Poor Cinderella… es una película que bien puede aspirar a formar parte de un canon histórico del cine experimental latinoamericano, si es que algún día tal cosa llega a definirse. Es un corto de reciclaje, hecho con material descartado de otra película de Miñuca Villaverde, Blanca Putica. A Girl in Love (1978). Por la manera como la realizadora trabajó el collage, la intervención y fragmentación del material fílmico, el copiado y el ritmo, me hace pensar en los trabajos de Malcolm Le Griece como antecedente, y en lo que va a haría después Peter Tscherkassky.
Es notable el dominio de las técnicas que demuestra la realizadora. Pero si Le Griece señalaba el trabajo basado en la intervención física, los procedimientos de laboratorio y la refilmación como característicos de una vertiente del cine estructural, el corto de Miñuca Villaverde está marcado, sobre todo, por una tensión entre esa exploración de la materialidad y la sabiduría artesanal del cine, por un lado, y el cuerpo y la sexualidad de la mujer, por otro. Carolee Schneeman es una referencia obvia en este otro sentido, ya que es una película sobre una mujer que hace el amor. Pero el título, la intervención, la fragmentación y el montaje abstracto, basado en repeticiones, apuntan de modo inquietante en una dirección opuesta a la liberación sexual.
Con esta sensibilidad para el placer, pero cuestionadora e incluso rebelde, si se quiere, contrasta la mirada al padre y la familia reunida en torno a él en su casa de Texas, cuando estaba próximo a morir, en To My Father. Es, obviamente, una película de amor de la hija, pero también de observación de los cuerpos y la dinámica del grupo.
Miñuca Villaverde filma en momentos que van de la pose frente a la cámara, en una curiosa “foto familiar” para el cine, a la presencia de los mismos personajes en el jardín, gozando de sus cuerpos bajo el sol, mientras que el protagonista se muestra allí en una silla de extensión, con un terrible aspecto que me hizo creer que podía haber expirado sin que nadie a su alrededor se diera cuenta, como si incluso no hubiera habido alguien que lo notara tras la cámara que lo registra.