El IV Festival de Cine INSTAR como “espacio de resistencia audiovisual”. Una conversación con José Luis Aparicio
Por EDGAR ARIEL – 03 diciembre, 2023
RIALTA
Empecemos por el principio. Lo que se conoce hoy como Festival de Cine INSTAR, que llegará a su cuarta edición entre el 4 y el 10 de diciembre, tuvo su inicio, como verdad y como potencia, en una retrospectiva curada por el crítico cubano Dean Luis Reyes en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.
La muestra, llamada Cuban Cinema under Censorship, sucedió entre el 9 y el 11 de marzo de 2018 a propósito de una exposición personal de Tania Bruguera. Luego, en 2019, con la organización y curaduría de la actriz y escritora Lynn Cruz, dio comienzo el Festival de Cine INSTAR. A partir de ese momento y hasta ahora ha sido una plataforma de presentación e intercambio de las películas cubanas (y no solo) que se han realizado en entornos coactivos y totalitarios. Entornos periféricos. Entornos disidentes.
Con la intención de conocer las novedades que trae la cuarta edición conversamos con el cineasta José Luis Aparicio, quien ha sido el director artístico del encuentro cinematográfico en las últimas tres ediciones. Queremos saber qué significa “romper el cristal en caso de emergencia”, tal como sugiere el eslogan del IV Festival de Cine INSTAR.
Aparicio, el Festival de Cine INSTAR se fundó en 2019. ¿Cuatro años después cuánto ha mutado?
Ha mutado muchísimo, tanto como han mutado nuestras vidas y obras durante ese periodo. Creo que si una característica ha distinguido el Festival es su capacidad para adaptarse, para reflejar y potenciar desde su estructura las cambiantes y difíciles circunstancias del cine cubano y sus artífices.
La primera edición, curada y organizada por Lynn Cruz en 2019, se pensó como un evento físico en la sede habanera de INSTAR. Fue una suerte de resumen de las muestras mensuales que en ese entonces acogía el Instituto, también programadas por Lynn, donde se hicieron importantes retrospectivas de las obras de Miguel Coyula, Fausto Canel, Jorge Molina o Eliecer Jiménez, por solo mencionar algunos nombres.
Ese primer festival presentó una muestra no competitiva, agrupada en secciones temáticas y focos en determinados realizadores. Aunque predominaban las producciones cubanas independientes, un rasgo que se conserva hasta el día de hoy, se exhibían también algunas obras de autores extranjeros, incluida una retrospectiva de la cineasta costarricense Ishtar Yasin. Debo mencionar, como el gran antecedente de estas primeras iniciativas, el ciclo Cuban Cinema under Censhorship que curó Dean Luis Reyes en el MoMA, vinculado a la exposición personal de Tania Bruguera en el museo.
Cuando comencé a curar el Festival, en la segunda edición de 2021, tenía la experiencia de Cine Cubano en Cuarentena, el proyecto que desarrollé junto a Katherine Bisquet con el apoyo de Rialta; una plataforma completamente online que funcionó desde el inicio de la pandemia. La situación del país y los artistas había cambiado drásticamente. Veníamos de la huelga de San Isidro, de las protestas del 27N y el 11J, de la brutal represión y los presos políticos. En lo que respecta al cine, había ocurrido la censura de Sueños al pairo y la cancelación de la Muestra Joven, el evento que mejor había atendido, durante casi veinte años, la producción audiovisual alternativa en el país.
Era más necesario que nunca agrupar, mostrar y discutir las películas que se habían realizado en esos últimos tiempos, oscuros y turbulentos, pero a la vez muy fértiles para nuestro cine, pues la mayoría de ellas no se había exhibido de manera adecuada. La imposibilidad de organizar un evento físico en La Habana, debido a la vigilancia y la represión de la Seguridad del Estado cubana, nos obligó a buscar alternativas virtuales. Decidimos preparar una edición en línea a través de la plataforma Festhome y las redes sociales de INSTAR, para la cual conté con el apoyo en la organización y programación de Sindy Rivery.
