentado los derechos humanos de sus integrantes constantemente, privándolos de su libertad y sometiéndolos a varias formas de acoso y represión.
 
Uno de los ejemplos más paradigmáticos de lo anterior fue la detención del rapero Denis Solís el 9 de noviembre de 2020, exactamente un mes después de que fuera sitiada la sede del Movimiento en La Habana, por supuesto desacato, tras difundir un video en redes sociales en el que un supuesto oficial de policía entró en su casa sin una orden judicial. Tras esta detención, los miembros del MSI organizaron nuevamente una serie de protestas caracterizadas por ser formas de resistencia cívica pacífica, buscando un diálogo con las autoridades del Ministerio de Cultura Cubano, quienes, después de permitir que 20 representantes del Movimiento externaran sus preocupaciones y exigencias, implementaron diversas campañas de represión que fueron documentadas por los manifestantes.
Mujeres que sueñan un país, recupera los testimonios de tres mujeres que participaron en los acontecimientos que derivaron de la huelga del MSI (la conformación del movimiento 27N; el estallido del 11J y la marcha cívica del 15N), la cual incluyó la huelga de hambre de algunos de sus integrantes y que estalló con motivo de las protestas por la arbitrariedad de la sentencia impuesta a Denis Solis, pero cuyo trasfondo fueron las constantes amenazas y represiones, así como los cambios económicos impuestos por el gobierno cubano.
 
Así pues, Daniela Rojo una madre de familia, artista y poeta autodidacta; Katherine Bisquet, escritora y poeta, y Anamely Ramos, docente universitaria de teoría e historia del arte, protagonizan este documental, narrando las implicaciones y urgencias del movimiento civil de resistencia organizada en el que participaron y tras el cual fueron condenadas al exilio, ya sea porque no pudieron regresar a Cuba por órdenes explícitas del estado cubano, por complicidad con otros agentes internacionales o, como en el caso de Daniela Rojo, autoexiliándose en Alemania como asilada política.
 
En el manifiesto del 27N, bajo el subtítulo “El país que soñamos”, los artistas, intelectuales y periodistas que lo redactaron, expresan sus deseos por habitar un país en el que la violencia, la represión y la censura sean erradicadas en aras de una democracia próspera y equitativa. Mujeres que sueñan con un país explora esos deseos al subvertir el machismo propio de la narrativa estatal oficial al hacer de Daniela, Katherine y Anamely sus protagonistas, al otorgarles no solo un lugar primordial en el encuadre, sino al posicionarlas como los sujetos que enuncian críticamente la urgencia de pensar las contradicciones históricas del régimen y sus consecuencias actuales: desde la represión en contra de Denis Solís y Luis Manuel Otero, hasta la imposibilidad de reunirse con sus familias, o acceder a información no sesgada sobre la actualidad en la isla.
 
Los testimonios de cada una de estas mujeres explican serenamente, desde sus muy particulares puntos de vista, el caudal de imágenes provenientes de diversas transmisiones en vivo a través de Facebook realizadas durante las protestas y los actos de resistencia del MSI, pero también de otros agentes culturales y civiles, que el director recopiló. El contraste entre la claridad de las palabras que cada una de las protagonistas del documental elige para dar cuenta de lo sucedido después del 26 de noviembre de 2020, y las imágenes borrosas de la perturbación y la brutalidad hace patente la desolación de un estado de cosas en el que ante la lectura colectiva de un poema (hecho que tuvo lugar el 27 de enero de 2021), las autoridades respondieron violentamente.
 
Las imágenes temblorosas, fuera de foco y en formato vertical que buscan registrar los diversos momentos de violencia y represión nos hacen recordar aquellos registros audiovisuales de la Primavera Árabe (2010-2012), la primera revolución que se grabó con teléfonos inteligentes. La rápida propagación de los levantamientos a través del Internet y la hiperconectividad de las movilizaciones lograron exceder y quebrantar cualquier intento autoritario por controlar el flujo de la información. Por primera vez el mundo podía ser testigo en tiempo real de los levantamientos sociales, pero también de la violencia con la que las autoridades intentaron controlarlos.
 