Esta segunda edición conservó el formato de muestra no competitiva. Las películas, en su gran mayoría cubanas –si bien contamos con un puñado de obras de Latinoamérica y el Caribe–, se agruparon nuevamente en secciones temáticas. Destacaron las presentaciones especiales de obras como A media voz (2019, dir. Heidi Hassan y Patricia Pérez), Quiero hacer una película (2020, dir. Yimit Ramírez) y Corazón azul (2021, dir. Miguel Coyula), filmes esenciales del cine cubano más reciente que apenas se habían visto en la isla. En las charlas y debates nos acompañaron importantes invitados foráneos como el suizo Milo Rau, el mexicano Alonso Ruizpalacios y el argentino Alejandro Fadel.
El año pasado nos fuimos hasta Kassel, Alemania, a presentar la exhibición Tierra sin imágenes (Land Without Images), la mayor retrospectiva de cine cubano alternativo realizada hasta la fecha, con más de 160 obras de las últimas siete décadas. Esta muestra fue una de las acciones de INSTAR en la documenta fifteen, y la consideramos nuestra tercera edición. Se concibió en el contexto de un éxodo masivo de miles de cubanos, entre ellos, una gran parte de la comunidad artística e intelectual de la isla. De un momento a otro, la mayoría de los cineastas que INSTAR había acompañado a través del Festival e iniciativas como el Fondo P.M., vivían y creaban en distintos puntos del exilio.
¿Dónde ubicar, entonces, la sede de un evento cuyo impulso fundamental ha sido la promoción y exhibición del cine independiente cubano, cuando la isla es una tierra inaccesible? ¿Cómo escoger un punto, fijar un eje, entre los múltiples parajes de una diáspora que se expande cada día? ¿No es acaso la nación una entidad más compleja que aquella que demarcan los límites geográficos, los extremos políticos?
Desde Kassel comenzamos a formular estas preguntas y a soñar con la idea que nos trae hasta esta cuarta edición: la posibilidad de reinventar el festival a imagen y semejanza de nuestro gremio, nuestra cultura, nuestro simulacro de país. Si el cine cubano es hoy una entidad transnacional, un fenómeno sin centro, una suerte de rizoma, entonces el Festival de Cine INSTAR debe ser un evento en correspondencia, uno que sepa aprehender las multiplicidades y potenciar esta ausencia de centro, de territorio. Un proyecto que se expanda en todas las direcciones y aproveche cuanto pueda ser fértil en estas nuevas circunstancias.
La cuarta edición del Festival de Cine INSTAR transcurrirá en la semana del 4 al 10 de diciembre de 2023, con proyecciones en Barcelona, Buenos Aires, Ciudad de México, París, Miami, Nueva York y São Paulo. Casi toda su programación estará disponible para Cuba a través de la plataforma virtual Festhome. Además, contaremos con charlas, debates y clases magistrales que serán transmitidas a través de las redes del Instituto. Esta estructura híbrida, múltiple y simultánea será el nuevo formato de nuestro Festival.
¿Qué características crees que diferencian a este festival de otros en el mundo?
No tengo idea de qué podría diferenciarnos de tantos otros festivales, teniendo en cuenta la gran variedad y el alto grado de especialización que estos eventos alcanzan hoy en día. Y, más que nada, su proliferación, que parte sobre todo de una necesidad. Aunque incluso los grandes festivales se enfrentan cada año a la interrogante de su pervivencia, esto no detiene el surgimiento de pequeñas iniciativas como la nuestra, cuya vocación es visibilizar obras más arriesgadas, personales y contrahegemónicas.
Sí, creo que puedo mencionarte algunos rasgos que nos identifican. Pienso que el concepto que nos guía es el carácter transnacional del nuevo cine cubano, se realice dentro o fuera de la isla, evidenciado no solo en sus modos de producción, sino también en las distintas geografías que ocupa, sus búsquedas estéticas y temáticas, así como los nuevos contextos de vida y creación de sus artistas. Uno de nuestros objetivos principales es presentar a audiencias cada vez más diversas algunas de las obras más relevantes del cine cubano contemporáneo.
Estos filmes estarán en diálogo, a partir de este año, con películas de cineastas cuyas circunstancias sociopolíticas y de producción artística son cercanas a las nuestras (por ejemplo, en esta edición, Nicaragua, Venezuela, Haití, Irán y Filipinas). Nos interesa generar espacios de intercambio y retroalimentación entre cinematografías que padecen la desidia, la censura y la persecución de gobiernos dictatoriales o autoritarios.
Una buena parte de los cineastas de estas regiones del sur global, donde las libertades de expresión y de creación se encuentran gravemente amenazadas, viven y trabajan también en el exilio. Muchos de ellos tampoco tienen permitido el regreso a sus países, como tantos artistas y ciudadanos cubanos. El conflicto humano y creativo que implica esta situación, así como las formas de atenderlo a partir del lenguaje cinematográfico, es un asunto que nos interesa como festival, no solo desde la curaduría, sino también como temática a abordar en nuestros espacios de pensamiento y reflexión.
Otro rasgo que nos caracteriza, acentuado a partir de esta edición, es la itinerancia del evento, su ambición de ubicuidad. Se trata de un experimento que esperamos que se consolide en el futuro. Nuestro festival aspira a ser un espacio de resistencia audiovisual. Una especie de hidra que, ante cada embestida totalitaria, hace brotar del tajo dos nuevas cabezas.
Aprovecho para agradecer a todas las instituciones, organizaciones, centros culturales, cines y museos que nos han acogido. Y también al equipo incansable de INSTAR, guiado por la pasión de Tania Bruguera y sostenido por la entrega de nuestra productora Leila Montero.
¿Qué novedades específicas nos trae esta edición del certamen?
Además del nuevo formato, itinerante, simultáneo y transnacional, esta cuarta edición presentará por primera vez una sección de películas en concurso. Quince títulos recientes, entre cortos, medios y largometrajes de diversos géneros, producidos entre 2020 y el año en curso, aspiran al Premio Nicolás Guillén Landrián, que será otorgado por un jurado internacional a la obra que mejor aborde, desde la creación audiovisual, una temática tabú de su sociedad correspondiente.
Tenemos la suerte de contar con un prestigioso jurado, que integran el crítico de cine e historiador brasileño Paulo Antonio Paranaguá, el guionista y productor de cine cubano Alejandro Hernández y la académica e investigadora bosnia Dunja Fehimović, a quienes agradecemos profundamente su tiempo y dedicación.
Están presentes en nuestra curaduría algunas de las películas cubanas más relevantes de los últimos tiempos: La opción cero (2020, dir. Marcel Beltrán), Mafifa (2021, dir. Daniela Muñoz), Abisal (2021, dir. Alejandro Alonso), Los puros (2021, dir. Carla Valdés), El rodeo (2021, dir. Carlos Melián), Veritas (2022, dir. Eliecer Jiménez), Camino de lava (2023, dir. Gretel Marín) y Llamadas desde Moscú (2023, dir. Luis Alejandro Yero). También propiciaremos los estrenos mundiales de Mujeres que sueñan un país (2023, dir. Fernando Fraguela) y Un homme sous son influence (2023, dir. Emmanuel Martín).
La selección internacional incluye filmes de una gran diversidad estética: Taxibol (2023), del realizador italiano Tommaso Santambrogio, mediometraje híbrido rodado en Cuba, con la presencia del gran cineasta filipino Lav Diaz; Hojas de K. (2022), cortometraje documental animado de la nicaragüense Gloria Carrión; Ventanas (2022), ensayo autorreferencial del venezolano Jhon Ciavaldini; Agwe (2022), corto de ficción del haitiano Samuel Suffren, y And How Miserable is the Home of Evil (2023), una pieza política inclasificable del iraní Saleh Kashefi. La gran mayoría de los filmes en la selección viene precedida por selecciones en algunos de los festivales más importantes del mundo: Berlín, Locarno, IDFA, Rotterdam, Oberhausen, Visions du Reel, por solo algunos.
Acompañando los títulos en competencia, exhibiremos otras trece películas en calidad de Presentaciones Especiales. Destaca en este apartado una retrospectiva de la obra cinematográfica de Fernando y Miñuca Villaverde, una pareja de cineastas cubanos que viven y trabajan en el exilio desde 1965. Esta muestra estará compuesta por cinco cortometrajes realizados en los Estados Unidos entre 1970 y 1980, estrechamente vinculados al movimiento de cine underground neoyorquino de la época.
Dos de estos filmes, Apollo, Man to the Moon (1970, dir. Fernando Villaverde) y To my Father (1973, dir. Miñuca Villaverde), podrán ser vistos en la tarde del 9 de diciembre en Nueva York, integrando un par de sesiones de cine cubano experimental que serán acogidas por el e-flux Screening Room. Esta selección específica se completa con dos cortometrajes de Alejandro Alonso, El hijo del sueño (2016) y Home (2019), y con el estreno norteamericano de Las campañas de invierno (2019), el primer largometraje de Rafael Ramírez.