En el caso cubano, las transmisiones en vivo, por parte de la ciudadanía que compartía los ideales antirégimen del MSI, así como de los miembros del Movimiento que, desde dentro de su sede, lograron registrar el violento allanamiento, se convirtieron en una de las principales formas informativas ciudadanas de producción de contranarrativas, como dan cuenta los testimonios de Daniela, Katherine y Anamely.
 
Esas imágenes empobrecidas, como las llamaría la artista y ensayista alemana Hito Steyerl, son documentos que dan cuenta de la efervescencia y la convulsión del momento que fueron grabados y transmitidos gracias a los teléfonos celulares de sus participantes, para lo cual, como explica el intertítulo que da inicio a la película, resultó de suma importancia la llegada del internet móvil a la isla durante el 2019. Sin ellas, así como del acceso a través de VPN a canales informativos independientes y críticos del régimen, hubiese sido imposible sortear la censura y represión que buscaron acallar al Movimiento y sus protestas.

El dramatismo de los sucesos no es descartado por Fraguela en Mujeres que sueñan un país. Al contrario, es desde la inconformidad y la rabia que su trabajo toma posición y ofrece una visión panorámica de la genealogía de los acontecimientos y de sus desencuentros con un régimen político que buscó aplastar con toda su maquinaria represiva cualquier intento de sublevación. Sin renunciar a las potencias expresivas del medio audiovisual, en favor de la narración, este documental potentemente ético y reflexivo, que se suma a una larga lista de obras reaccionarias que se enfrentan al totalitarismo en Cuba como las obras del propio Luis Manuel Otero Alcántara, los poemas de Bisquet y el arte político de Tania Bruguera, busca hacer inteligibles los acontecimientos que se han vivido en cuba en los últimos años, como parte de un contexto más amplio y profundo en el que las mujeres han tomado la palabra para abanderar la lucha por un estado democrático y libre.

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Veritas

Por Mariana Martínez Bonilla – diciembre 03, 2023

LOS EXPERIMENTOS – BLOG DE CINE

Veritas (2021), el documental dirigido por Eliecer Jiménez Almeida llega una vez más a las pantallas internacionales a través del IV Festival INSTAR, organizado por el Instituto de Artivismo Hannah Arendt, que se llevará a cabo del 4 al 10 de diciembre en diversas sedes, tanto presenciales como virtuales, en México, España, Brasil, Argentina, Estados Unidos, Cuba y Francia.
 
En su momento, el filme formó parte de la selección oficial de algunos festivales, entre los que destaca la feria de arte Documenta 15 (Alemania). En el marco del IV INSTAR, la película de 67 minutos de duración, responde a la propuesta del Instituto de Artivismo por la revisión del carácter transnacional del cine cubano en diálogo con otras cinematográficas que se enuncian desde una mirada crítica hacia los contexto de represión dictatorial y autoritaria.
 
En Veritas, se relata la historia de la invasión a Bahía de Cochinos durante la Guerra Fría a través de los testimonios de algunos de sus protagonistas del lado invasor. Así, sesenta años después, y desde el exilio, los hombres que sobrevivieron al intento de derrocamiento del muy temprano e incipiente estado de cosas instaurado con la revolución se enfrentan a una serie de preguntas sobre la soledad, las vejaciones y el abandono por parte de los Estados Unidos al que fueron sometidos tras quedar en el centro de la complejidad política de la también conocida como Batalla de Girón.
 
A través del uso de imágenes de archivo y entrevistas a los veteranos de la brigada de asalto 2506, quienes a pesar de haber sido entrenados y equipados por el gobierno estadounidense, fueron derrotados por las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), este documento audiovisual es un intento por contar la historia desde un lugar de enunciación que busca arrojar luz sobre los acontecimientos que fueron silenciados y/o tergiversados tanto por la propaganda oficialista cubana, como por el gobierno norteamericano, quien traicionó los ideales de los exiliados que se enlistaron para la batalla.
Ni mercenarios, ni traidores, como fueron etiquetados en su momento, los combatientes de la Batalla de Girón ocupan un lugar paradójico en la historia cubana. Y de ello dan cuenta los distintos testimonios reunidos por el director. Las narraciones de esos hombres, a pesar de estar atravesadas por las contradicciones propias de quien abandonó la tierra que le vio nacer para después luchar por ella y terminar nuevamente en el exilio, tras ser mal mirados y denigrados por sus propios compatriotas, no se caracterizan por la adjetivación lapidaria de las acciones de las potencias políticas detrás de la lucha.
 
Sin la mediación de un narrador que intente establecer conexiones lógicas entre un testimonio y el otro, que ofrezca datos duros sobre la invasión, o que tome posición frente a los hechos que se relatan en los testimonios, las diversas entrevistas se encadenan para narrar de manera panorámica la llegada de los grupos a la isla a través del agreste territorio de la playa de Girón.
 
Ninguna de esas voces se refiere a lo sucedido según categorías o conceptos acuñados por las retóricas hegemónicas. En ellas se procura una enunciación sincera y clara tanto de los lugares como de los sucesos: las distintas facetas del conflicto son narradas desde el singular punto de vista de cada uno de los sobrevivientes, cada uno de ellos describe puntual y claramente todas sus acciones y funciones en la batalla, desde su llegada a Guatemala hasta la traición por parte del entonces presidente John F. Kennedy.
A ellas se suman un gran número de secuencias de archivo que no proponen una relación que ponga en tensión a aquellos testimonios a través de alguna operación de distanciamiento crítico o que permita a las imágenes devolvernos la mirada al mostrar sus reversos o aquello que quedó fuera de foco, en segundo plano o en el abismo de sus márgenes. Al contrario, estas imágenes se establecen como forma de ilustración de aquello que las voces narran: desde el accidentado desembarco en la bahía hasta el sangriento enfrentamiento con las tropas cubanas.
 
En momentos pareciera que los hombres entrevistados describen aquello que las imágenes muestran. El sentido de esta relación se presenta, entonces, como unívoco y niega la posibilidad de una lectura capaz de problematizar el relato oral de los múltiples narradores que aparecen en la pantalla en un emplazamiento fijo de plano medio, mirando hacia quien se posiciona junto a la cámara y mostrándose en toda su vulnerabilidad. Sus emociones se hacen explícitas no sólo a través del tono de sus voces que se enfurecen o se quiebran, sino de sus expresiones faciales y sus ojos llenos de lágrimas.
 
Por otra parte, en Veritas también se montan algunas imágenes a color, tomas contemporáneas de la Habana, así como de la Bahía de Cochinos y otras regiones, las cuales parecen estar ahí sin otras pretensiones más que las de dar cuenta de las características territoriales en las que tuvo lugar el desembarco de los combatientes, o de mostrar las condiciones actuales de aquel país que el grupo de hombres recuerda con nostalgia.
En resumen, a nivel formal, Veritas no se presenta como una propuesta arriesgada y, tal vez, esto es su gran error. Parece ser que el director ha optado por ofrecer un documental que da primacía a la necesidad de mostrar al testigo emitiendo, de la manera más clara posible, el relato a través del cual se encarna y se pone en pantalla el fragmento de historia específico que atañe a su memoria personal y que, puesto en relación con los relatos de los demás individuos, termina por configurar una estructura memorial colectiva en torno a un suceso determinado.
 
Frente a ello, la exploración de las potencias del medio con el que trabaja queda relegada hacia el epílogo con el que cierra el documental. Anunciada a través de un montaje que pone en relación una toma aérea del espacio oceánico entre Cuba y los Estados Unidos con imágenes de archivo en las que se puede ver cómo fueron recibidos en EEUU los miembros de la brigada de asalto tras su liberación, esta parte final presenta a algunos ex combatientes realizando actividades cotidianas (nadando, jugando golf y dominó, etc.), mientras sus voces nos cuentan qué es aquello que extrañan más de su vida en la isla: los veranos, el olor de la tierra, sus familias. Después de ello, cada uno de esos hombres ofrece una reflexión final acerca de su participación en San Blas y las implicaciones de la búsqueda y la lucha por un país libre tanto a nivel personal como colectivo.
 