Las presentaciones especiales también incluyen el estreno parisino de Corazón Azul (2021, dir. Miguel Coyula) en la Maison de l’Amérique Latine, en París, y focos en la obra de dos importantes cineastas cubanos en sus nuevas ciudades de residencia. Nos referimos a las exhibiciones de Casa de la noche (2016) y La música de las esferas (2018), de Marcel Beltrán, en la Cinemateca Brasileira de São Paulo, y de La teoría cubana de la sociedad perfecta (2019) y El encargado (2023), de Ricardo Figueredo, en el Centro Cultural General San Martín de Buenos Aires.
También me gustaría mencionar nuestra actividad inaugural, que tendrá lugar en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), el lunes 4 de diciembre a las 18:30 horas. El crítico de cine y periodista Dean Luis Reyes conducirá la charla “Las fotos del derrumbe: el cine cubano y la incertidumbre”, previa a la proyección de La opción cero, una película fundamental para entender la Cuba más reciente, sobre todo, la crisis migratoria que atraviesan sus ciudadanos.
Se ha dicho que el Festival privilegia “audiovisuales con arriesgadas propuestas estéticas y narrativas, así como piezas híbridas que exploran nuevos caminos de realización”, y que asimismo está abocado a una experiencia transgenérica.
El Festival se concibe como un espacio de resistencia cultural, situado en la intersección del cine, las artes visuales y el activismo. Nos interesan las visiones artísticas arriesgadas, no solo por sus lecturas contrahegemónicas de lo real, o por su enfrentamiento, más o menos directo, a aparatos represivos específicos, sino también por las búsquedas expresivas que desarrollan los autores.
Un discurso revolucionario, que difiera de las corrientes dominantes, necesita una estética de vanguardia, que ensanche los límites y las posibilidades del lenguaje audiovisual mientras cuestiona la sociedad que le rodea. Estas son las obras que deseamos visibilizar: películas incómodas que muchas veces encuentran dificultades para insertarse en un circuito de exhibición convencional.
Nuestro evento se debe a esos autores que no solo desafían el statu quo, arriesgando en no pocas ocasiones sus vidas y carreras, sino también las camisas de fuerza que imponen la industria, los grandes festivales y el propio canon cinematográfico. En ese sentido, apostamos por lo transgenérico, por aquellos artefactos de frontera que se mueven sin complejos entre distintos géneros y modos de representación.
Considero que las taxonomías son cada vez más insuficientes e innecesarias para abordar el potencial creativo del universo audiovisual contemporáneo. En nuestro evento no es importante separar o diferenciar el cine documental del cine de ficción, o el cortometraje del largometraje. Todo es creación audiovisual y merece el mismo grado de atención.
El premio tendrá un nombre, Nicolás Guillén Landrián. ¿Por qué es importante este homenaje?
Todo gesto que sirva de homenaje a Nicolás Guillén Landrián será siempre necesario y un tanto insuficiente, sobre todo si pensamos en la importancia de su cine y la poca atención que mereció durante varias décadas. Por suerte, en los últimos veinte años su obra ha sido gradualmente rescatada por críticos, académicos e investigadores del cine cubano y regional, en buena medida gracias a eventos como la extinta Muestra Joven. Y, aún más importante, sus películas han sido asimiladas por varias generaciones de cineastas en la isla, para quienes se ha convertido en una suerte de figura tutelar.
Este premio, que se otorgaba inicialmente a través del Fondo P.M. de INSTAR, ha sido relanzado este año dentro del festival. No se nos ocurre una mejor manera de reconocer a aquellos creadores incisivos que abordan las contradicciones y conflictos de sus contextos sociales inmediatos con absoluta libertad formal y profunda iconoclasia. Ahora que se restaura la obra superviviente de Nicolasito, y que su nombre se reconoce entre los clásicos en la Mostra de Venecia, es más necesario que nunca seguir recobrando aquellas películas sepultadas por la censura, la desidia y el olvido. El Festival de Cine INSTAR participa también de esa labor colectiva: reescribir la historia de nuestro cine, traer a primer plano sus imágenes alternativas.
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