Quizá cabría hablar de este trabajo audiovisual como el comienzo de una cruzada por contar aquellos otros puntos de vista de las historias narradas (o silenciadas, según sea el caso) según las retóricas hegemónicas en la Cuba posrevolucionaria. Así pues, el valor de Veritas en tanto documento no se halla en su forma, sino en su contenido, pues el director y su equipo de producción, a través de la ardua tarea que implica la reunión y síntesis de los testimonios de los exiliados, sientan un importante precedente para la revisión de la historia cubana y sus contradicciones y, sobre todo, se ofrece como un agudo contracampo para pensar críticamente las operaciones de sentido movilizadas en obras como Muerte al invasor (1961) de Tomás Gutiérrez Alea y Santiago Álvarez, un cortometraje documental, parte del Noticiero ICAIC Latinoamericano, que narra desde el punto de vista cubano-revolucionario la invasión a la playa Girón, glorificando la actuación de las FAR frente a la invasión “yanqui probatistiana”.

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Taxibol

Por Mariana Martínez Bonilla – diciembre 03, 2023

LOS EXPERIMENTOS – BLOG DE CINE

En su cuarta edición, En caso de emergencia. Rompe el cristal, el Festival de cine INSTAR, organizado por el Instituto de Artivismo Hannah Arendt (de ahí las siglas que dan nombre al evento fílmico de alcance internacional), fundado y dirigido por la artista y activista cubana Tania Bruguera, explora el carácter transnacional del cine cubano reciente y el diálogo que establece con otras cinematografías producidas en contextos autoritarios y dictatoriales, privilegiando aquellas obras cuyas propuestas estéticas y temáticas se presentan como novedosas y arriesgadas.
 
Con sedes en Barcelona, Buenos Aires, Ciudad de México, Cuba, Miami, Nueva York, Sao Paulo y París, el IV Festival INSTAR se llevará a cabo del 4 al 10 de diciembre de manera híbrida. Dentro de su programación oficial se encuentra Taxibol (2023), la más reciente obra del cineasta italiano Tommaso Santambrogio, filmada en Cuba con la colaboración del cineasta filipino Lav Diaz, y cuyo estreno internacional tuvo lugar hace algunos meses en el marco del Festival Internacional de Cine de Nyon, Visions du Réel en Suiza.
 
Santambrogio fue galardonado en el 80 Festival de Cine de Venecia con el premio Bisato d’Oro al mejor director por su ópera prima, Los océanos son los verdaderos continentes (2023),una versión ampliada del cortometraje homónimo estrenado en 2019, filmada en San Antonio de los Baños y protagonizada enteramente por un elenco cubano. En ella, asesorado por el propio Lav Diaz, el cineasta nacido en Milán retrató, a través de una bellísima fotografía en blanco y negro, las paradojas de la vida en la región cercana a la Habana, cuyos habitantes se debaten entre la soledad y la migración, teniendo como telón de fondo una Cuba lluviosa, decadente y en crisis.
 
En Taxibol Santambrogio abre una serie de preguntas en un tono poscolonial sobre la relación entre la memoria, las formas de obliteración y persistencia del pasado dictatorial en Filipinas y Cuba, y el cine como dispositivo crítico capaz de ir más allá de sí mismo para combatir las injusticias, visibilizando las relaciones de poder que se esconden detrás de las improntas traumáticas y las ambigüedades de los discursos coloniales en sus formas modernas y contemporáneas.
 
Tomando la forma de un tríptico en el que la ficción y la no ficción se anudan para convertirse en una interpelación crítica, Taxibol se divide en tres partes. En la primera de ellas, a manera de un diálogo bilingüe que tiene lugar en un universo cerrado (es decir, un automóvil), asistimos al encuentro entre Lav Diaz y Gustavo Flecha, el taxista encargado de transportarlo durante la estancia del filipino en la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños, y con quien, como el propio Diaz afirma, comparte un universo de emociones y afectos que van más allá de las barreras impuestas por el lenguaje; por ejemplo: problemas relacionados con la migración y las relaciones interpersonales y la capacidad del cine como arma de denuncia política.
En la segunda parte, después de que L